lunes, junio 06, 2011

Sobre el futuro del libro y mi Curso Délfico…


Mirta Yáñez • La Habana
Ilustración: Edel

Ante la irrupción del ciberlibro, a veces olvidamos que el libro, además de un ente espiritual, es un objeto. Los museos están llenos de chirimbolos bellos o que han cumplido un destino histórico. Cuando un instrumento útil o un juguete artístico, o un mero mueble envejece, gana en nobleza. Cuando un equipo eléctrico envejece… ¡se rompe! Cuántas veces hemos tenido que lamentar que, junto con la rotura del disco duro, se pierde tanta información que equivale al incendio de una biblioteca de Alejandría personal. Siempre he dicho que fui de las primeras cubanas en usar la computadora, pero eso me ha generado la constante paranoia de la pérdida, así que no estoy tranquila hasta que no tengo mis trabajos en papel. Y siempre lamento cuántas cartas se desvanecen porque no se pueden almacenar como antaño. Sí, quisiera tener un kindle para poseer mis libros electrónicos, pero siempre viviría con el pavor de que una subida de voltaje me borrara El Principito. Así que pienso que la tranquilidad de tener a buen resguardo los libros de papel seguirá en el futuro.

Cuando a mi hermano Albertico Yáñez le preguntaron acerca de los libros que él salvaría de cualquier debacle, respondió que se llevaba los libros de su familia y los suyos… puesto que se trataba de una isla desierta... Me conmovió leer tanta sinceridad. Como heredera de su patrimonio, ratifico, pues, su original pensamiento: a mi isla desierta me llevo los libros escritos por mi hermano, los de mi familia y los de mis mejores amigos.

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