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El libro Historias con vida, de Florencia Arbiser, recoge los testimonios de familiares de algunas víctimas del atentado a la AMIA, que lograron salir adelante a pesar de la pérdida.
El tiempo cura las heridas. Hay que seguir viviendo. Sólo un par de las decenas de frases hechas que pueblan el "manual del consuelo" al que se echa mano automáticamente cuando llega el momento de dar aliento a aquellos que han perdido a un ser querido. Sin embargo, y a pesar de que a fuerza de costumbre la cáscara de las palabras le haya ganado terreno al sentido, esos dichos siguen atesorando su verdad primitiva. De ello son prueba las quince historias que recoge Florencia Arbiser en su libro "Historias con vida. AMIA/ 15 años", cuyos protagonistas son personas a las que el atentado les arrancó la vidas de algún familiar cercano y hoy, 15 años después, aunque no claudican en el reclamo de justicia, siguen adelante.
A las 9.53 del 18 de julio de 1994 una bomba destruyó la mutual y las vidas de 85 personas. La onda expansiva hizo escollos en sus familiares y amigos. Al igual que el edificio ellos, ladrillo a ladrillo, se dieron a la tarea de reconstruir sus vidas. "Desde ese momento, se levantan todos los días con una carga muy pesada; yo quise contar cómo, a pesar de eso, viven, aman, tienen amigos, hijos, parejas, militan, pintan, leen, escriben poesía o libros para difundir lo sucedido", explica la autora del libro editado por Lilmod.
Tras cinco mudanzas, Horacio e Isabel Velázquez junto a sus tres hijos se instalaron en un departamento ubicado en Pasteur al 600. En el momento de la explosión, él ya estaba en el trabajo. Ella, justo ese día había empezado una licencia de trabajo, para pasar más tiempo con los chicos durante las vacaciones de invierno. Él se tomó el subte, bajó en la estación Pasteur y caminó tres cuadras sobre el polvo. Alzó la cabeza y vio su departamento destruido. Allí se lanzó a una frenética búsqueda de su familia. El derrumbe, para él, llegaría poco después: Isabel había muerto y Gustavo, el menor de sus hijos, estaba muy grave. Al día siguiente de sepultar a la mujer con la que había vivido 30 años, el chico murió.
"Con Fernanda y Diego –sus otros dos hijos- hicimos como un fuerte. Nos apoyamos entre los tres", cuenta hoy Horacio. Su nuevo departamento, en Palermo, está decorado con los óleos que comenzó a pintar años después de la tragedia. A fines de la década pasada, durante las clases de yoga conoció a Elvira y hace más de diez años que son pareja. Por ahora, no comparten el mismo techo. "Me gustaría vivir con ella. Pero Elvira es la que manda y por ahora no quiere".
La de Horacio es una de las quince historias –una por cada año transcurrido desde el atentado- que Arbiser recorre en su libro. "Busqué diversidad para mostrar la universalidad del terrorismo: argentinos, bolivianos, chilenos, judíos, católicos, trabajadores de la mutual, vecinos, o quienes se encontraban circunstancialmente en la sede de la calle Pasteur", señala. Historias de aquellos que, a pesar del dolor, lograron sobreponerse a la falta de esos seres que hacen tanta falta.
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