martes, febrero 15, 2011

Cuando se reúnen poetas… otra vez

Voces contra la guerra nuclear


Marianela González • La Habana

Fotos: Víctor Junco (La Jiribilla)


I

La joven poeta se excusa ante el auditorio: su fuerte es la narrativa, solo desde hace muy poco tiempo incursiona en la alquimia de los versos; pero lee en voz alta el resultado de sus primeros intentos y esa extraña sensación que pareciera estrujarnos las costillas y hacernos descubrir la textura de cada órgano, nos deja en silencio por unos segundos hasta que otra vez respiramos, el cuerpo vuelve a ceder, pensamos y aplaudimos. Como la buena poesía, claro.

Sería lindo pintarle la boca de rojo a la Estatua de la Libertad ―dice Sol Linares, con ciencia y medio en broma, como quien de pronto descubre el agua tibia―, volarle el manto que le despeje las piernas blancas y que baile, que diga palabras en español: lechosa, paz, recoveco. Tampoco Claudio Pozzani conoce nuestro idioma; pero además del italiano ha cultivado la universalidad del gesto. Y le entendemos el tríptico de las sombras, el poema donde dialoga la añoranza con el deseo humano de conocer y aquel último en que guerra, guerra, guerra va alternando con el ritmo ciego de la vida cotidiana, cuyo ciclo repetimos aun cuando nunca sepamos el sentido. Y creemos vivir aproximándonos a lo perfecto, salta el verso de un señor muy viejo con una palabra enorme: es el Poeta Nacional de Honduras, nos dicen, y la voz bajo la boina repite lo que cree que nos ayuda a vivir. O a bien morir.

En la Casa del ALBA Cultural de la calle Línea, una de las principales arterias de La Habana, han comenzado a escucharse esta tarde las Voces contra la guerra nuclear. Las palabras, los signos, los espacios, los ritmos y las incógnitas han venido esta vez desde el Cono Sur del continente, desde la delicada y combustible verticalidad que lo separa de su imago en el Norte, desde la Europa en ascuas. “Estamos faltos de palabras en este mundo y la poesía puede ser un puente entre las culturas ―dice el poeta-cantor sin recelo a que su alternancia entre español e italiano me moleste. Conozcámonos, dejemos ya de hacer monólogos: la palabra compartida es la verdadera alternativa a un mundo en guerra”.

II

Desde Perú, Hildebrando Pérez ha hecho de la interconexión entre los poetas del mundo uno de los sentidos de su vida y su creación. “La civilización vive al borde de una guerra descomunal ―justifica, por si acaso fuera necesario hacerlo, el espacio de estas lecturas. La aspiración de los hombres de buena voluntad de todo el mundo a vivir en paz, ha encontrado en la palabra del compañero Fidel Castro, líder histórico de la Revolución Cubana, un vocero de primera magnitud. Los poetas apoyamos toda acción que llame a la conciencia mundial sobre este tema cardinal de nuestro tiempo, cuando está en juego no solo el patrimonio cultural acumulado por el hombre en su devenir histórico, sino la supervivencia de la especie humana y el destino del planeta tal como lo conocemos. En una acción poética de alta proyección mediática, proponemos realizar la lectura contra la guerra nuclear, con la participación de poetas de Cuba y del mundo, en el contexto de la Feria Internacional del Libro de La Habana, Cuba”.

Todos, sin embargo, han suscrito un llamamiento a sus iguales de otras latitudes: a los hombres y mujeres del mundo, digo. Así lo escuchamos en el acento venezolano de Tarek William Saab:

“Manifiesto de La Habana”.

Decidimos incorporar la abstracción al consenso universal para crear una sensibilidad planetaria en la que el hombre sea éticamente consustancial y natural, la lucha contra la guerra, contra el terrorismo, contra la depredación del medio ambiente y contra toda exclusión por motivo de raza, religión, cultura, ideología o credos políticos.

Estamos convencidos de que el mundo debe ser transformado con urgencia, de que el hombre tiene que cambiar su mentalidad y su modo de luchar por la vida y la dignidad humanas. La tierra y la especie están en peligro. Aceptar el hambre, la enfermedad, la ignorancia, la injusticia, como algo fatal, inherente a la existencia humana, es un atentado a la esencia misma del hombre. La vida de la Tierra está amenazada como nunca en la historia de la civilización. Salvemos, pues, al hombre, a los pájaros, a los árboles, a las mariposas, a los hipocampos y a los delfines, al aire, al cielo, a las madreselvas, a los olores y los colores, a la criatura y a los elementos, juntos todos en esta casa azul, en su aventura maravillosa por el tiempo y el cosmos.

Abramos para las generaciones de hombres y mujeres de mañana, la posibilidad de respirar oxígeno incontaminado y de beber agua potable. Que sean destruidas para siempre todas las bombas atómicas. Que el dinero que gastan los gobiernos en armas se use para que los alimentos, las medicinas y el conocimiento les sean devueltos a sus dueños originales, los bellos habitantes de la Tierra, para la curación del alma y el cuerpo. Salvemos las aguas y las tierras fértiles. Salvemos las florestas y las ciudades del hombre y las escuelas y las fábricas. Salvemos los atardeceres y las auroras. Salvemos el milagro de la vida en el universo. Los poetas tenemos el deber de cantar y glorificar la belleza del mundo para llegar al espíritu humano en toda su grandeza y al mismo tiempo luchar contra las fuerzas regresivas que empujan el mundo a la barbarie. Pongamos obra en vida en un mundo mejor, que no solo es posible sino imprescindible. Sería un crimen permanecer indiferentes. Tenemos muchísimo que hacer.”

III

Cuando se reúnen poetas… advierte desde el título una conocida crónica de Roberto Fernández Retamar y uno, lector acostumbrado a inventar sus propias fábulas, lo remata: … algo grande sucede. Como el autor de “Con las mismas manos”, coincidiremos en que tal cita no requeriría demasiadas justificaciones. Quizá, ni una sola… pero, atentos, algo sucedía en América Latina cuando se reunieron poetas.

De aquel primer Encuentro Americano de Poetas (México, 1964) que Retamar reseñaba en las páginas de Casa, la mítica publicación El Corno Emplumado, por ejemplo, saldría convertida en una revista “subversiva”. La entonces llamada “poesía de compromiso” la reclamaba en las filas de la transformación social. Así publicó una de las versiones que sobre el concepto guevariano del “hombre nuevo” proliferaron en aquellos años: “Es importante decir que esta revolución es algo más que literaria: incluye la lucha de los negros estadounidenses por la igualdad de derechos, la lucha de los pueblos sometidos a centenarias cadenas coloniales por su libertad, la lucha de todos los pacifistas del mundo por una justicia social y el desarme, los nuevos descubrimientos en el área de la psicología y la lucha de los marxistas, católicos, estudiantes y seres humanos de diverso origen y edad frente a una sociedad cuyas presiones son más y más mecánicas y cuyas demandas, más y más deshumanizantes (…) El hombre nuevo es todo aquel que se lanza a hacer su parte en la edificación de una realidad distinta a la actual”.

En los 60, una conocida escritora muy vinculada a la historia de El Corno… pensaba que la poesía podía cambiar el mundo. Hace apenas un par de semanas, Margaret Randall me confesó que aún lo suscribe, pero “de otra manera”. Quizá, 50 años más tarde, tenga otro sentido el título de Retamar: no será la poesía la palanca de Arquímedes; pero, atentos, algo subsiste aún en el mundo… cuando otra vez se han reunido poetas.

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