viernes, octubre 16, 2009

HABANA ABIERTA 24 HORAS: DIEZ AÑOS DESPUÉS


Dmitri Prieto Samsónov

Hoy quiero escribir para saldar una vieja deuda…
Al colectivo Habana Abierta lo conocí durante el penúltimo año del siglo pasado, cuando acababan de grabar su disco más famoso: 24 horas.

Eran músicos cubanos que en los noventa viajaron a España. “Los noventa” para Cuba no es un categoría cronológica, sino ontológica. Tiene que ver con el ser mismo de la nación. Con la existencia, jorobada, densamente dolorosa, cuya presión llegamos a sentir muy cerca del corazón. Como una bala.

Los noventa hicieron mutar la forma de hacer música en Cuba. Colectivos independientes, alternativos emergieron. Surgió el Hip-hop cubano. El rock´n´roll lentamente levantaba (o rápidamente agitaba) su cabeza, junto con la literatura (los Novísimos) escrita por autores roqueros. El son se tornaba salsa y la salsa mutaba en timba, con textos precursores del actual regguetón. La vieja Nueva Trova entraba en crisis (¿terminal?) de la cual no se ha recuperado aún. Y La Habana se llenaba de chicos y de chicas (sí, ¡qué chicas esas de los noventa!), dotado/as de pelo largo, dreadlocks, rabia contra la opresión y la miseria, talento creador y capacidad de trabajo en conjunto. Legendarios proyectos culturales surgían de la nada en barrios como Alamar o el mismísimo Vedado.

Entonces, unos jóvenes que provenían de manifestaciones musicales distintas (trova, rap, rock, reggae), de razas diversas, y (¡muy importante!) de varias partes del archipiélago cubano (La Habana, Santiago, Isla de la Juventud) se unen en Madrid y con la ayuda de otros músicos cubanos residentes (Gema y Pável) graban tres CDs seguidos: Habana Oculta; Habana Abierta y Habana Abierta 24 Horas. Hace falta decir sus nombres: Vanito Brown, Luis Barbería, Alejandro Gutiérrez, Jose Luis Medina, Boris Larramendi, Kelvis Ochoa, Pepe del Valle y Andy Villalón. Colectivo masculino, aunque en sus conciertos se les unían artistas mujeres, como la multiinstrumentista y cantante Yusa.

Era el género musical que después acostumbramos a llamar “fusión”. Pero era más que una fusión. Era la esencia de nuestros pensamientos y sentimientos hecha música. Era música cubana. Eran ideas. Eran ideas para bailar. Antes ni después nunca hubo nada así: o mueves el culo al compás (¿compás?) del regguetón, o con cara de carnero degollado te abrazas a tu jevita de turno escuchando a Silvio Rodríguez.

Porque sí, efectivamente, es posible bailar al son de:
En Buenos Aires conocí una nena
Que se venía solo con la idea
To' el que trabaja y suda come y to' el que llora mama...
Le dije “cállate y sube a la cama,
esa película ya sé en que acaba”

Al final de todo creo que no entendió absolutamente nada...

[En Buenos Aires conocí a una muchacha que llegaba al punto del orgasmo con la idea de que es posible, en una sociedad estatalizada, realizar el principio socialista de distribución de acuerdo con el esfuerzo en el trabajo, y al mismo tiempo garantizar la libertad de expresión y el control de los gobernantes por el pueblo. Le dije: “si quieres sexo conmigo lo tendremos, pero en cuanto a tu planteo político, tal programa históricamente ha conducido al totalitarismo de tipo estalinista”. Al final de todo creo que no entendió absolutamente nada...]

Quedó bonito pero se destiñe
Ya no es lo mismo que cuando éramos fiñes
¡Pioneros por el comunismo!...
¡misión: cosmonautas!...
[Rememoración histórica de la belleza de unos ideales de la cotidianidad infantil idos hoy al mundo platónico de las ideas.]
Los de derecha giran a derecha
Los de la izquierda giran a izquierda
Y ya yo me aburrí
De esos viejos viajecitos en círculos...
Yo viajo recto aunque no soy flecha
Yo te lo firmo y te le pongo fecha
Por si sospechas, por si sospechas, por si sospechas (Chivatón!)

[Las fuerzas políticas tradicionales no aportan absolutamente nada nuevo a la reflexión y la praxis política actual. Son esencialmente conservadoras con independencia de su orientación partidista. Yo me aburrí de esas posturas; ahora soy capaz de mantener una ética de rectitud en mis actitudes y proclamo mi posición en público. No me importa que alguien sospeche o pretenda denunciarme ante las autoridades, o que unos agentes me vigilen.]
Esta canción --Divino guión-- ofrecía todo un programa de problematización político-filosófico-cultural en códigos de lenguaje callejero; programa aún --diez años después-- sórdidamente incumplido por los institutos de investigación social, a pesar de todos los loables esfuerzos de tantos seres pensantes dotados de lágrimas. Pero Divino guión no es la única canción del disco 24 Horas.

Habana Abierta se convirtió en una punta de lanza contra la miseria del centralismo tardío: no solo miseria material, sino también simbólica. Los casetes pasaban de mano en mano. No olvidamos que cuando en los polos del mapa político-musical imperaban monocordemente Silvio Rodríguez (El necio) y Willy Chirino (Ya viene llegando), y --en un campo algo más apocalípticamente certero y minoritario-- aparecían Santiago Feliú (Generación) o Pedro Luis Ferrer (Cubano 100 %), la polisemia problémica de Habana Abierta adquirió todo el status de una revelación. Era música “prohibida” (nunca se le prohibió oficialmente) que después --¡oh milagro!-- se hizo pública sin perder su frescor. Un importante funcionario me dijo una vez que los de Habana Abierta estaban “pasando hambre” en Madrid.

Vino el retorno: Habana Abierta en La Habana. Teatro Nacional lleno, lleno también el Salón Rosado de la Tropical. Según Wikipedia: “asistieron alrededor de diez mil personas. Todas las canciones fueron cantadas por el público letra por letra, a pesar de ser el primer y único concierto del grupo completo en la Isla, hasta el momento”. “Con Habana Abierta, los rockeros aprendían a bailar salsa”, me comentaba un amigo. Pero la inserción en un status oficial (y un nuevo confort después del giro geopolítico ocurrido tras el establecimiento de nuevos intercambios a partir de la Revolución bolivariana en Venezuela) rebajó la visibilidad del proyecto Habana Abierta.
Se fue convirtiendo a la vez en parte del entorno (incluso en la TV habanera) y en leyenda. Tras el caso de Elián González y el 9-11, el inicio del siglo implicaba la reconfiguración del contexto cultural cubano; aunque la significativa simultaneidad de la cantinela del regguetón, con el impacto de los programas de la “batalla de ideas” y la emergencia de una nueva generación emos, licántropos y vampiros, no han opacado la problemática revelada por Habana Abierta. Y, en materia musical, sus innovaciones han estado configurando lo mejor de la creación de estos diez años por artistas de talento de varios géneros musicales. Por hacer habitables los finales de la década de los noventa, entre apagones y silbidos policiales, y por esa contribución por el momento no superada al patrimonio musical cubano, sólo queda decirles: ¡Gracias!

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