Por Susana Méndez
Los
artistas que trabajan mucho, bien, y además son capaces de plasmar en
sus canciones lo que muchos sentimos y no sabemos decir, no necesitan
pretextos para ser entrevistados, siempre hay motivos.
Confieso que tengo un poco mutilado el sentido crítico con Gerardo Alfonso, porque es uno de los pocos amigos que conservo de la primaria, y nacimos con la Revolución; son muchos años juntos.
El primer libro de Baudelaire que leyó, Las flores del mal,
yo se lo presté y me lo devolvió; cuando se cansó de sus cactus -debe
haber sido por las espinas-, yo los heredé; él me llevó al Yara, para
consolarme de un desamor, a ver Nuestros años felices, de Sydney Pollack.
El recuerdo de aquel niño de rodillas flacas que me esperaba en los
bajos de mi casa para ir al 6º grado, no me abandona; y tampoco el de
aquel joven que se sentaba en un muro de la entonces gasolinera de 21 y D
a cantar-cantarle a los amigos que pasaran.
Gerardo es un orgullo de mi generación, o al menos de la parte de mi
generación que pensamos igual, o más o menos, como él. Cuando compuso Amigos, del disco A orillas del mar, algunos pensamos que una vez más escribía la canción que nosotros sentíamos.
El trovador es un hombre de pensamiento profundo, con ideas a tener
en cuenta acerca de la realidad que lo rodea; ideas que vuelca en sus
canciones y conversaciones, como lo hizo con el Periódico Cubarte.
¿Quisiera comentar acerca de sus experiencias con la discografía en Cuba?
En realidad hacer discos en Cuba es un riesgo que se corre,
porque después del triunfo de la Revolución cortamos el cordón
umbilical con la industria discográfica y ahí se perdió el oficio de
producir los discos. Cuando se trató de retomar se formó un libre
albedrío, a pesar de la voluntad de las instituciones; nadie asesoraba
porque nadie sabía, cada cual hacía los discos como pensaba que debía.
Años después me di cuenta de que si hubiera tenido desde mi primer
disco un opositor que me cuestionara todo el acople, el arreglo, para
que no salieran mis canciones como las siento, hubieran quedado mejor
los discos. Así le pasó a mucha gente en la canción de autor, la música
de concierto y la popular también; tenemos un cúmulo enorme de discos hechos en Cuba que no compiten en el mercado internacional. Puedes mandar al demonio al mercado, pero la música es un producto también para ser vendido
y ¿quiénes son los que logran vender? Los que copian los patrones
establecidos por el mercado ya sea de la música ligera, de
entretenimiento sin cabeza, o de la música pensante.
Hay artistas en Cuba que tienen un discurso alto poética, artística y
socialmente, pero su gran éxito ha sido copiar miméticamente el patrón
comercial establecido dejando en un rincón las tradiciones y sonidos
cubanos y acomodarse a lo que ya se comercializa, por lo que han tenido
gran venta, además de la calidad.
¿Hacemos la historia de su propia discografía?
Volando hacia la luna
Mi primer disco Volando hacia la luna lo hice en Italia, en
1990; a los dos meses me encontré que era un disco super frío; había
sido producido por mí y grabado en un estudio que alquilé con el dinero
que me pagaban por los conciertos y lo grabé como yo pensaba que debía
ser, instrumento por instrumento. Fue una producción espantosa y el
mejor tema fue en el que dejé a los músicos que tocaran solos, por su
voluntad, se llama Volando hacia la luna, está en Sábanas blancas y es un tema trascendente.
Los lobos se reúnen-Sábanas blancas
El segundo disco fue una solicitud que le hice al Instituto Cubano de la Música, que a su vez le pidió a la EGREM,
fue en el 1993- 94. Acopié un grupo de canciones que yo sabía que
funcionaban, más dos o tres nuevas y preparé un disco para poder seguir
“echando la pelea” y resultó Los lobos se reúnen, que después se llamó Sábanas blancas.
En este hay un grupo de canciones que desde el punto de vista estilístico y de orquestación no tienen nada que ver. Están Quisiera, Giovanna, Yo te quería María, Paranoico, Sábanas blancas, Los lobos se reúnen; es decir, está casi la esencia de todo lo que yo he sido después, aunque no lo creo, pero así ha ido pasando. Los arreglos son como los concebí, el sonido como pensaba que debía ser, y es mi disco más reconocido; un disco lleno de defectos técnicos es el que me identifica y eso es un boomerang, porque a la vez que están esas canciones tremendas, tiene un sonido que no complace a las exigencias del mercado.
Diviértete un poco
Al año siguiente hice en Alemania un disco mejor desde el punto de
vista del sonido, pero la disquera con la que lo grabé estaba intentando
abrirse paso en el mercado y quebraron, por lo que me quedé con ese
máster y nunca lo pude negociar en Cuba.
Era la época de la salsa y el disco tenía temas de salsa, de
Worldmusic ,de Avangar; es decir, una mezcolanza. Recuerdo que un
director de programas de televisión no me quiso presentar porque yo no
era salsero y su espacio era para la salsa; no obstante salí en un
programa de Raquelita Mayedo con la banda de salsa que me inventé
(risas) porque sobre todo era un salvavidas, cogía la música para
salvarme. Era el Período Especial, o me comía una hoja de plátano o me
buscaba con la música unos kilos; por eso hice ese disco que se llamó Diviértete un poco y que es un máster que todavía tengo.
Recuento
Después hubo una celebración en la Casa de las Américas por el 25 aniversario de la Nueva Trova.
De los 25, yo tenía 17 a mi favor y en la conmemoración yo no oía
hablar de mí por ninguna parte, por lo que pensé que tenía que
defenderme. Cuando me propusieron hacer un concierto, decidí hacer un
recuento de mis 17 años. El concierto se grabó en una casettera y como
fue tan emotivo, los de la Casa resolvieron llevarse el casette para los
estudios Abdala y masterizarlo. Lo convirtieron en un CD que se llamó Recuento y lo presentaron en Cubadisco ese año en la categoría testimonio; como era el único disco que concursaba, ganó el primer lugar (risas).
Con ese disco también inauguré el sello discográfico Casa; pero no
tenía número de serie y por tanto hay mil discos de este álbum que
tienen el número cero, pues tampoco tienen número de serie. Pero el mío
fue el primero, lo cual para mí es un gran privilegio.
A guitarra Limpia
A los pocos días se inauguró el Centro Pablo de la Torriente Brau.
Yo fui, creo, el tercero de los trovadores en cantar allí. Un poco para
legitimar el espacio, hice un concierto bonito y se grabó también de
manera precaria, pero quedó ese disco -y todos los que se grabaron en
ese tiempo- como patrimonio. Ya tienen hechos como 80, pero el mío fue
de los primeros.
El ilustrado Caballero de París
Después entré en el siglo XXI con El ilustrado Caballero de París, que hice con la EGREM y que contiene canciones medulares en mi carrera, porque me gustan a mí; pero la selección que hace la vida después es otra.
Momentos
Momentos, lo hice con Abdala, que iba a ser
el de la Luna, pero allí me dijeron que ya estaban pasados en cuanto a
música sinfónica, que para el mío no tenían presupuesto y que me
inventara otro proyecto. Acopié rápidamente otro grupo de canciones y
Juan Manuel Ceruto me hizo la producción y los arreglos.
Las Cosas que yo te cuento
El tercero lo hice en Ecuador, a donde me fui con un pianista que yo había tenido y que vivía allí. En ese disco casi todas las canciones son de amor, no hay cuestionamientos sociales, salvo la última, Luces,
que habla de mí; porque en esa época -2003 o 2004-, yo estaba rebelde
ante la excesiva rebeldía de todos los artistas que estaban cantando. Era
una época en la que el rap era muy masivo y había muchos raperos
cuestionando la realidad y a mí me parecía que faltaba un oasis en medio
de todo aquello.
Por eso lo hice con canciones que no tenían nada que ver con lo que
se estaba haciendo en ese momento. A nadie le importa “el amor en los
tiempos del cólera”, y no pasó nada con el disco; ni siquiera pude hacer
un video clip. Pero eran canciones muy hermosas y cuando pasó la euforia de la “contestatariedad” el disco resurgió con canciones que sobreviven, como Alguien me habló de amor, del 89, e Inusitada flor del desierto que yo hago con la guitarra y encanta siempre. Y está también Claudia, dedicada a mi esposa. Es un disco muy bonito.
Raza
Después de eso, y por una conversación que tuve con una compañera de trabajo, me metí a hacer un disco que se llamó Raza,
es un disco típico Worldmusic donde uso los elementos de la racialidad y
de la negritud en un discurso sano, sin confrontación, porque no me
interesaba; solo quería plantear la diversidad. La portada tiene una
mano negra y otra blanca estrechándose; hay cosas en él que me encantan,
de hecho es la primera vez que yo grabo en un disco dos ochangas La droga mía y Dime dónde estás, para mí ya eso es bastante meritorio, porque es un género nuevo.
A orillas del mar
A orillas del mar fue conscientemente pensado, enteramente temático y con un sonido específico y un género que es el guayasón. Como
los cantautores no hacemos generalmente discos genéricos, me daba
miedo que resultara monótono y lo llevé a un eclecticismo de estilos; hay guayasones balada, rapeados, rockeros o más latinos, para que fuera interesante.
Yo le tenía mucha fe a la canción que le da título al fonograma que
habla de la década del 70, de cuando nosotros estábamos en la secundaria
Guido Fuentes y, de hecho, el disco se lo dedico a esta escuela. Yo
pensaba que esa iba a ser “la canción del disco”, porque resumía toda
una generación y toda una época; sin embargo, la que salió a flote sola, independiente de todas las demás y me tiró el disco a una existencia real fue Amigos, que la
hice porque la sentía, pero no contaba con que iba a alcanzar una
dimensión universal y le hablaría no solo a la generación de nosotros.
También ocurre que la amistad es desinteresada y la canción es
desinteresada también, porque no conté con ella para hacer parte de mi
carrera, la hice contando lo que yo sentía de mis amigos, y salió una canción genial que no me atribuyo, sino que atribuyo a la amistad. Comparándola con otras canciones a la amistad, un poco distanciado y medio maldito, digo: vale (risas).
La cima
La cima es también de guayasones, y habla de la cima a donde
queremos llegar todos y que en la actualidad se ve como una pirámide
donde solo cabe uno encumbrado, pero que yo la concibo como una gran
meseta alta con espacio para todos. Me empecé a meter en el tema y a
componer canciones con diferentes aristas del asunto y cuando el disco
estaba listo para grabar me di cuenta de que era completamente elitista,
¿qué hago yo hablando de la cima con todos los problemas económicos y sociales y de “caldero” que hay hoy en Cuba?
Y me vi atrapado en ese hecho artístico un poco vanidoso. De todas
maneras incluye canciones que tienen una dimensión social como La era de los ciegos o Lo que Dios te dio.
¿Tienes discos pendientes de grabación?
Tengo como diez discos organizados para grabar con valor de
uso social, popular, cultural y artístico, pero no los he podido hacer
porque las disqueras cubanas están saturadas de mí y hay muchos otros
artistas que necesitan que se hagan sus discos, porque no los tienen.
La ruta del esclavo
No creo que las disqueras estuvieran preparadas para asumir el planteamiento que yo quería proponer en el referido a La ruta del esclavo. Es un proyecto discográfico -está intacto ahí, con todas sus canciones- que surge de la idea de la UNESCO
de hacer el itinerario que empezaron en los 90; a partir de esa idea
compuse algunas canciones y otras que ya tenía sobre la racialidad.
A veces me preocupa que el disco resulte monotemático y pueda insultar. He
procurado que no sea ofensivo. Hay entretenimiento, imaginería,
canciones al güije o a diferentes tópicos; pero también está la denuncia
social, no la típica de que yo soy una víctima y que aquellos señores
blancos me maltratan, no, no, no, es una cuestión de conciencia, porque
en ambos lados tenemos montones de problemas que resolver y tenemos que
resolverlos juntos, no se pueden resolver estando separados.
Pero el argumento, la coartada para no hacer el disco es el presupuesto, y me van dando “vaselina”.
Pasó el año de los afrodescendientes y no pude hacerlo;
y estamos en el medio del año de la cultura afrocubana -en el que
declararon la rumba Patrimonio de la Humanidad-, y tampoco hay
presupuesto. Pero no soy pesimista, he hablado con algunos dirigentes
culturales que me respaldan en esta faena y me van a ayudar a grabarlo
humildemente.
Diosas y dioses
Diosas y dioses es de ochanga nada más, es cantautoral, pero también tiene un concepto de baile popular; es
una conquista enorme llevar un disco asimétrico de compases 5 por 4 a
una danza estable, eso es como tratar de mantener una silla parada en
dos patas.
¿El Guayasón y el Ochanga son invenciones suyas?
Sí, son los dos géneros que compuse entre el 80 y el 85, los cinco
primeros años de mi carrera. El guayasón es una combinación de música
campesina con el palo afrocubano, pero llevado con acentos diferentes,
en compases de 6 por 4. La primera canción que escribí con ese ritmo
se llamaba La ilusión. Mi pretensión era renovar la
música campesina con una canción de autor que tuviera esos elementos,
pero que no fuera exactamente de música tradicional. Así intenté en un inicio, hasta que la música brasileña atravesó por mi camino en el momento en que yo estaba en ese proceso y me transformó. La ilusión,
tenía influencia de la música campesina y de Milton Nascimento; a
partir de ahí traté de ir dando un carácter cubano en su esencia, pero
cada vez iba contaminándolo más de pop.
El ochanga es más complejo porque es asimétrico y más
original, pero en ese momento la canción de la Nueva Trova no era una
canción de entretenimiento si no de reflexión; y cuando yo trataba de
presentarme con mi música movida, siendo como era un cantautor, era un
poco anacrónico con lo que hacía casi todo el movimiento, aunque los grupos como Moncada o Mayohuacán sí hacían música popular, bailable incluso, pero los cantautores no, adaptarme fue muy compulsivo.
Luego de la década del 80 ¿no volvió a componer guayasones y ochangas?
Yo fui muy “bombardeado” luego de hacer algunos guayasones y algunos
ochangas en los 80, y como que me recogí a los cánones convencionales;
no obstante seguí haciendo reggae, calipso, todas las formas rítmicas
que se me ocurrían, pero los géneros los escondí, los guardé.
Ahora en el XXI, después de más de 30 años, decidí sacar todo
el arsenal que enterré en los 80 y salieron estos géneros con los que
pretendo reinventarme, renovarme, darme una opción y abrirme en el
espectro. Lo que voy perdiendo en frescura por la edad, lo voy
recuperando en creatividad y eso es en lo que estoy, en el guayasón y el
ochanga, también.
¿Por qué enterró durante tantos años el piano?
El piano fue el primer instrumento con el que me expresé, pero cuando
entré en la Nueva Trova tuve que guardarlo porque no podía pertenecer
al movimiento con un piano, ya que no lo podía trasladar, para dar una
razón práctica.
Ya yo había tenido una experiencia, que fue la presencia de Elton
John. Tú sabes que a mí me gusta el piano de Elton John desde siempre.
Recuerdo que en séptimo grado Ángel Marqués -hoy periodista de Radio Habana Cuba-,
llevó a una fiesta del aula el primer disco de Elton John que vi en mi
vida. Nunca se me olvida eso, se llamaba Tumbleweed connection y tenía
una canción, Love song, que me encantó (curiosamente era con guitarra). Era la primera vez que yo oía a Elton John; este músico me perfiló el rumbo con el piano. Después vinieron otros.
Yo tenía el deseo de expresarme con el piano como enquistado, guardado, hasta que vino Fito Páez
a Cuba y explotó todo y me dije ¿por qué yo no hago algo con el piano?
Tímidamente empecé a sentarme en el piano de mi casa y a finales del 89
hice Quisiera y Volando hacia la luna; pero la compulsión de la canción de autor, del trovador con la guitarra, era mucho más poderosa. No
había una estructura institucional que respaldara a un individuo como
yo que quería cantar géneros extraños con el piano y pertenecer a un
movimiento de vanguardia. Ahora hay más diversidad y apertura, en
aquella época las cosas se conquistaban con el filo del machete de
manera colectiva, que fue lo que ocurrió con la salsa; pero en los 80,
los salseros estaban disueltos y se morían de hambre.
Entonces, como te decía, entré en los 90 con mi piano, sin mucho
relieve pero con la conciencia de que yo estaba ensanchando el espectro
de posibilidades expresivas de la trova y que la trova más que
una actitud de tocar con la guitarra, es una posibilidad de expresarse a
la que había que introducirle no solo el piano, sino todos los
instrumentos que pudieran enriquecerla.
En el siglo XXI saqué afuera todo lo que puedo hacer. Pienso que
todavía puedo aprender más, pero el piano fue el complemento y me
parecía también que detrás de la guitarra de la trova había un poco de
tiranía. Ese es el instrumento con el que yo me he expresado la mayor
parte de mi carrera, pero verme obligado a cantar única y exclusivamente
con ella me parece un acto tiránico y he oído a personas que dicen que
un disco sin guitarra no es de trovador.
(Tomado de Cubarte)