lunes, octubre 12, 2009

Si quieres el Nobel prepara la guerra: Si vis pacem, para bellum



Cuando ese comité de sesudas mentes nórdicas, en este caso no suecas, cuya visión sobre “un trabajo en favor de la paz”... Idéntica a la que Patxi López aplica al término democracia

Carlos Tena Para Kaos en la Red 9-10-2009 a las 21:23

www.kaosenlared.net/noticia/si-quieres-nobel-prepara-guerra-si-vis-pacem-para-bellum

Hay galardones que, con el transcurso del tiempo, van adquiriendo una tonalidad diferente de la que sería de desear. Ni el famoso Oscar cinematográfico contiene ya en su estatuilla una supuesta calidad en el trabajo de quien lo alza en público, ni los Nobel, en una gran mayoría, van a parar a las manos (cuentas corrientes) de aquellos que en verdad lo meritan. No digamos ya el denominado de la Paz para el que el inventor de la dinamita legó también una enorme cantidad de coronas, que desde 1901 detentan personajes tan antagónicos como Adolfo Pérez Esquivel y Thomas Woodrod Winson, la Cruz Roja y Los Quakers, Albert Schweitzer y Lech Walesa, Martin Luther King y Oscar Arias, a quienes se premió por el esfuerzo que una desarrollaron en favor de la concordia, la justicia, la ausencia de violencia, la protección de los más débiles, la infancia o el mismo planeta. Es evidente que en las discusiones de las que surge el nombre del ganador, hay ocasiones en las que el aquavit o el glögg, presentes en las cachupinadas noruegas de toda índole, alteran el normal funcionamiento de los miembros del comité encargado de esta elección.

Cuando ese comité de sesudas mentes nórdicas, en este caso no suecas, cuya visión sobre “un trabajo en favor de la paz” debe ser la misma que mantiene el Papa sobre sus obispos pedófilos, es decir, idéntica a la que Patxi López aplica al término democracia, acaba de dar la campanada al decidir que el presidente Obama sea honrado con ese título. No he podido por menos que recordar que una misma pléyade de rigurosos cerebros, consideró hace años que el criminal Henry Kissinger obtuviera el mismo nombramiento, tras haber teledirigido, entre otros delitos contra la humanidad, la tortura y asesinato, por medio de generales tan pacíficos como Pinochet o Videla, de centenares de miles de inocentes ciudadanos latinoamericanos.

El portavoz del instituto que otorga el Nobel de la Paz, consciente del efecto sorpresa que iba a causar la noticia, con un semblante parecido al de Billy Cristal abriendo el sobre mientras pronuncia “And the winner is…”, leyó ante los micrófonos el resultado, asegurando lo insólito del hecho de que en sólo ocho pocos meses, una persona como el mandatario que ocupa hoy la Casa Blanca, “…habia realizado enormes esfuerzos por el diálogo y la diplomacia, generado una opinión extraordinariamente favorable entre millones de personas”. Tanto entusiasmo como George W. Bush ordenando la invasión de Irak, atemperado siete años más tarde, tras haberse conocido las mentiras y manipulaciones que su gobierno desplegó para acaparar el petróleo de aquella masacrada nación.

Como suele ser habitual, yerro en mis predicciones. Imaginaba que Evo Morales, Hugo Chávez, Fidel Castro o Rafael Correa, Cristina Fernández o Ignacio Lula podrían haberse alzado con ese título. Pero no. Al parecer, esos señores herederos de la voluntad de Alfred Nobel no consideran que luchar por la sanidad pública sea merecedor de nada; que combatir la miseria sea igualmente fundamental para una sociedad, que asegurar los mínimos para una población en orden a su sustento sea una formidable guerra contra el hambre y la injusticia. Tal vez estoy equivocado.


Obama recibirá un cheque de 10 millones de coronas noruegas (poco menos de dos millones de dólares) por mantener al 12% de los norteamericanos sin atención médica, a pesar de sus promesas de protección social; por continuar aplicando el infame bloqueo contra la población cubana, pese a sus primeras intenciones; por no clausurar el campo de concentración de Guantánamo, como aseguró en sus discursos previos a la toma de posesión del cargo; por dejar en la calle, sin hogar, a más de dos millones de compatriotas; por no ordenar que las tropas invasoras en Irak abandonen la zona, como había asegurado en su campaña; por enviar más tropas a Afganistán, el país más pobre del globo, con la disculpa artera del peligro talibán; por consentir que un terrorista como Luis Posada Carriles camine en libertad por territorio yanqui; por no permitir que se juzgue con garantías a los Cinco Héroes cubanos, condenados a penas exorbitantes por delitos no demostrados. La lista, querido y flamante Obama, debería levantar un mínimo rubor en tus tostadas mejillas.


El presidente de los USA ha sido premiado pues, no por su indemostrable lucha por la paz y la justicia, sino porque sigue apoyando todas las guerras que comenzaran sus antecesores, con el único cambio que supone su sonrisa, y sus declaraciones falsas, imprecisas, cobardes y exentas de toda voluntad de pacificación. Por ese incumplimiento de los compromisos adquiridos con sus votantes, por sus intenciones, mas no por sus obras.


Este tipo de recompensa consigue el mismo efecto que un anuncio de pildoras contra la gripe porcina: son una monumental mentira, una trampa tan descarada, que aquel ciudadano que crea de corazón que Obama ha hecho esfuerzos por la paz, no sólo se miente a si mismo, sino que es capaz de creer que Benedicto XVI, cuando protege a un obispo o cardenal sodomizando a un adolescente, merece el premio a la Bondad Suprema.


El Nobel de la Paz sigue manchado de sangre inocente. ¿Hasta cuando?

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