Es una secuencia porque en esta alta noche cordobesa, cuando debo escribir una crónica urgente sobre la presentación que hicimos juntos en El recodo del sol, un espacio cultural de Unquillo, comienzan a pasar las imágenes, los momentos compartidos con este trovador-folklorista-cantautor-poeta del norte argentino.
Vienen sin orden ni concierto esas memorias recientes, pero igual aparece primero su llegada a La Habana en el año 2005 para participar en el Encuentro contra el terrorismo y en el concierto de homenaje a Víctor Jara que organizamos entonces, junto a cantautores de varios países del Continente. Nos cabrá siempre la alegría a la gente del Centro Pablo por haber sugerido a los organizadores del evento que llevaran a la Isla a aquel joven que actualizaba los resortes memorables del folklore de su país, reelaborándolo con sonoridades y acercamientos actuales, proponiéndoles además a sus contemporáneos (entre ellos, a los más jóvenes), una ética de la participación y el compromiso: un ejercicio de la autenticidad que no siempre se encuentra sobre los escenarios en estos tiempos que corren.
Raly Barrionuevo estremeció a la gente reunida en el Karl Marx cuando defendió la belleza de "Una mujer", la canción que dedicó a Violeta Parra, madre de tantos trovadores que en el mundo son. La batería de su guitarra estalló en los inicios de aquel canto, y fue el canto desnudo precisamente lo que llenó los aires de aquel teatro inmenso. Quizás aquel momento de magia compartida recibió su mejor explicación poco después, cuando Raly conoció personalmente a Silvio en el patio del Centro Pablo y escuchó que éste le respondía así a su saludo: "eres joven, haces canciones hermosas, tocas bien la guitarra, tienes una gran voz: qué más te puedo decir".
Quizás este no fue el orden de los adjetivos o la progresión de la frase, pero eso no importa tanto
mientras siguen llegando las imágenes de esta secuencia formidable. Así vuelve Raly a La Habana, acompañado por el guitarrista de su banda, con nombre de resonancias inolvidables allá y aquí en la Argentina (como en tantos otros claros rincones del mundo): Ernesto Guevara. Juntos realizaron aquella visita que propuso el Centro Pablo a los amigos del Ministerio de Cultura para que Raly compartiera con trovadores y trovadoras de varias provincias. A partir de un concierto inicial en la Casa de las Américas, Raly se presentó con su banda en Pinar del Río y Santa Clara para concluir esa gira doblemente fecunda en el patio de Muralla, espacio de los trovadores y las trovadoras de todas las generaciones y tendencias en la Isla.
Durante esas estancias habaneras y después en algunos encuentros rápidos en Argentina hubo tiempo para conocer de cerca la poética de Raly que admiro y comparto: "Ser músico tiene un valor que excede al protagonismo de una persona en particular. La canción como hecho artístico es importante en cualquier lucha, ya que puede ser una herramienta de resistencia". Así lo ha expresado en alguna entrevista periodística, pero lo dice también todos los días desde el ejercicio de su oficio creador, ajeno a las poses de gran figura (aunque ya sea una gran figura de la música argentina) y a los enmascaramientos que el éxito muchas veces propone o impone. La transparencia y sencillez de su vida es probablemente lo que alimenta la frescura de su creación artística. Aquel muchacho de Frías que vive en Córdoba desde hace años, que se ha presentado en muchas regiones de su país y en Cuba, Chile y Venezuela, que disfruta desandar territorios vecinos en un yip intrépido y medio desvencijado, que responde al llamado de los campesinos atropellados y de los obreros que recuperan la dignidad de sus espacios, quiere mantener viva esa raíz auténtica que lo nutre, como explicó en otra entrevista, la última que citaré en esta crónica urgente:
Ahora, por ejemplo, estoy comenzando a necesitar espacios de libertad que sin darme cuenta fui perdiendo, al entrar en el aparato y cargarme de responsabilidades. (…) Esa cuestión de decir: agarro mi guitarra y me voy un año de mochilero por Latinoamérica. Antes sí la tenía. Es un sueño que dejé en algún lugar, cuando transformé esto en una profesión. (…) Por supuesto que está bueno estar donde estoy, y es un lugar bien ganado, pero siento que tengo que recuperar esos sueños desprejuiciados. (…) Lo que sí me gusta sentir es el reconocimiento, la gente se da cuenta de que lo que hacemos es de verdad. Me gusta porque a donde voy ya me asocian con cosas con que siempre quise que me asociaran.
Así lo asociaron –lo reencontraron– los trovadores y las trovadoras y las gentes que lo vieron llegar hace dos años a la Feria del Libro de La Habana, junto a otros músicos y artistas argentinos, llevando esta vez su banda de colaboradores y amigos: Ernesto Guevara, el Mono Banegas, César Elmo, llevados de la mano de una productora que es parte de la familia querida, Camila Iglesias.
Esta crónica-secuencia de Raly culminará en Unquillo, donde compartimos canciones y poemas con la gente que desafió el frío de este inestable invierno cordobés y las incesantes advertencias mediáticas sobre la gripe que se ha extendido por el país, sobre todo en las últimas semanas. Pero antes estoy escuchando "Tu estrella", la canción de Raly incluida en el volumen de la Colección Palabra viva que preparamos en el Centro Pablo para celebrar los ochenta años del Che. La escucho aquí ahora, desde el CD que en otros momentos trae las voces de poetas como Nicolás Guillén o Mario Benedetti, y vuelvo a escucharla en el patio del Centro Pablo y la escucho más cerca aún, hace apenas un instante, en el salón de este centro cultural de Unquillo donde estamos compartiendo la maravilla de un público cómplice que va del poema a la canción y de la canción al poema, recorriendo un camino que es (o debiera ser siempre) el mismo y otro a la vez.
Así se cierra (¿se abre?) esta secuencia desde Unquillo. En el centro de ella están estos días que pasamos allí en la casa de Raly y Mariana, multiplicando con María y con Ariel y Lily, los trovadores cubanos invitados a esta fiesta, y con Romina Pezzelato, esa voz encontrada, la maravilla de la solidaridad entre las fosforescencias de la creación y el calor verdadero de la amistad compartida. Fuimos testigos afortunados de los trabajos finales del disco que Raly está terminando justamente ahora. No ha habido mayor suerte en estos días cordobeses que asistir, en los salones abiertos e inesperados de la casa de Unquillo, a esos repasos del disco realizados por Raly, el maestro Luis Gurévich, productor artístico del proyecto, y un virtuoso de la guitarra popular, Luis Chazarreta. O despertar cada mañana, en medio de ese campamento simultáneo de la canción y la poesía, escuchando la gran voz de Raly (qué más te puedo decir), quien disfruta cantando para sí, como un niño, los aires de pueblo que viajan en las piezas contenidas en Radio A.M., el nuevo disco: canciones de rescate memorioso, arreglos de belleza impresionante e interpretaciones que serán difíciles de olvidar.
Así se cierra, se abre, esta secuencia de Raly desde Unquillo. Juntos conversamos allí, desde la poesía y la canción, con la gente atenta y amiga, compartimos historias de amores y desamores, versos y melodías de ríos o ciudades, palabras comunes de gentes que creemos, a nuestra manera, en el mejoramiento humano de que hablaba un poeta de nuestras tierras hace más de cien años. Ahí están, ahí estarán, en las fotos, las imágenes de esa noche de magia compartida. Y si las palabras y las músicas no fueron grabadas por alguna negligencia local, no importa tanto. Ya se ha visto en esta secuencia urgente reconstruida en la alta noche cordobesa que la memoria, alimentada por la amistad y los sueños comunes, puede re-vivir y re-crear la maravilla de la imaginación y los fulgores de la resistencia.
Entonces: qué más les puedo decir.
Víctor Casaus
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