miércoles, agosto 04, 2010

Sobre “preocupados” y “resignación canaria” (De José Saramago y demás) (Parte III - Final)



Víctor Ramírez (Desde Canarias. Colaboración para ARGENPRESS CULTURAL)

- VI -

Sí, amigos: el amor se acabará –inexorablemente- convirtiendo en odio hacia quien abusa del ser amado, indefenso ante el maltrato y envilecido. Ves, por ejemplo, a tu hermana prostituida por un chulo prepotente e insaciable de codicia.

Ese chulo no sólo abusa de tu hermana con maltrato muy evidente, explotándola comercial hasta la extenuación. No, sino que también (y debido al pánico que le tiene la infeliz y a la obnubilación moral e intelectual producida por situación tan denigrante) ha logrado que piense -¡la pobrecilla!- y sienta que todo se lo debe al maldito chulo explotador y que sin él se encontraría peor, ¡que sin él no podría ella, la infeliz, vivir!

Pugnarás tú, entonces y si no has perdido el decoro ni la mínima capacidad de compadecerte, por arrancarla de esa existencia ignominiosa. Lo harás -lleno de amargura, por supuesto- intentando hacerle comprender que la vida que lleva es nefasta, sin posibilidades de futuro digno.

Inclusive le dices que está inexorablemente abocada -la pobrecilla- a una pudrición física y moral absoluta si no se quita de arriba al maldito chulo, si no se emancipa de él para poder emprender decidida un camino saludable en libertad y responsabilidad.

Pero, por desgracia, esa tan querida hermana prostituida, temerosa y obnubilada, seguramente ni te hará caso. Seguramente te dará largas con más o menos afectuosas excusas, debido -quizás- a que en el fondo aún te respete un poco o te ame vagamente fraternal.

El chulo explotador -cuando perciba que tu insistencia puede dar resultado- será capaz, por supuesto, de denunciarte 'legalmente' -¡sí!- o de amenazarte, molestarte o de inclusive castigarte a través de algún sicario.

Sí: quieras o no quieras, te guste o te disguste, concluirás deseando obsesivo terminar con el chulo. Concluirás deseando obsesivo que desaparezca él, que desaparezca por completo.

Concluirás deseando que sean otros los que le aniquilen si tú -por frágil o por impotente- no puedes hacerlo desaparecer de la vida de tu hermana. Concluirás odiándolo a muerte.

Eso es, amigos míos, cuanto acaban sintiendo los patriotas hacia el poderío que tiene colonizada inclementemente a su Patria indefensa y amedrentada: odio, deseo de que se desmigaje en mil pedazos, con la esperanza de que -destruido ese poderío- pueda tu pobre prostituida Patria recuperar su ultrajada decencia, su libertad arrebatada, la capaz posibilidad de un futuro digno en responsabilidad solidaria. En fin... (¿Han leído ustedes el poema CANTONALISMO, del ninguneado magnífico poeta aruquense DOMINGO RIVERO?).

Volvamos a las periodísticas manifestaciones del tan publicitariamente preocupado por nosotros escritor José Saramago, afincado tan regiamente borbonista en Lanzarote. Escuchen (y volvió el viejo Armiche a leer con voz pausada, tras afirmarse los espejuelos):

"Demandó esa conciencia colectiva que está siendo suplantada por la insensibilidad y apostó por la reflexión sobre lo que se desea para la Isla. ¿Funcionamos con la conciencia que cada uno lleva dentro? No me parece que está ocurriendo".

Insistamos en el tratamiento de gurú o, poco menos, taumaturgo que el prenserío y el oficialismo cultural papanatas canarios -salvo esas excepciones silenciosas que siempre hay y habrá, y que solemos desconocer- acostumbran dispensar al galardonado portugués cuando hace demandar o exigir (cual si fuera ‘mamá de los pollitos’, según dicen los mexicanos del 'tipo farolillo presuntuoso') que el lanzaroteño ponga en práctica algo –la conciencia colectiva- de lo que, por imperativo colonial, carece (con las salvedades honestas y, por ende, independentistas: salvedades que, por el contrario, parecen disgustar sobremodo al señor Saramago, quien no se ha dignado a plantearse -ni mucho menos ponerse a admitir- que todavía existen guanches alzados, cada vez en mayor número -por fortuna).

Recalquemos, además, la tremenda dificultad, casi imposibilidad, de que el lanzaroteño o el canario -con la excepción de los rebeldes, de los insumisos alzados- ponga a funcionar ese algo que se le ha negado poseer: conciencia colectiva de pueblo dueño de su destino social.

Pues lo que Saramago llama 'conciencia que uno lleva dentro' se reduce -en nosotros- a puritita espectativa temerosa y desanimada frente a las órdenes y disposiciones de los inclementes poderes que en ese momento tocan, sean poderes económicos o policiales, poderes ejercidos por fuereños o por compatriotas al servicio esbirril de la metrópoli.

- VII -

Esa insensibilidad -ya se ha dicho aquí otras veces y debemos ahondar en ello- es producto del miedo y de la desmoralización: miedo y desmoralización tan propios de un pueblo como el nuestro, colonizado hasta la ignominia por ser un pueblo completamente indefenso, pueblo al que se le ha impedido y se le continúa impidiendo tener alma, tener personalidad propia, borrándosele la memoria con el objetivo de que se desconozca y se incapacite para tener entendimiento y ejercer su libre voluntad.

Pienso -con honda tristeza- que al señor José Saramago, por lógicos prioritarios intereses profesionales o dinerarios, le costará admitir que existe un exclusivo y patente responsable de que el canario en general y el lanzaroteño en particular se muestren insensibles, un único máximo responsable de que se comporte irreflexivo, de que continúe desconscienciado.

Ese único responsable, pleno de culpa e inmisericorde, es el poderío colonial español en todas sus facetas. A tal poderío –consciente o inconscientemente, le guste o le disguste o le dé lo mismo oír- sirve por dinero y vanidad (eso es lo que, tras leerlas, moral e intelectualmente deduzco de sus manifestaciones) el escritor portugués.

Pienso ¡con honda tristeza! que al señor José Saramago le costará admitir que casualmente los únicos canarios sensibles, reflexivos, conscienciados, somos los independentistas, somos los antiimperialistas -aquí antiespañolistas, al ser España ('nación mala', según la calificó hace poco más de un siglo esa buena persona que fue el dominicano Máximo Gómez) el poderío colonizador.

Le costará, y acaso le repugnará al –admirado justamente por bastante gente- escritor portugués admitirlo. Le costará porque parece ser que, según él, somos los independentistas poco menos que unos extravagantes, por no decir extraterrestres.

Sí: da él la impresión, en sus manifestaciones publicadas, de que los actuales guanches alzados somos gentes que vivimos fuera del momento histórico, de que somos insolidarios, unos nacionalistas excluyentes.

Para ello emplea inclusive el escritor portugués Saramago desprecios tan 'progres', esos manidos desprecios a los que suelen recurrir quienes 'izquierdosamente luchan' para que no haya fronteras -'en otros sitios', claro. Pero sin atreverse mínimamente a luchar para que aquí desaparezca la peor de todas las fronteras: la alta muralla carcelaria colonial.

Por eso no es casualidad, refrendando cuanto les digo, que el diputado del nacionalfilípico Partido borbonista Español mal llamado Socialista y Obrero -tan contundente y profesionamente dependentista en nuestra Patria-, Emilio Fresco, agradeció las muestras de solidaridad del portugués cuando éste "tildó de estrafalario al nacionalismo radical que se ha activado recientemente en Canarias, a través de a sedes de partidos políticos en Santa Cruz de Tenerife, entre ellas la, y de en el paisaje natural de El Golfo, en Lanzarote".

Si no me engaño, muchachos, no ha quedado mínimamente claro –periodísticamente, al menos- el asunto de las agresiones, tan condenadas éstas por quienes se niegan tozudos -y por dinero- a condenar las sí tremendísimas agresiones que día a día, acaso segundo a segundo, sufre nuestra Patria geográfica y humanamente.

Si no me engaño, las aludidas pintadas –estemos de acuerdo o en desacuerdo con ellas- no son xenófobas sino anticolonialistas, son odiadoras de la opresión abusiva y del expolio incesante. Y -que yo sepa- el paisaje de El Golfo no ejerce de natural ni de lanzaroteño sino de artificio turístico depredador colonial -y por ende anticanario.

Pero lo acaso más lindo del señor Saramago, creyéndose 'mamá de los pollitos', estuvo en lo que aquí tengo subrayado. Pongan oreja, muchachos:

"Numerosas fueron las preguntas planteadas por el escritor a los lanzaroteños. Estoy aquí no sé por cuánto tiempo. Me temo que un día tenga que preguntarme si merece la pena seguir viviendo en Lanzarote".

¿Pero en verdad estas palabras han sido pronunciadas por el tan solidario y progresista comunista escritor nobeleado portugués? (Y guatdó súbito silencio el viejo Armiche: para tomar del porrón una poca de agua dulce mentolada).

Entonces aprovecharía el joven Pancho, procurando hablar con la misma suavecita entonación melosa que el anciano:

¿Acaso en verdad no busque él (tan dizque de izquierda marxista, tan dizque preocupado por el chusmerío que -oprimido y explotado- sufre a lo largo y ancho del planeta) y sólo quiera él de isla Lanzarote que le sirva ésta de burbuja paradisíaca en la que disfrutar de la necesaria tranquilidad para el trabajo literario y de su clima para los ratitos de ocio?

¿A eso, en verdad, se reduce para Jaramago la entrañable Lanzarote: una burbuja paradisíaca en la que disfrutar de pleno al mismo tiempo que el pueblerío lanzaroteño continúa indefenso y desconscienciado, no pudiendo mínimamente encararse e influir sobre el devenir del territorio sobre el que desde siglos vive (pues, amigos, uno también es sus ascendientes y es sus descendientes)?

¿A eso se reduce, al mismo tiempo que el pueblerío lanzaroteño continúe no pudiendo nada más que permanecer silencioso de impotencia al servicio de voluntades e intereses fuereños siempre depredadores -un servicio mucho o poco remunerado, y remunerado siempre con dinero pudridor?

¿A eso se reduce la entrañable Lanzarote para don Jaramago, al mismo tiempo que el pueblerío lanzaroteño asiste tan resignado de impotencia a una invasión irremediablemente letal? ¿A eso se reduce?

- VIII -

Nos sorprendió mucho que Pancho mantuviera la dulce entonación durante el largo de su perorata tan bronca. Miranda inclusive le aplaudiría brevemente antes de decir, intentando imitar las modulaciones orales del joven Pancho:

¿por qué el ínclito don José Jajajaramago, en lugar de amenazar con que se larga de Lanzarote, no se pone, por una vez aunque sea, a reflexionar sobre la verdadera situación de ella en particular y de Canarias en general, a reflexionar principalmente sobre la situación de sus habitantes nativos, de los guanches de hoy con una lengua y unas manifestaciones culturales distintas a las de hace cinco siglos, pero guanches en mayoría?

¿Por qué, tras la sincera reflexión, no se pone a luchar por lo único que en verdad puede salvar a eso que tan teatral dice él amar, Lanzarote, luchar para que seamos los canarios -sin dar la espalda al mundo, sin autoenclaustrarnos insolidarios- los que gobernemos Canarias?

¿Saben lo que les digo, señores? Que ojalá se largue si va a seguir él ejerciendo de vulgar invasor: pues extranjero que no pugne por la emancipación justiciera de nuestra Patria es inexorablemente un invasor; lo es por simple lógica política e histórica.

Que ojalá se vaya a Portugal y se ponga a luchar para que ésta vuelva al redil de la madre Patria tan amada por él, a Borbonia. Siga con su lectura, señor Armiche.

No hace falta que sean ustedes tan descorteses, muchachos. El asunto no se arregla con descortesías ni exabruptos. Terminemos con las preocupaciones del señor José Saramago, quien ojalá se quede entre nosotros; pero que se quede al menos con neutralidad, al menos no ejerciendo de español borbonista en forma tan descarada. Terminaré de leerles esto.

(Pero quien intervino habría de ser el llamado Amaranto Froilán de Todos los Santos:)

Leí en prensa que ese eximio escritor portugués tan capitalista imperialista en la práctica, "se planta y no se irá de Lanzarote". E insisto en lo de "tan borbonista" porque él –ya se dijo aquí, y hay que repetirlo- ha apoyado intransigente y con la tapadera del altisonante y espúreo ¡BASTA YA! la Constitución y el Estatuto de Autonomía borbonistas -Constitución no jurada por el Borbón, pero al entero servicio policial y lucrativo de éste- frente a quienes, por simples deberes ético e histórico, propugnan -tímidamente, por cierto- algún mínimo cambio o mejora. (Lean el poema CANTONALISMO, ¡es chiquitito!)

Y se planta él y no se irá de Lanzarote porque ésta ¡lo nombró "hijo adoptivo"! y, agradecido, ¡no puede abandonar a una madre!

Un momentito, por favor -interrumpió de nuevo el últimamente demasiado enconado joven Pancho: ¿Cómo, en verdad, puede una isla nombrar esto o lo otro a alguien, si una isla no puede hablar?
¿Por qué no se dice simple y llanamente que el grupúsculo de personas que conforman el poder –esa capacidad represora para disponer e imponer su voluntad al pueblerío- de ayuntamiento o cabildo o gobierno "autonómico" (grupúsculo que aquí, por imperativo colonial, difícilmente podrá realizar algo verdaderamente beneficioso para esta sociedad desmigajada o etérea o burbújica que el colonialismo ha hecho de nosotros) premia o galardona a éste o a aquél según sus conveniencias mercantiles publicitarias, éste o aquél -asimismo por imperativo colonial- siempre enemigo de nuestra emancipación? Sí: enemigo; pues, si no lo fuera, jamás se le premiaría o galardonaría.

¿Tanto cuesta citar las cosas y los hechos por su nombre más sencillo? ¿Aquí, para ser premiado o galardonado o reconocido, solamente se puede vivir servilmente de rodillas o arrastrado y además jediendo permanentemente a mentiras?

¿Aquí no hay opción, por minúscula que sea, para vivir con dignidad abiertamente y no en poco menos que la clandestinidad cotidiana? Continúe usted, amigo Amaranto Froilán de Todos los Santos Que Vos Queráis.

- IX -

Dice, más valientemente que el carajo, Saramago (ahora publicitando a troche y moche su última novela comunistamente polanquista) que se quedará en Lanzarote. Se queda pese a los ataques xenófobos -¡sic!

Así -de modo tan vilmente doblado- esas gentes tan letradas y tan letradoras utilizan el palabrerío. Así lo usan acá por la colonia: con tanta democrática intolerancia frente a quienes pugnan por lo más hermosamente humano en una colonia -la soberanía de su Patria, la descolonización de su País para poder comenzar a ejercer como pueblo en verdad responsable ante su destino.

Repitamos: ¿Por qué no va él a, por ejemplo, Malta o Andorra -tan chiquititas y poquito pobladas ellas- y en público preconiza muy premionobelescamente la dependencia y sumisión de los malteses o andorranos a un Estado mucho mayor? ¿Por qué no va y lo preconiza?

Señores: Xenofobia es visceral miedo (miedo convertido natural o artificialmente en aversión pura y dura) a lo Extranjero como Extraño, como posible peligro -por desconocido, por imprevisible o por dañinas experiencias anteriores- para tu subsistencia alimentaria, reproductiva o cobijadora.

¿Quién -sanamente, pues lo insano es la Endofobia- no tiene miedo a quedarse sin alimento, a no poder disponer de su hembra o macho, a quedarse sin un cachito de protectora tierra?

Apoyado en mis experiencias vitales y lectoras, pienso que lo más que hemos sido los canarios es Miedosos, casi Paralizados de Pánico, ante lo Fuereño, principalmente lo fuereño español.

Razones históricas para ese Pánico ha habido y hay a montones. De él ha surgido y continúa tan viva la autodefensiva negación de lo verdaderamente Nuestro, esa insistente autodefensa de airearnos más españoles que los mismos españoles (llenando de banderas rojigualdas todas las fiestas populares, por ejemplo, o no atreviéndonos a siquiera cambiar el nomenclátor callejero repleto de nombres viles muy dañinos para nuestra dignidad) y más católicos que nadie (¿oyó, cristianito?): nos iba, nos va, la pura subsistencia animal en ello.

Ese tremendo Miedo en nuestra gente culta, principalmente en la universitariada que gana dinero cómodamente (pues el objetivo de toda universidad colonial es el de pudrir por la cabeza al paisanaje colonizado), toma la forma de Papanatismo Despectivo hacia Todo lo Propio que Pueda Ayudar a Conscienciar -incluyendo entre ese paisanaje leído y universitariado a bastantes de los pregonados independentistas viejos o jóvenes.

Cuando ese Miedo tan Colonial se vuelve, entre algunos colonizados ya conscientes e impacientados por emancipar a su Patria, en Lacerante Aversión, entonces los afamados voceros de turno -invasores o colaboracionistas- aparecen, escandalizadillos, para que no se desmande el chusmerío con esos tales malos ejemplos.

Van y aparecen ellos (casi siempre varones, pues las hembras, principalmente las izquierdozuelas tienen otra misión más sutil y muchísimo más eficaz en el aherroja-miento colonial) con el preciso palabrerío denostador tan culto y cautivador.

Van y surgen amparados -como ya se ha dicho bastante aquí, en la tertulia A la Sombra de Alcorac, con las apariencias hipócritas tan manidas de tolerancia, universalismo, solidaridad y otras usuales mentiras hermoseadas por el prenserío y restantes medios de comunicación coloniales: prenserío y medios de comunicación tan intransigentemente intolerantes y cosmopolitamente ultralocalistas españoles; prenserío y demás medios de comunicación tan democráticamente insolidarios y agresivos con nosotros, los canarios que queremos practicar la única humanización posible, la de la libre responsabilidad para procurar planificarnos el futuro –puesto que, a fin de cuentas, esto es política democrática: la planificación del futuro colectivo de una sociedad a través de individualidades elegidas por ésta y no al servicio policial de la casta dominante.

¡Lógica y salutífera acaba siendo esa Aversión que usted ha calificado de Lacerante, amigo Amaranto Froilán de Ahora Mismo Ningún Santo! -volvería a interrumpir el joven Pancho.

Pues, como ya dijo aquí el señor Armiche, el amor al ser amado se convierte en odio insoportable al abusador que tiene oprimido y vejado al ser que amas. Y cuanto más fuerte e impotente de ayuda sea ese amor, mucho más fuerte e insoportable será inexorablemente el consecuente odio.

¿Ya no se ha dicho aquí que cierto psiquiatra irlandés afincado en Chicago -¿o en Boston?-, cierto psiquiatra apellidado O’Connor, recomendaba a sus compatriotas -¡ya independientes políticamente!-, y como terapia ineludible, el odio a todo lo inglés?

Lo recomendaba hasta que no se arrancaren del alma individual y colectiva la tan denigrante alienación psicológica que hubieron dejado los muchos años de cruel colonización, alienación que ha llamado Ve-güenza Maligna, algo parecido a la Endofobia mezclada con el Miedo Rastrero que se acaba sintiendo por el verdugo tras haberte dejado éste el alma hecha trizas después de haberte violado infinidad de veces. Siga usted.

- X -

Retomó la palabra el bautizado con todas las de la ley Amaranto Froilán de Todos los Santos:

Volviendo al asunto, recuerden que los esos tales 'Personajes Preocupados por los pobrecitos canarios' como el señor José Saramago suelen presumir, por ahí afuera y con justiciera razón ("¡Pero casi siempre lejos del terreno de lucha y según el escenario publicitario!" -exclamó Pancho iracundo), de que es lícito e incluso licitador el acto rebelde reivindicativo contra cualquier opresión que sea deshumanizante.

("El durísimo camino hacia lo poquitísimo de bondad social, y por ende individual, que actual y tan contingentemente hay en el mundo está anegado de sangres resecada y fresca, sangres casi exclusiva de gente biófila, de gente indefensa, nada poderosa -poderosa es a la que, en el fondo y en la superficie, sirven aquí esos Personajes Preocupados" -leyó Miranda de un papel, diciendo que son palabras escritas por mí y que, por supuesto, ni recuerdo cuándo las escribí).

En efecto, amigos míos: toda historia oficial o extraoficial es casi exclusivamente criminal -o sin el casi. Están ellas empedradas de ingente cantidad de crímenes con algunos muy exparcidos y pequeñitos rebrotes de verdes bondades -crímenes que suelen terminar siendo además bendecidos comercialmente por la iglesia oficial de turno.

En el caso concreto de nosotros los canarios -paralizados por la ignorantación y la incapacidad para la lucha reivincativa eficaz en pro de nuestra emancipación- la xenofobia (sentimiento que acaba convirtiéndose inexorablemente en tan esterilizante y torturador) se ha vuelto, por naturalísima cobardía colonial, hacia adentro.

Se ha vuelto castradora endofobia que nos convierte en tan amabilitos, tan servicialitos, tan resignaditos, tan nobilitos –como parece ser que por acá nos quieren las gentes saramaguianas fuereñas y los compatriotas colaboracionistas con el poderío español.

Esa misma prensa, que tanto bombo y platillo da al palabrerío, más o menos sincero, del justa -o injustamente- alabado escritor portugués, publicó que aquí, en la Patria Inclementemente Prostituida (y que esa prensa denomina 'Comunidad Autónoma'), ¡deberían haber cien Saramagos!

Estoy de acuerdo, acaso por vez primera, con esa petición. Sí: debería haber cien, doscientos, hasta mil Saramagos. Pues si hubiera cien o doscientos, incluso mil, entonces sería no sólo posible, sino irremediable, la inmediata y tan necesaria independencia de nuestra Sufrida Patria.

Pero lo triste es que aquí hay muchos más de cien, muchísimos más de mil saramagos al vil servicio del colonialismo español. Lo lacerante, lo triste, es que sobran, es que abundan asfixiantes los que en medios de comunicación y centros docentes -o tribunas de notoriedad pública- son saramagos defendiendo sin tregua ni consideración la sumisión colonial de Canarias –defendiéndola con verborreas disfrazadas de progresismos (cuando la realidad enseña que el prioritario e ineludible progreso en una colonia siempre es y será la descolonización), de cosmopolitismos (cuando la realidad enseña que un pueblerío bestializado por el miedo y la ignorantación jamás podrá entender el mundo, ya que ni siquiera se conoce a sí mismo, ya que se limita a repetir cotorramente lo que el amo cruel le ordena que repita), de universalismos (cuando la realidad enseña que lo honestamente universal tan sólo puede ser lo local sin barreras aherrojadoras), de solidaridades (cuando la realidad enseña que está incapacitado para ayudar con eficacia al vecino quien ha sido desposeído a la fuerza de la capacidad para ayudarse a sí mismo).

¿¡Qué le vamos a hacer!? (y suspiró afligido Amaranto Froilán de Todos los Santos). Siga usted leyendo eso que tiene sub-rayado ahí, señor Armiche; y perdone la interrupción.

A lo que respondió el anciano: se acabó lo que quedaba. Escuchemos a los amigos Ramírez y Pepe Pérez en una rancherita mexicana de las suyas. Y les cantamos Seis años -de José Ángel Espinosa Aragón Ferrusquilla y a petición de Amaranto Froilán de Todos los Santos-, ¡Qué manera de perder! -de Cuco Sánchez y a petición de un cliente asiduo del cafetín- y La araña –de José Alfredo Jiménez, a petición de Miranda.

No hay comentarios.: