domingo, junio 01, 2008

"Romualdo fue consecuente con su ideología, con su poesía y con su vida"

"Romualdo fue consecuente con su ideología, con su poesía y con su vida"


17:04 El escritor Oswaldo Reynoso dijo, además, que está "apenado y furioso por cómo el país trata a los poetas que verdaderamente hacen el Perú"

He aquí mi cuerpo, roído por las estrellas,
pálido y silencioso como un dios que ha cesado
y que Tú arrastras, borrándolo, como el mar o la muerte.
de El cuerpo que tú iluminas.

El poeta trujillano Alejandro Romualdo (1926-2008) fue hallado muerto en su casa de San Isidro, solo y en una circunstancia que todavía no se esclarece. Fue reacio a declarar para los medios, pero se puede encontrar en su poesía una imagen tan contundente de él que las entrevistas se tornaron innecesarias: se trata de un escritor comprometido con la realidad, a la que retrata en sus versos de manera fiel, sin concesiones. Alguna vez escribió que si le quitaran las palabras y la lengua, "hablaría con el corazón / en la mano, / o con las manos en el corazón".
Para el escritor Carlos Eduardo Zavaleta, compañero de Romualdo en la aventura de la Generación de los '50, este es uno de los poetas más importantes, junto a Eielson, Sologuren y Varela. "La vigencia de él en el país no solamente está limitada a la gente culta, sino que es un poeta muy popular en todos los auditorios. No hay más que haber viajado con él por todo el país y ver cómo la gente del pueblo saluda sus poemas con entusiasmo", recuerda.
Los jóvenes de los '50, comenta, fueron más que un grupo de personalidades y talentos descollantes. Fue un movimiento de modernización cultural en el país, "como ninguna otra generación".
Zavaleta recuerda también el trabajo de Romualdo como ilustrador y caricaturista agudo, que laboró en redacciones míticas bajo el liderazgo de leyendas del periodismo, como Alejandro Tealdo.
Si bien Romualdo se mostraba un tanto hosco con la prensa -era capaz de conversar con un periodista pero no darle una entrevista-, fue un hombre con un gran sentido del humor. "A veces, estaba caminando e inventaba chistes o bromas. Tenía una carcajada de esas que podían derrumbar paredes", precisa Zavaleta.
"Por un lado, era muy callado y mesurado. No tenía un bagaje cultural para expresarlo fuera de la poesía, pero dentro de ella era una especie de cantor individual muy asentado en la realidad peruana y a veces muy frenético. Tenía sus ideas, a las que abrazaba con ardor", agrega.
Alejandro Romualdo fue galardonado en 1949 con el Premio Nacional de Poesía. Obras suyas como La torre de los alucinados (1949), El movimiento y el sueño (1971) y Edición extraordinaria (1958), que contiene el conocido poema "Canto coral a Túpac Amaru", son un importante referente en el proceso literario peruano.
"Si me quitaran totalmente todo..."
El escritor Oswaldo Reynoso recordó así a su colega y amigo: "Él es el gran poeta peruano del siglo XX. Ha escrito poemas de amor y compromiso social extraordinarios... Es un ejemplo para todos los escritores del Perú, porque fue consecuente con su ideología, con su poesía y con su vida".
El narrador y poeta arequipeño dijo sentirse "apenado y furioso por cómo el país oficial trata a los poetas que verdaderamente hacen el Perú". Romualdo nunca buscó puestos oficiales o prebendas, resalta, pero su Canto Coral a Túpac Amaru es parte de la educación de los jóvenes y, desafortunadamente, de la demagogia de los líderes políticos.
"Es una vergüenza lo que ha pasado con nuestro querido Romulado: lo han dejado morir. Le pidieron una pensión y pusieron muchos obstáculos, pero para dar pensión a los jaraneros y a los que tocan cajón, ahí mismo (se las dan). Siempre en el Perú se olvida a los poetas y escritores contestatarios, a los que no están detrás del poder. Mire usted a tantos zánganos mediocres que viven del Estado y de cuya obra no quedará después de su muerte ningún solo minuto. Lo de Romualdo quedará para siempre", enfatiza.
La lista de los poetas olvidados por el Perú oficial es larga. Ahí están Francisco Bendezú y Martín Adán, muertos en la pobreza. También Vallejo, tuberculoso en París y sin ganas de regresar a un país que le dio la espalda. La generación de los '50 quedará siempre en sus obras, porque el tiempo, parafraseando tal vez a Borges, es el antologista más justo.

Pidamos que la muerte no nos deje decir nada.
Pidamos que la muerte nos separe, nos desgaje suavemente.
Pidamos que nos haga desaparecer como un ilusionista.
Roguemos porque la muerte llegue como el extraño que nos pregunta por la hora.
(Responso para un payaso negro)

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