miércoles, febrero 20, 2008

Habrá trova pa' rato




Habrá trova pa' rato

Manuel Zayas Trimiño * La Habana
Fotos: Kaloian (La Jiribilla)



A propósito de un Trabajo de Diploma que analiza determinados aspectos sobre la recepción de la Nueva Trova, una entrevista solicitada al periodista e investigador del género en Cuba, Antonio López Sánchez, nos brinda su punto de vista y un renovador impulso para la Trova Cubana en los tiempos más recientes. Habitual colaborador de publicaciones como la revista digital La Jiribilla, López Sánchez publicó el libro La canción de la Nueva Trova y ya tiene en fase de edición por el sello Oriente un libro de entrevista con mujeres trovadoras.

¿Para usted, qué es la trova?

Sin lugar a dudas y sin excesivas teorías, puede decirse que se trata de una de las más arraigadas manifestaciones artísticas y de expresión popular en este país; de una tradición inseparable de la vida del cubano desde sus orígenes hasta nuestros días. Ya había trovadores en la mitad del siglo XIX; hubo trovadores entre las filas del Ejército Libertador en las luchas contra la metrópoli española; hubo trovadores a todo lo largo del siglo XX y hay trovadores, de todas las edades y estilos en este todavía reciente siglo XXI. La trova, con sus lógicas evoluciones, continuidades y rupturas, ha sido y es una memoria histórica colectiva de nuestras vidas, amores, sueños y frustraciones. Un recorrido por las obras de la trova de todos los tiempos, es un recorrido por las raíces, por el devenir de nuestra Isla, un andar sobre y a través de nosotros mismos. La trova es, en resumen, una de las más acabadas expresiones de raigal cubanía en todos los sentidos.

¿Qué opinión en general tiene sobre la Nueva Trova? Haga énfasis en su tratamiento de los aspectos sociales.

Reflexionando sobre estas preguntas, descubro de pronto que se entiende y se ha tratado como "aspectos sociales" (y me incluyo, pues he sido un tanto partícipe de esta idea a la hora de analizar determinados puntos de esta vertiente), las obras de la Nueva Trova que remiten a problemas, a inconformidades, en especial los que ponen dedos críticos en cualquiera de las diversas llagas perfectibles de nuestro proceso social. Sin embargo, el amor, tema capital y por excelencia de la trova de todos los tiempos y obviamente de la Nueva Trova, supongo que sea el más social de los temas posibles, pues nos atañe, en cualquiera de sus manifestaciones, raíces, flores, frutos o ramas, absolutamente a todos, incluso a los que dicen prescindir de este sentimiento.

Así pues, añadida esta consideración, mi opinión sobre la Nueva Trova es que se trata de una de las corrientes creativas más revolucionarias (y digo revolucionaria en la más vasta y rica acepción de esta palabra incluyendo su obvio sentido político e ideológico, pero a la vez rebasándolo, ampliándolo hacia la vida toda), surgidas luego de 1959. Con profundo acento en la ética desde sus cultivadores, y más, en los postulados y objetivos de sus obras; con una dimensión nueva al momento de tener en cuenta los contenidos y formas de sus canciones y en constante búsqueda y experimentación a la hora de armar texto y música. Y sobre su tratamiento de lo social, incluido, por supuesto, el amor como tema principalísimo, es la vertiente creativa que mejor ha dimensionado y reflejado el amor de pareja en todas sus posibles variantes y bifurcaciones; la que con mayor tino ha ubicado a la mujer en su justa posición de equidad dentro de la relación amorosa, como protagonista vital en toda la sociedad y siempre con un profundo respeto; es la que ha combatido el racismo, la desigualdad, la injusticia universal y local desde sus canciones, sacando a flote nuestros defectos y torceduras, a la par que ha sido también una valiosa arma de guerra y buen bálsamo de colectivo regocijo para las victorias.

La Nueva Trova es una manifestación artística que ha luchado por preservar, fomentar y ampliar importantes tradiciones, expresiones y raíces culturales cubanas (incluso en otras latitudes creativas como la plástica, el cine o el teatro); la que se ha acercado a lo mejor de la poesía nacional y universal al musicalizar y traer al ámbito colectivo a poetas tan completos y complejos como Martí o Vallejo, por solo mencionar dos entre muchos ejemplos; la que se ha preocupado y ha actuado en función de instaurar a la canción como una obra de arte, como un producto creativo con dimensiones y alcances profundos y no como un mero hecho mercantil. Creo que de por sí, la propia existencia de la Nueva Trova y de sus obras, su hondura y su capacidad de calar en sus seguidores así como de perpetuarse y seguir viva y en evolución, es un hecho social, cultural, abarcador de un sinnúmero de esferas de lo humano, y por qué no, hasta de lo divino, reflejados a través del prisma de sus canciones.

¿Qué etapa considera de mayor arraigo popular? ¿Por qué?

De las etapas de la Nueva Trova, que valga recordar una vez más que son simples esquemas y divisiones de estudio de índole académica entre quienes nos hemos aventurado en ese terreno y no porque la Nueva Trova permita ser fragmentada o dividida, hay una en particular que supongo la de mayor arraigo, aunque puede haber tantos arraigos como seguidores de este modo de hacer. En lo personal, recordaría esos ahora míticos años de la década de los 80, los años de los grandes conciertos de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, dentro y fuera de Cuba, con guitarra o con amplios formatos musicales; los años del optimismo, de las multitudes coreando los temas troveros en la escalinata de la Universidad de la Habana con el grupo Moncada; de mucho público escuchando y aplaudiendo a un muy joven Santiago Feliú o a un Carlos Varela (o un Gerardo Alfonso o un Alberto Tosca); los tiempos de ver a estos trovadores usar la sonora ballesta de las seis cuerdas cedida sin miedos ni incomprensiones en más de un escenario por Silvio o por Pablo; de toda Cuba siguiendo las giras nacionales de los grandes trovadores; de muchas buenas canciones trovadorescas, entre otras también muy buenas de otras líneas, ganando premios en aquellos legendarios concursos Adolfo Guzmán y que hoy son todavía recordadas a diferencia de algunas que han ganado hace solo un par de años y ya nadie las puede siquiera tararear.

El porqué quizá es demasiado grande, múltiple, complejo, o quizá es demasiado sencillo. En cualquiera de los dos casos, no me atrevo a dar otra respuesta que no sea que aquellos eran otros tiempos, para todo el mundo, incluida la Nueva Trova. Ese trovador que es Fernando Bécquer diría en buen resumen, con más gracejo y menos solemnidad que cualquiera de las respuestas posibles: "esos tiempos, mamita, ya pasaron. Tiempos vienen, tiempos van; semejantes, nunca igual."

¿Para usted la Nueva Trova ha jugado un rol positivo en el pensamiento de la sociedad cubana?

Leí o escuché en cierta ocasión decir a Silvio Rodríguez que las canciones no son capaces de cambiar la sociedad o el mundo y que, sin embargo, él conocía una canción que al menos sí había sido capaz de cambiar un parque. Se refería a "Jalisco Park", de Carlos Varela, que al parecer removió en algún momento las conciencias de quienes debía y el parque capitalino que inspiró el tema fue reparado y pintado.

Creo que es muy difícil que las canciones puedan cambiar una sociedad. Sin embargo, sí pueden ayudar a pensar en qué, en por qué y en cómo cambiarla. Pueden señalar lo que puede y debe ser cambiado; pueden recordarnos quiénes somos, de dónde venimos, a dónde pretendemos ir. Sin duda, la Nueva Trova, en todo momento desde sus inicios hasta hoy, ha estado siempre en el epicentro de los debates y luchas más candentes en todos los niveles y en un sinfín de temáticas de la sociedad. Desde cantar a un amor nuevo, diferente y mayor, según los tiempos que acometía la Isla; pasando por formar parte de todas las batallas cotidianas, grandes y pequeñas de la vida nacional y universal hasta tocar temas que pueden incluir lo mismo la posibilidad de elegir ser o no madre soltera (como en "Eva", de Silvio), o referirse a los peloteos y trabazones burocráticas puede que menos trascendentales, pero indiscutiblemente molestas y gigantescas en lo diario (como en "Metronidason" o en "Cascarilla", del joven Tony Ávila); o sencillamente cantar a las mil y una formas posibles del amor. Creo que desde combatir una injusticia, criticar un error, hasta acompañar una soledad o celebrar un amor recién fundado, andan los roles de la Nueva Trova. Para responder en dos palabras, para quienes la hemos seguido y disfrutado, dentro de esos enormes campos que puede abarcar, es absolutamente positivo el estar y el permanecer de sus canciones.

¿Cómo ha percibido el desarrollo de la Nueva Trova a partir de la década del 90 hasta la actualidad?

Una de las discusiones teóricas de esos tiempos hasta ahora es acerca de si aún existe o no la Nueva Trova y si ya es hora de nombrarla Trova solamente o de incorporar alguna otra denominación. Esto ocurre no tanto por la desaparición de sus cultivadores o postulados básicos, sino más bien por la ampliación de unos y de los otros hacia nuevas regiones creativas. Quizá a partir de la desaparición de la organización formal que fuera el Movimiento de la Nueva Trova en 1986 y del advenimiento de al menos tres generaciones más de creadores que continúan esta vertiente y la hacen crecer y evolucionar, y que además han deseado más de una vez diferenciarse explícitamente de los iniciadores, pudiera pensarse en un nuevo nombre. De cualquier modo, mientras los trabajos de sus fundadores permanezcan vigentes, no solo porque están vivos y aún creando, sino por la validez y actualidad de no pocas de las cotas que musical y textualmente han dejado (algunas aún bien altas), me parece que la denominación Nueva Trova, fácilmente identificable, comercialmente reconocida a nivel internacional, académicamente viable y disponible, pues sigue siendo de uso legítimo como denominación, incluso para algunos de sus más cercanos, jóvenes y menos jóvenes cultivadores; incluso para algunos que prefieren denominarse cantautores. Digo todo esto sin fundamentalismos de ninguna clase, tampoco es malo no ser trovador. Más de un artista en nuestro país no cultiva este modo de hacer y no por ello es menos que sus pares troveros. Lo principal está en qué arte y para qué se pretende hacer.

De los 90 a la actualidad ha habido generaciones en diáspora, regresos gloriosos, generaciones en sustitución, apuros innecesarios, fracasos y logros, generaciones en comienzo y, por supuesto, grandes tormentas y mayores calmas; pero sobre todo, por encima de esas coyunturas, lo más vital es que siguen habiendo canciones. Creo que lo verdaderamente importante es que a estas alturas, diez y tantos años después del inicio de los 90 y de todo lo que ello trajo aparejado, las cifras de trovadores en activo, y más, la cifra de sus obras, aunque no todas se conozcan lo necesario, sigue en aumento. Hay Trova, hay canciones, hay hombres y mujeres que la hacen ahora mismo en toda Cuba. De tanta reunión de ganas y de talentos diversos debe salir el sedimento para que siga existiendo trova en lo porvenir. De su presente, de la calidad y validez de un buen número de trovadores, en especial de los más jóvenes, no tengo dudas, por lo tanto, hay bastantes semillas para preservar el futuro. Por supuesto, como diría el Maestro, José Martí, "los buenos son los que ganan a la larga". Son los buenos trovadores y las buenas canciones las que van a quedarse a través del tiempo, sonriendo "en medio de la muerte, en plena luz", tal diría Silvio.

¿Cree usted que existe correspondencia entre la oferta de la Nueva Trova y la demanda del público que consume esta música? Argumente.

El verdadero problema está en la necesidad de mejorar infinitamente un vehículo que es indispensable entre esa demanda y esa oferta, para establecer una relación productiva y fructífera, sobre todo para la cultura nacional. Un vehículo que, además, puede transformar o incluso deformar esas dos categorías y es ni más ni menos que la difusión, entendida esta en su más amplio sentido; desde la grabación, venta y producción de discos (con su correspondiente clip, afiche, pulóver y gira, como debiera ser) hasta las estaciones radiales y de TV o un humilde disco quemado en una computadora casera. Siguiendo esta línea, es fácil establecer un esquema de funcionamiento muy elemental pero esclarecedor: Hay oferta, pues sobran artistas y canciones, muchas de indiscutible calidad y hay un público que consume esta música y la desea. No obstante, una difusión incompleta crea la falsa imagen de que no existen ninguno de estos dos polos: Lo que se hace no se conoce, lo que no se conoce no se extraña, por tanto, no se desea ni se busca ni se pide, por ende, al parecer no hay nadie que desea consumir lo que se hace, luego entonces no se divulga. Así se distorsiona en círculo vicioso el funcionamiento de ese natural mecanismo de intercambio artista-público. Súmese a esto la imposibilidad de pagar discos que se producen y se venden en moneda fuerte, de los hasta ahora pocos que se producen de los trovadores; la casi desaparición de lugares dónde tocar que se produjo en los años más crudos del período especial; el desconocimiento de muchos entre los mismos que tienen la misión, desde sus instituciones, estaciones de radio o de televisión, disqueras, en fin, de promover una manifestación artística como la Trova y mil otros demonios actuales que complican esta relación.

De cualquier modo, lo terrible sería no tener oferta que ofrecer o público que la deseara. Y de eso hay y en abundancia y con la necesaria calidad. Los recientes esfuerzos institucionales del Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano del Libro, la Asociación Hermanos Saíz, la Unión de Jóvenes Comunistas y otras muchas entidades musicales, editoriales y de la cultura en general (léase eventos tales como La Noche de los Libros, el Festival Universitario del Libro, esa grandiosa fiesta de la Trova toda que fue la jornada Una guitarra, un buen amor, todas en la capital y ahora en vías de su extensión a otros sitios del país) son la mejor prueba de las posibilidades y de los frutos que surgen cuando se unen adecuadamente, en una difusión eficiente y lograda, en un trabajo mancomunado, colectivo, serio, esos dos polos que son los trovadores todos y su público. La respuesta de los artistas, con su total disposición, y de sus seguidores colmando las múltiples presentaciones realizadas en diversos espacios y atendiendo a la variedad e historia dentro de esta vertiente; la venta de libros, postales y discos en moneda nacional y a precios asequibles (entre los discos, no pocos con las obras de trovadores jóvenes que no son famosos ni todavía nacionalmente reconocidos, pero que poseen calidad para ello) fueron en conjunto una legítima prueba de la sed y la necesidad de esta música en el público, pues bajo sus canciones han crecido plurales generaciones de cubanos y cubanas, así como de la existencia de la suficiente oferta creativa en obras para satisfacer esa misma necesidad. Todo está en hacerla llegar, en sistematizar esos esfuerzos, en que sean lo cotidiano y no lo excepcional, algo ya posible, pues luego de esos eventos ni de la existencia y validez de esa oferta o de su público consumidor hay ninguna duda.

¿Existen suficientes espacios de presentación que permitan al público adquirir esta música?

Lógicamente, en el caso de la Nueva Trova y supongo que en otros espacios musicales también, no siempre la posibilidad de adquirir una grabación y de ver una presentación de algún artista van indisolublemente unidas. Por lo general, salvo en conciertos para presentar discos o algo así, el acto de disfrutar de una presentación y de a la vez adquirir un registro sonoro no ocurren de modo simultáneo. Sobre los espacios de presentación, casi extintos en la década de los 90, ha habido sustanciales y grandes mejoras, pero aún no es suficiente. De una manifestación que ha estado presente en los tres últimos siglos de la vida de esta nación, debiera haber muchos más espacios para seguir disfrutando de todas sus vertientes; desde sus cantores que todavía cultivan y defienden hermosa y sólidamente sus aires más tradicionales, pasando por el siempre hondo y cubanísimo filin, hasta todas las generaciones de la Nueva Trova. Aún así, supongo que esa sea la misma lucha de los artistas que hacen música popular bailable, de los jazzistas, de los rockeros, de los raperos, de muchos creadores musicales. Debiera haber muchos más espacios para todos, pues hay mucho de buen arte en nuestro país entre todas esas manifestaciones y mucho público para consumirlas todas.

¿Se promueve o promociona la Nueva Trova en la capital?

Sería injusto si dijera que no, pero tampoco sería justo decir que se ha logrado todo lo que debiera. Quizá, más que el análisis acerca de si hay promoción o no, y pensando más promoción como sinónimos de lugares en los que tocar que en los medios como la radio o la televisión, lo que supongo todavía falta es la sistematicidad en esta promoción. Que no sea el resultado aislado de una peña, de los esfuerzos de los propios trovadores, de un evento, de un aniversario, o hasta de una serie de conciertos. En la capital hay espacios que han ganado constancia en los tiempos más recientes. Está la peña La tanda, capitaneada por el trovador Inti Santana y que ha explorado incluso la posibilidad de hacer pequeños conciertos con figuras de un trabajo más sólido entre los más jóvenes y algún que otro veterano; está la peña de Mauricio Figueiral, amplia cantera de poetas, trovadores más jóvenes, y un par de otros sitios de presentación más o menos constantes.

Y de modo más institucional, aunque con recursos para nada excesivos, sino con grandes esfuerzos por parte de sus hacedores todos, están los proyectos como A guitarra limpia, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, uno de los sólidos caballos de batalla en este campo, próximo ya a sus 10 años de fundado y con buenas y profundas huellas en su labor para con los trovadores; el muy arduo pero ya fructífero trabajo del trovador Pavel Poveda y su equipo para armar la serie de conciertos Verdadero complot o los conciertos que se han producido y apoyado desde Puntal alto, el equipo de Samuel Águila e Ihosvany Bernal. Estos, a vuelo de pájaro, son los sitios que me parecen mejor planteados y que mejor llevan a cabo sus objetivos. Valen oro sus existencias, pero aún no alcanzan a cubrir la adecuada promoción de todos los trovadores como para llevarlos a satisfacer la demanda.

Me parece además un acto de justicia, fuera de la capital, la mención de espacios que han resistido a contra todo, como El trovazo, en Pinar del Río, bajo la energía de Yamira Díaz; La suerte de los cangrejos, en Matanzas, por Tony Ávila; La trovuntivitis, también ya con 10 años a cuestas, en El Mejunje, en Villa Clara, por toda la tropa trovera de allí; los trabajos del Dúo Cofradía, de Fernando Cabrejas y Edelys Loyola, del proyecto Agua de Coral, en fin, de varios trovadores en todo el país llevando adelante sus peñas y espacios... Dicho así, puede sonar a que son muchos lugares, pero puedo asegurar que todavía no cubren las necesidades ni del público por ver y escuchar ni de los trovadores por cantar. Y espero me perdonen los espacios que pude haber omitido. De todas formas, me repito en una idea ya dicha: Que estos esfuerzos aún no sean suficientes no es una mala noticia: son sinónimo de dos líneas a tener en cuenta. Hay que trabajar más por la trova y por su público, en primer término. En segundo término, significan que hay trova, y muy buena, ahora mismo y de que habrá, y de seguro mejor, trova para rato.

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