RAFAEL LAM | ||||
En su juventud Silvio leía, escuchaba a Tchaikovski, a Johnny Mathis, Vicentico Valdés y a los Cinco Latinos; hasta que llegaron Los Beatles. "Cuando apareció el programa de Radio Progreso Nocturno y escuché a Charles Aznavour, me gustó; tenía una dinámica más actual, algo de diferente en los textos, las orquestaciones eran atractivas. Por entonces yo hacía canciones en tiempo de calypso y cosas que recordaban a habaneras, cuando no algo así como boleros de Vicentico Valdés". Después vinieron los tiempos del Servicio Militar, la primera presentación de Silvio en un Festival de Aficionados de las FAR, celebrado en el teatro Amadeo Roldán; era la primera vez y única que Silvio se ponía un traje con cuello y corbata. Cantaba a con una guitarra eléctrica prestada. Nunca gané ningún premio, todo era por amor al arte. Eran días en que se pasaba mucho trabajo conseguir un pase para ver a su novia que vivía allá en La Víbora. "Un día después de mi desmovilización, instigado por el músico Mario Romeu, me atreví a sentarme ante una cámara de televisión, guitarra en mano, y a interpretar dos de mis canciones. Mi estado de ánimo era parecido al de la gelatina. Aquella noche del programa Música y Estrellas, decidió mi cambio de oficio. La verdad es que me encantaba inventar canciones y luego hacérselas saber a quienes me rodeaban. Fascinación que me enriqueció con las primeras visitas que hice a los estudios de radio y televisión, donde conocí personas famosas, algunas admiradas por mí desde hacía tiempo". Ya dentro de la televisión, Silvio logra presentarse como conductor del programa Mientras tanto, con canciones "raras", dirigido por Eduardo Moya, una historia enriquecida por la fantasía del tiempo. El espacio se programó en media hora de cada noche dominical, en el canal 4. "Me costaba trabajo convencerme de que el cambio de vida era acertado, no me imaginaba, precisamente a mí, tan aguajirado y silencioso, trepado a un escenario y cantando ante un público. Pero en todo caso fueron embates que me hicieron querer mi nuevo oficio de trovador, porque uno ama y se compromete más con las cosas que ha tenido que defender que con las que caen del cielo". En 1966, abre sus puertas la heladería Coppelia, donde se reunían los trovadores, poetas y escritores adictos a helados de Coppelia. "Cuando aquello lo único que bebía era helado y leche fría, no tomábamos bebidas alcohólicas, simplemente ricos helados de chocolate bizcochado. Esa historia de Coppelia es larguísima, quizás algún día lo escriba y lo publico. Es difícil contarlo en dos palabras: En esa etapa yo hacía programas de radio y TV de noche y entonces yo me ponía a vagabundear por la Rampa, a meterme en los clubes. Iba a ver a Teresita Fernández al Cóctel, alguna que otra vez me colaba en el restaurante Monseigneur a ver a Bola de Nieve". En 1967 aconteció la primera actuación pública de Silvio en Bellas Artes, fue el 1 de julio, el recital se tituló Teresita y nosotros, organizado por el magazín El Caimán Barbudo. Silvio siempre se sintió un trovador, "siempre tendré mucho más que ver con Jean Ferrat, Paco Ibáñez o Bob Dylan que con Michel Legrand. Siempre pedí que me consideraran trovador y así lo proclamé cuando compuse en 1966, hace 40 años, La canción de la trova". La etapa de Silvio en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, junto a Pablo Milanés, Noel Nicola, Sara González. "Cosa fundamental, en el ICAIC me enfrenté a la música técnicamente: allí estudié. Leo tenía una forma de enseñar que era muy acelerada. Leo fue nuestro guía, maestro y hermano, quizás un poco nuestro padre musical". Hay que recordar la experiencia con el grupo Afrocuba, el trabajo con Chucho Valdés y la banda Irakere, en Chile. Con el trío Trovaroco. La trayectoria musical data de cerca de cuatro décadas. --------------------------------------------- |
-Comenzó hace seis o siete años. Cuando Salamanca tuvo su capitalidad europea de la cultura, me propusieron hacer una retrospectiva de mi pintura. Yo sugerí completarlo con un concierto, un recital poético y emitir mi película 'Un perro llamado dolor'. Así hemos ido haciendo desde entonces por toda España y también por fuera.
-¿Y cómo surgió venir a Avilés?
-Natalio Grueso se puso en contacto conmigo hace cosa de un año. Fue proponérmelo y aceptar, el proyecto Niemeyer es muy atractivo, no me lo pensé dos veces.
-La fama le llegó como músico, pero la pintura es una pasión suya muy anterior a la guitarra.
-Sí, en cierto modo es así. Tardé mucho en subirme al escenario, no me encontraba allí. A componer canciones y grabar discos empecé mucho antes, pero mi actividad más inequívoca, desde siempre, es la pintura. Lo demás vino casi por accidente.
-¿Se siente a gusto siendo menos mediático que otros compañeros y amigos como Sabina, Víctor Manuel o Serrat?
-Sí, para mí es más cómodo. La fama o la popularidad no me interesan. Sólo hacer mi trabajo y que el resultado me satisfaga. Si luego tiene éxito, bien. Y si no, también.
-¿Y qué opina de la retirada de Miguel Ríos? ¿Cree que será un adiós definitivo?
-Supongo que sí, pero una cosa es retirarse de hacer música y otra hacerlo de la farándula. Yo estoy igual: vivo aislado, apenas hago vida social, paso el tiempo encerrado en casa, creando. Y no creo que Miguel renuncie a grabar más discos.
-¿Qué supuso el hecho de que sus primeras canciones triunfasen en la voz de Massiel?
-Yo no quería actuar, como ya he dicho. Temas como 'Rosas en el mar' ya estaban compuestos, y no tenía intención ni de grabarlos siquiera. Massiel, en aquella época, era un terremoto en la música española. Me pidió canciones y yo se las cedí, simplemente.
-¿Cómo surge una canción como 'Aleluya nº1', su primer éxito propio?
-Como todas. Es decir, vienen cuando ellas quieren. En este caso, la intención era hacer una canción diferente a lo que entonces imperaba, usando la teoría del contraste. Por eso los versos son inconexos, quise que fuese algo surrealista.
-Es precisamente eso, el contraste, lo que hay entre esa canción y su mayor éxito, 'Al alba'.
-'Al alba' surgió como una canción de amor de alguien que se despide de la persona que ama. Fue una coincidencia que surgiese al tiempo que aquellos terribles fusilamientos. Al final, acabó siendo una canción de amor y contra la pena de muerte. Rosa León la popularizó en ese contexto, porque yo empecé a actuar en 1978, y estos acontecimientos fueron en el 75.
-¿Por qué considera a 'Templo' (1987) su disco perdido?
-Es algo extraño. La compañía decidió dejar de pagar para su grabación y se editó incompleto, sin terminar. El proyecto era sacar un estuche con un libro de fotos, un cuaderno con poesías y el elepé doble. Se debieron publicar unos 7.000 ejemplares, y luego los demás en formato estándar. Ahora es habitual ese concepto, entonces las discográficas no tenían ni idea de cómo manejar un producto así. Por cierto, parte de la exposición de Avilés contiene las láminas que ilustraban ese disco.
Todo el arte
-¿Es un homenaje a Buñuel su película 'Un perro llamado dolor'?
-Yo más bien diría que lo es al cine mudo. Esas secuencias con unos pocos rótulos. El concepto era hacer cine de animación a base de dibujos a lápiz, de los que hice unos 4.000. Partió de recrear un diálogo entre Goya y 'la maja', y acabó teniendo siete partes sobre otros tantos pintores y sus modelos. Sí, algo de Buñuel tiene.
-¿Qué repertorio va a incluir en el concierto del sábado?
-Va a ser una selección larga de las canciones grabadas en toda mi carrera. Saldré yo al escenario con un trío de músicos, y el de Avilés será el último concierto de la gira del disco anterior, porque acabo de grabar uno nuevo.
-¿En qué va a consistir el recital de poesía con que despedirá su visita a Avilés?
-Más que poemas, son textos breves. Pertenecen a una serie de bloques que conforman el libro 'Animalhada'. Se inspiran en juegos de palabras, como los haikus o las greguerías.
-¿Qué puede adelantar de este nuevo álbum al que antes se refería? ¿Será tan Aute como de costumbre?
-(Sonríe). A estas alturas, no creo que se salga mucho de la órbita trazada, pero yo no pretendo que suene especialmente «a Aute». Se titulará 'Intemperie' y tendrá catorce temas y medio, porque al final hay una pieza cortita, anecdótica.