jueves, junio 28, 2012

Cortázar, el cronopio "francotirador" de las letras

Los tomos 4 y 5 de las "Cartas" (Alfaguara) reúnen la correspondencia de sus últimos años, entre 1969 y 1984, en una versión corregida y aumentada.
    • "Qué buena francotiradora puede ser la literatura", le escribe Julio Cortázar a Eduardo Galeano en 1980 desde Berkeley, en una de las numerosas cartas desconocidas que se publicaron recientemente en Argentina. Foto Especial
    Buenos Aires, Argentina (DPA).- "Qué buena francotiradora puede ser la literatura", le escribe Julio Cortázar a Eduardo Galeano en 1980 desde Berkeley, en una de las numerosas cartas desconocidas que se publicaron recientemente en Argentina y que verán la luz en los próximos meses en otros países de Latinoamérica y España.

    Los tomos 4 y 5 de las "Cartas" (Alfaguara) reúnen la correspondencia de sus últimos años, entre 1969 y 1984, en una versión corregida y aumentada. En esta etapa el escritor argentino que cultivó la subversión del lenguaje abandonó definitivamente "la torre de marfil": "La literatura se ha quedado atrás por el momento, y aunque sé que volverá, no lo veo demasiado próximo".

    Su compromiso político lo convierte en un cronopio trotamundos: "Es simplemente esta perra vida con sus Pinochets y sus Videlas, que me arranca de mí mismo y me tiene todo el tiempo en reuniones, viajes, mesas redondas", se resigna.

    Así, por "razones nada literarias", el autor de "Rayuela" viaja frecuentemente a sus queridas Cuba y Nicaragua y asiste a la toma de mando de Salvador Allende en Chile ("me alegro de haber ido, aunque casi me mataron a fuerza de amor colectivo"). Asimismo asume la tarea de jurado del Tribunal Russell y luego del Tribunal de los Pueblos: "ocho días de escuchar a los testigos del Tribunal Russell me crisparon el estómago y me tensaron los nervios hasta lo insoportable”.

    Y también por motivos políticos se ve impedido de visitar su país. En 1976, cuando se inicia la feroz dictadura que se extenderá hasta 1983, admite en otra epístola: “La Argentina está cerrada para mí sine die, y por primera vez en mi vida me siento exiliado y me duele”.

    Los volúmenes 1, 2 y 3, asimismo a cargo de los compiladores Aurora Bernárdez y el filólogo español Carles Álvarez Garriga, salieron a comienzos de año en Argentina. Las "Cartas", con más de mil misivas nuevas que hasta el momento estaban dispersas en distintas publicaciones o bien inéditas, se publicarán en agosto y septiembre en México y en septiembre en España.

    A Bernárdez –su primera esposa, con quien siempre mantendrá una relación cercana y se convertirá en su albacea- le escribe en 1972 sobre los trámites de divorcio: "(...) peor sería el sistema de los agravios y los insultos de los divorcios usuales. Es una pesadilla, pero conozco otras peores, y vos también".

    Los dos últimos tomos de la correspondencia cortazariana reúnen cartas a colegas como Gabriel García Márquez ("ese cronopio irresistible"), un Mario Vargas Llosa del que se irá distanciando ("Nuestros criterios frente a lo de -el caso del cubano Heberto- Padilla han provocado las consecuencias que conocemos de sobra”), y también Sergio Ramírez, Ariel Dorfman y Osvaldo Soriano.

    Cortázar a veces se refugia en su rancho provenzal en Saignon, en busca de la tranquilidad perdida. “Vivo enterrado en una montaña postal, como un personaje de Samuel Beckett”, describe con humor. “Sigo tratando de reencontrar el tiempo, mi enemigo máximo”, acota.

    Parte de su epistolario está destinado a sus editores Mario Muchnik y Guillermo Schavelzon, sus traductores Gregory Rabassa y Laure Guille-Bataillon y su madre María Herminia y su hermana Ofelia. A su progenitora le ruega: "Tenele un poco menos de antipatía a Fidel, que me quiere y me respeta tanto como lo quiero y admiro a él".

    "Hace meses y meses que no duermo, que hago mal el amor, que como asquerosos sándwiches en cafés de mala muerte, todo eso entre dos reuniones, un telegrama a algún ministro, un capítulo del ‘libro negro’ que acabamos de terminar contra la mala junta chilena; y con todo eso ¿cómo querés que me quede tiempo para escribir; no ya literatura, simplemente escribirle a los amigos?", se justifica con el poeta Félix Grande.

    En medio de la delicada coyuntura política, Cortázar se alegra de ser cuentista. “Porque los cuentos se presentan en los momentos y lugares más inesperados, uno los escribe en los hoteles o los trenes, y en una de esas tenés un libro”.

    “Llegará un día, espero, en que pueda volver a los tiempos casi mitológicos en que podía 
    leer, escuchar jazz y escribir a los amigos...”, confía en otra misiva. Pero no abandona el enfoque lúdico que también habita sus textos: “ACCIDENTE IDIOTA VERTEBRA DISLOCADA DIEZ DIAS CAMA ASI VIAJAN LOS CRONOPIOS ABRAZOS LUGUBRES JULIO”, resume en un telegrama un percance automovilístico.
    También despliega ironía hacia la crítica sobre su obra: “Un cronopio siempre conoce a sus reseñadores y les sonríe amplia y amistosamente. Después pone las reseñas en un bonito marco (con vidrio) y las arroja por la ventana. Le encanta el sonido que hacen los marcos cuando se estrellan cinco pisos más abajo”.

    El desconsuelo se apodera de Cortázar tras la muerte de su segunda esposa Carol Dunlop en 1982. "Vivo como en una pesadilla perpetua, sin comprender, sin aceptar". "Estoy en un pozo negro y sin fondo", se desahoga en cartas inusualmente breves.

    Pocas semanas antes de morir y apenas concluida la dictadura militar, concreta su anhelado regreso a la Argentina. “Los porteños me recibieron maravillosamente, con un amor y un entusiasmo que me arrancó lágrimas muchas veces”.

    En su visita de pocos días encuentra espacio para el análisis político: “Me cansé de decir que no es verdad que estemos en democracia como dice todo el mundo sino que esa democracia hay que ganarla ahora ayudando a (el presidente Raúl) Alfonsín y trabajando duro; de lo contrario los milicos (militares) volverán a salir a la calle en cualquier momento”.

    Curiosamente, o por el azar que tanto le gustaba, 2014 marcará un siglo del nacimiento de Cortázar en Bruselas y los 30 años de su muerte en París. Tras la publicación de las voluminosas "Cartas", parece improbable el hallazgo de más epístolas. Pero el propio cronopio brinda consuelo: "Mis verdaderas cartas a los lectores son mis libros".

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