martes, marzo 08, 2011

Palabras en Atarés, con el trovador


Atarés: aplausos, exclamaciones, “Otra, otra…” Foto: Alejandro Ramírez Anderson

Silvio en Atarés: aplausos, exclamaciones, “Otra, otra…” Foto: Alejandro Ramírez Anderson

“Yo vivo de preguntar”, dice el trovador desde la sabiduría insondable y popular del escaramujo en esa canción que, para asombro y maravilla de muchos, es coreada/cantada por los más diversos públicos -de nuestra Isla y de otros rincones del mundo. Así pudimos confirmarlo nuevamente cuando Silvio y sus invitados llegaron al barrio de Atarés la semana pasada para continuar su recorrido por esas zonas de La Habana profunda.

Allí realizamos, como en todos los conciertos anteriores, la entrega de libros y discos donados por diversas instituciones: los estudios Ojalá, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el Instituto Cubano del Libro, y el pequeño Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, también en nombre del cual tuve la alegría y el honor de decir las palabras iniciales de saludo a un público expectante y entusiasmado por la llegada de este concierto esperado y merecido.

Los libros y discos son destinados a los espacios culturales del barrio, ya sean casas de cultura, pequeñas bibliotecas locales o domicilios de activistas de las organizaciones que puedan ponerlos a disposición de sus lectores y lectoras. También en ese sentido estos conciertos de Silvio, que son en realidad acciones culturales múltiples, se proponen interactuar con las gentes del lugar, entregando pequeños tesoros de sabiduría en esos textos y músicas, pero también subrayando la necesidad de que en esas células barriales, en ese territorio que la costumbre llama bases, existan (y sobre todo se enriquezcan y renueven) esos espacios destinados a cultivar y promover los valores de la espiritualidad y el amor por la cultura de todos -que es una forma, como se sabe, de amar la historia del país y su memoria.

Aunque este no sea quizás el objetivo más evidente de estos conciertos de Silvio por los barrios, esas presentaciones se convierten en diálogo vivo entre la cultura y la gente, entre la palabra del trovador y ese público/pueblo que ha acompañado sus canciones (y viceversa) desde hace cuatro décadas. Y todos (o por lo menos, muchos) sabemos la importancia que tiene, especialmente hoy, el concepto (y sobre todo la práctica) del diálogo para las cubanas y los cubanos. Las tarimas que conforman el escenario en el lugar donde confluyen dos o tres calles del barrio o en pequeñas plazas o espacios improvisados para la ocasión se convierten en un ágora trovadoresca y artística en general, donde la gente puede entrar en contacto con la cultura viva, con la belleza y también con el pensamiento y las preguntas que el escaramujo nos hace llegar a través del trovador, ese aprendiz de brujo, según el feliz título del libro de entrevistas preparado en México por un hermano común, Eduardo Valtierra, y presentado por Ediciones La Memoria en la reciente Feria del Libro, también incluido en estas donaciones hechas a los barrios.

Al constatar el estilo vivo, dialogador, antirretórico, útil, que es la esencia de este programa cultural que Silvio viene desarrollando desde finales del pasado año por barrios difíciles de nuestra capital reafirmo mi confianza en esa manera de interactuar y relacionarse con la gente que es, quizás hoy como nunca antes, una necesidad (cultural, social, política) de todos y de todas, incluidas por supuesto las instancias de dirección de los organismos estatales y de todas las organizaciones sociales y políticas. En alguno de esos conciertos también vi la otra cara de la moneda de ese estilo -desdichadamente el que más abunda- cuando, antes de la presentación del trovador, el representante de una organización local emitió ante el público expectante, una larga andanada de adjetivos desgastados, lugares comunes y referencias fuera de lugar, de contexto y de gusto. En ese camino interminable de enseñar aprendiendo, estos conciertos constituyen, a mi modo de ver, un ejemplo relevante para la reanimación y la renovación de las relaciones sociales que, hoy más que nunca otra vez, debieran abandonar los trillos de la retórica, la rutina y el conformismo.

Por eso también comencé hablando de las preguntas del trovador al inicio de esta nota. Y por eso compartí con los asistentes al concierto en Atarés, algunos fragmentos del poema “Preguntas de un trovador que sueña” que Silvio escribió en marzo del pasado año, inspirado según sugiere su dedicatoria, en las “Preguntas de un obrero que lee”, del maishtro (como lo llamaba Roque Dalton) Bertolt Brecht.

Alguna de las preguntas de Silvio que cité se dirige, por así decirlo, al exterior, como esta que involucra factores y hechos que conservan hoy lamentablemente su actualidad:

Si la Casa Blanca devolviera Guantánamo y acabara el

embargo ¿qué posición (común) adoptaría

el Kama-Sutra europeo?

En otras preguntas poéticas y trovadorescas el autor está solicitando dirigir la mirada (nuestra propia mirada) hacia adentro. Adentro en todos los sentidos: adentro del tejido de la sociedad y de todos sus mecanismos y adentro de nuestra siquis y de nuestra ética:

Si alguien roba comida y después resulta que no da la vida

¿qué hacer?

Si otro Martí naciera entre nosotros ¿podría ser

emigrante, rapero, cuentapropista, ciudadano provincial

en una chabola periférica?


Para estas preguntas necesarias (como para muchas otras cosas en la vida), también son útiles las herramientas del humor, de la ironía, de la agudeza de pensamiento que nos salven de la modorra, de las repeticiones, de la rutina mental y social:

Si este gobierno ha sido tan malo ¿de dónde

ha salido este pueblo tan bueno?


En este concierto de Atarés, al que llegaron Mozart y Bach de la mano (de las manos) de Frank Fernández (otra maravilla: la convivencia de lo culto y lo popular, de lo que hablaré en una crónica futura), Silvio incluyó canciones ya clásicas e inolvidables como “Ojalá”, junto a otras más recientes, como la indagadora “Sea señora” (”que salió como un exabrupto” y “es como un voto a la evolución política de Cuba, sin olvidar a dos pilares de nuestra historia”, José Martí y Antonio Maceo) o esa declaración de principios compartidos contenida en “El necio” -la obra artística que mejor ha sintetizado, desde la cultura cubana, las angustias, las esperanzas y los compromisos de la mayoría de los cubanos y las cubanas ante los retos de la década pasada, muchos de los cuales conservan su amenazadora, acuciante presencia.

“Saber no puede ser lujo”, continúa diciéndonos el texto de la canción citada en la primera línea de esta nota. A esa afirmación ayudan mucho estos conciertos de Silvio por los barrios en los que conviven la belleza, la memoria y las ideas. Con una de esas últimas, tomada de las preguntas de un trovador que sueña, terminé mi saludo inicial en el concierto de Atarés:

Patria, Universo, Vida, respeto al semejante

y todos Venceremos un poquito

Y seremos, si aun es posible, un tilín mejores.

Víctor Casaus

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