'Hoy desapruebo algunas ideas limitadas que tuve
acerca de la libertad. Una cosa es querer transformar un Estado, y otra
bien diferente es intentar derrocarlo.'
Desde su himno a Las Artilleras, en defensa del régimen —por
el que le dieron "El Machete" de Máximo Gómez, premio de las FAR— hasta
sus críticas guarachas que tanto revuelo armaron en el exterior y
tantos líos, prohibiciones y ostracismo, le buscaron en la Isla —Ciento por ciento cubano, Marucha la jinetera, Abuelo Paco, Él tiene delirio de amar varones, Amigo palero, La Habana está poblada de consignas—, Pedro Luis Ferrer es el mismo trovador con su guitarra.
El mismo que interpreta a Segovia y Albéniz, que compone Carapacho pa’la jicotea y el Mario Agüe que pegó Celia Cruz. El mismo autodidacta, poeta, compositor para orquestas de cámara, autor de canciones para ángeles, como Mariposa,
de sones y changüis cubanísimos. Crítico para unos y en la cerca para
otros, gústele a quien le guste, está en Miami. Quería hablar con Pedro
de su música. Pero terminamos hablando de Cuba. O él hablando, porque
Pedro Luis, curándose en salud, me pidió las preguntas por escrito. Y
éstas fueron sus respuestas:
A principios de los 80, no salías de la televisión, luego desapareciste o te desaparecieron. ¿Cómo fue?
A finales de los 80 intenté presentar en la TV algunos de mis
primeros temas críticos y reflexivos; y entonces topé con la negativa de
los productores. Comencé a percibir que la TV estaba ofreciendo una
imagen fragmentada de mí. Las puertas estaban abiertas para las
canciones festivas y de solidaridad con el proceso revolucionario, pero
absolutamente cerradas para la crítica. Mi insistencia en estos temas de
protesta hizo que los productores de entonces dejaran de programarme.
Más adelante, ya en los 90, hubo otras complicaciones con la
burocracia debido a entrevistas que me hicieron en el extranjero, donde
tocaba temas considerados tabú. Estando yo en Perú supe que, debido a
una de esas entrevistas, habían dado la orden de no poner mi música en
la radio y la TV. Cuando regresé a la Isla, me encontré un ambiente
sórdido y distante.
La tapa al pomo la puso el breve, espontáneo e ingenuo vínculo que
tuve con personas que estaban consagradas a una organización ilegal de
defensa de los derechos humanos, muy vinculada a la Oficina de Intereses
de Estados Unidos en La Habana, lo cual yo desconocía. Eso exacerbó la
animadversión de algunos funcionarios que se apresuraron a considerarme
enemigo y decidieron apartarme de mi labor profesional por dos años.
Buena lección. Entonces defendí mi derecho a relacionarme con
cualquier ser humano, sin discriminar su filiación político-ideológica.
No fueron dos años de inmovilidad: decidí irme a Guantánamo a estudiar
la cultura del changüí, algo que tenía pendiente. Mi obra de estos
últimos años tiene mucho que ver con esa vivencia. Ahí recibí el apoyo
del Conjunto Artístico de las FAR, radicado en la zona de Sabaneta. Fue
una experiencia muy provechosa en el orden estético y ético. Nadie
cuestionó mi ideología ni mi criterio político. Todos fueron solidarios,
a pesar de que la mayoría era de oficio militar.
Escribiste "si no me voy de Cuba, no entiendas que me quedo,
transito en una gruta de esperanzas y miedos". ¿Entonces, por qué no te
fuiste?
La canción intenta decir que hay muchas maneras de irse y de quedarse
en un país, más allá del acto propiamente físico y geográfico. Cuando
mueren nuestros padres, por ejemplo, es como si muriera un trozo de la
patria. Así ocurre que la patria es un hecho afectivo mutante. No hay
que verlo siempre en el sentido político.
Has hecho canciones, guarachas, temas para la televisión,
música de cámara, ¿compones por inspiración o también por encargo, por
oficio? ¿Te apoyas en la guitarra o el piano?
Puedo componer por encargo siempre y cuando lo asuma como algo
propio, algo que me inspira. El oficio es imprescindible para lograr una
obra eficiente, que cale la sensibilidad ajena y propia. Puedes estar
muy inspirado y escribir algo que no provoque que resurja el sentimiento
inspirador. ¿Instrumentos? Hoy por hoy, escribo la música sólo con la
cabeza y el corazón.
Los premios más importante de la música estadounidense, el
Grammy y el American Music Award, son premios de la industria, que
muchas veces no coinciden con la calidad. ¿Como calificarías la música
que se hace para consumir, para entretener, la que vende millones de
copias y pronto se olvida?
Bueno, la música para mí es una esencia que puede o no satisfacerme
estéticamente; independientemente de lo que luego se haga con ella en
nombre del comercio, la religión, la política... No puede juzgarse la
calidad del arte al margen de la necesidad estética de cada persona o
grupo social. Los intereses extra artísticos que se valen de la música
siempre serán múltiples e interminables.
La guaracha, el son, la conga, el mambo, el bolero,
recorrieron el planeta, por medio siglo. Cuba no ha dado nuevos ritmos
al mundo, ¿qué ha pasado?
Creo que ritmo y género no son exactamente lo mismo. No obstante,
cualquier ritmo que haya surgido en la historia de la música cubana está
implícito en el arsenal milenario del mundo. Son cristalizaciones,
especie de fotografías, abstracciones plasmadas y diseminadas por la
espontaneidad colectiva, como el son, o por los creadores individuales
(en realidad re-creadores). En la mayor parte de las veces, la autoría
individual ha tenido como aliada la ignorancia o indiferencia social que
ha aceptado de buena gana el "invento" como un aporte de un autor.
Pienso que más bien ha decaído el interés por participar en esa especie
de ficción.
Gabriel García Márquez me dijo en entrevista para la revista Opina
que los cubanos no cuidaban su música popular y corrían el peligro que
el filón comenzara a extinguirse. Veinte años después de esa entrevista,
¿qué opinas?
Sabemos que García Márquez es un hombre sabio. En todo caso, él se
refería a que en ese momento los cubanos no cuidábamos nuestra música
popular. Fue la percepción que tuvo en un momento dado. Creo que de no
haber nosotros cuidado nuestra música popular, habría ocurrido tal
desgracia. A lo mejor su opinión sirvió para alertar al respecto, pues
hoy existe en la Isla un Instituto de la Música, excelentes escuelas,
orquestas, y trovadores formidables. Lo cierto es que el filón no se
extinguió, sino que más bien se ha renovado y desarrollado.
Tus últimos tres álbumes, Intangible, Rústico y Natural,
se han publicado fuera. En La Habana solo te han grabado un CD con tus
viejos éxitos de los años 80. ¿Contaron contigo? ¿Te pagan derechos? ¿No
te llaman en Cuba para grabar?
Trabajo desde hace cuatro años con una discográfica norteamericana
que no tiene convenios con Cuba para la publicación de mis discos en el
territorio nacional. Tengo entendido que hay leyes en EE UU que impiden
esa clase de convenios con la isla socialista. Sin embargo, no creo que
la discográfica haya hecho gestión alguna para publicar estos discos en
La Habana. Al menos el Instituto de la Música de Cuba me han expresado
su disposición a reeditar esos CDs
.
Respecto a lo que se me ha publicado en Cuba, existen tres largos de acetato: Pedro Luis Ferrer, Espumay arena y Debajo de mi voz. Hay una selección de estos materiales que se tituló Lo mejor de Pedro Luís Ferrer. Ciertamente, no participé en dicha selección, y vine a ver el disco después de consumado.
Hace años que grabo felizmente en el modesto estudio personal que
tengo en casa. Soy un productor completamente independiente, y no
cambiaría esta suerte por nada del mundo. Todos lo saben, así que
supongo que por eso no me convidan. Muy pronto intentaré fundar mi
propio sello discográfico, en cuanto termine con mi contrato actual con
Ultra Records.
¿Eres de los que tienes que agradecer a Steve Jobs, grabas en tu casa?
Grabo de muchas maneras, pero realmente el ordenador es un instrumento imprescindible y liberador.
Dijiste que tu guaracha Ciento por ciento cubano tenía estrofas obsoletas. ¿Cuáles?
Ya los cubanos podemos hospedarnos en nuestros hoteles. El CUC, aunque tenido como divisa, es moneda nacional.
Las guarachas del teatro bufo, las de Ñico Saquito, las que
cantaban Pototo y Filomeno, las de El Guayabero, tienen humor, picardía,
erotismo. También La vaquita Pijirigua, Inseminación artificial... Luego tus guarachas se entristecen. Silvio Rodríguez dijo "con tanto motivo para no reírse como hay", ¿estás de acuerdo?
La guaracha es un género festivo que llega a Cuba con el teatro
español y va nacionalizándose, según va incorporando los ritmos y cantos
del pueblo y los asuntos de la naciente nación criolla. Ahora bien, lo
que decide que un tema sea guaracha no es la música, sino el texto.
Debe ser festivo y jugar con el recurso del doble sentido que
transgrede lo establecido, sea de índole política, moral, religiosa...
La guaracha cubana es sonera, pero podría hacerse una guaracha con aire
de vals. Porque, repito, lo decisivo es el texto. Eso quiere decir que
no puede haber guaracha triste. Otra cosa en la canción triste con aire
de son. Porque el ritmo también puede expresar tristeza.
Y siempre hay motivos para reír y llorar, en todas partes.
En 2011, después de años, diste tu primer concierto en un
gran teatro como el Mella (y se
quedaron cientos sin poder entrar).
Después de cantar Él tiene delirio de amar varones,
exclamaste: "Hay que decir lo que uno piensa para poder defender a este
país", y el público estalló en aplausos. ¿Cómo ligas eso con la
penalización de la discrepancia ideológica?
En Cuba no existen leyes que respalden la protesta pública. Eso es
algo que, con el tiempo, quizás pueda modificarse. Dependerá de muchos
factores. Pero, a decir verdad, dentro de las instituciones cubanas hoy
existe mayor libertad de expresión que en los años 90.
Desde luego, dentro de ellas existen ciertas restricciones, pero si
elaboras un discurso inteligente y respetuoso, cuentas con un margen
potable para expresar el desacuerdo y la discrepancia. Respecto al arte,
creo que hay un margen de expresión casi ilimitado, sobre todo si te
mantienes dentro de las fronteras del arte.
Eso es algo que ha cambiado sensiblemente. Por lo demás, subsiste el
fuego hacia cualquier protesta radical y extra-institucional, calificada
de disidencia, sobre todo con quienes se enlazan con embajadas y
organizaciones del exterior que combaten a la Revolución.
No califico el asunto, sencillamente digo cómo es. Así que no puede
hablarse propiamente de penalización ideológica: creo más bien que hay
una lucha por mantener la soberanía sobre las fronteras del Estado, una
exigencia a que nos expresemos dentro del margen de libertad que ofrecen
las instituciones, margen que va ensanchándose cada vez más. Una cosa
es querer transformar un Estado, y otra bien diferente es intentar
derrocarlo.
Afirmas que lo único que intentas demostrar es la obra, ni un
milímetro fuera de ella. ¿No es eso un mecanismo de defensa? ¿No tienes
como Lázaro, miedo a morirte de nuevo?
Uno siempre está muriendo. La vida es, entre otras
cosas, el camino hacia la muerte. No obstante, el ser humano se aferra a
la creación como una tabla salvadora, como un acto de prolongación. El
arte es una nueva realidad, por más que intente reflejar la realidad.
Mientras la ciencia procura desentrañar la verdad objetiva, el arte
surge ahí donde el hombre confunde la subjetividad con el mundo
circundante. Sin Beethoven no existiría la obra de Beethoven. Lo
importante para el arte no es el árbol en sí, sino la percepción del
árbol. La verdad artística no puede encontrarse fuera de la obra de
arte. A eso me refiero.
Dices que no solo fuiste una víctima sino que también has sido victimario. ¿Les has hecho daño a alguien con tus canciones?
Nuestro pensamiento cambia inevitablemente con el devenir del tiempo.
Lo que ayer nos parecía hermoso, hoy puede espantarnos. En muchos casos
hemos sido presas de la ignorancia. Ser culto, decía el Apóstol, es el
único modo de ser libres. Hoy desapruebo algunas ideas limitadas que
tuve acerca de la libertad. En ese sentido encarnamos la doble condición
de víctimas y victimarios. Unos versos que escribí: El hombre que ya no soy/ echó a caminar a ciegas entre maniguas y vegas/ hacia el sitio donde estoy.
En Miami muchos cuestionan los artistas que vienen de Cuba. Y en la Isla no presentan a ningún artista del exilio, ¿qué opinas?
Bueno, sería más exacto decir que en Miami alguna gente desaprueba la
presencia de artistas residentes en la Isla; porque muchos —la mayoría
quizás— la aplauden. Tampoco es exacto decir que en Cuba no pasan a
ningún artista del exilio. Sé de artistas que viven en EE UU y se
presentan allá. Tampoco es exacto decir que todos los artistas cubanos
que hoy viven fuera de la Isla son exiliados. Incluso hay algunos que
han vuelto a radicarse en la Isla. No hay cosa que el tiempo no
modifique.
Nuestro himno nacional dice que morir por la patria es vivir. El lema de estos 50 años es "patria o muerte". ¿No es lo mismo?
No hay nada peor que descontextualizar. La lógica tiene que ser
histórica, no arbitraria. El texto del Himno Nacional surgió en un
momento específico de la historia de nuestro país. Surgió como reflejo
de una espiritualidad y apetencia muy determinadas por una época
totalmente diferente a la nuestra. No obstante, en la mayoría de los
cubanos persiste el amor a la patria, y el Himno sigue siendo un símbolo
de respeto hacia la nación cubana.
Sin embargo, para muchos cubanos de hoy, el martirologio y el
sacrificio ha dejado de ser la piedra filosofal que moviliza sus
sentimientos. Incluso hay quienes se sienten enajenados de la patria y
se han ido a otras tierras en busca de la libertad. En todo caso,
depende del peso que tenga la patria en nuestra felicidad. Martí decía: Patria es humanidad.
Sin dudas, para estar dispuesto a dar la vida por algo, ha de calar muy
hondo en nuestros sentimientos y debemos sentirlo como algo muy
nuestro. De seguro, yo daría mi vida por mis hijas.
El desarrollo tecnológico hace posible que casi cualquier
persona pueda escuchar la música que quiera, como también las noticias
que quiera. ¿Cómo ves esto en el futuro de la sociedad cubana?
Eso ha calado ya, desde hace mucho, en la sociedad cubana.
Se debe juzgar a un artista por su obra o por su conducta. ¿Y a ti, como te gustaría que te juzgaran?
En principio, a mí no me gusta que me juzguen. Para los chinos, por
ejemplo, el opuesto al amor no es el odio, sino la justicia. Por eso
intento juzgar lo menos posible. Es un problema de vocación: no tengo
alma de fiscal. No obstante, cada cosa requiere su valoración
específica. La obra ha de cumplir con los requisitos estéticos; y la
actitud, con los éticos. Si estética y ética van juntos en calidad, pues
me parece bien. De lo contrario, me quedo con la parte que más me
satisfaga.