Gilberto López y Rivas
Rebelión
La Revolución Popular Sandinista (RPS), que triunfó el 19 de julio de 1979, constituyó el primer movimiento armado revolucionario exitoso después de la revolución cubana. Se produce una ruptura del cerco sanitario de Estados Unidos sobre los procesos revolucionarios en América Latina, después de su fracaso político militar en Playa Girón y del brutal golpe de Estado contra el gobierno constitucional de la Unidad Popular en Chile.
En Nicaragua tuvo lugar una revolución antidictatorial y con claros contenidos sociales en un país clave para el control económico, político y militar de Estados Unidos sobre el subcontinente. Por ello, después del triunfo revolucionario, el imperialismo reaccionó con su violencia inherente y organizó una cruenta guerra de agresión que duró toda la década de los 80, con un trágico saldo de muertos y heridos.
En el aspecto estrictamente militar, la Revolución logró organizar una defensa basada en la participación popular, esto es, una guerra de todo el pueblo, que impidió la toma por parte de la contrarrevolución de cualquier poblado importante del territorio nacional. Pese a los recursos brindados por Estados Unidos, los sabotajes a la economía y la infraestructura, así como las frecuentes emboscadas a milicianos, soldados y funcionarios del gobierno revolucionario, Estados Unidos jamás triunfo militarmente en Nicaragua.
La Revolución Popular Sandinista, pese a este hostigamiento, rescató la dignidad nacional nicaragüense, cambiando radicalmente las condiciones económicas, sociales, culturales y políticas del país. Concibiendo a la nación no como la sumatoria de territorio, lengua, economía y cultura o carácter nacional, sino como un fenómeno dinámico en el que clases, fracciones de clases y grupos socio-étnicos se relacionan conflictivamente en una lucha por la hegemonía, el triunfo revolucionario hizo posible la consumación de un proceso de formación y consolidación de la nación que había quedado suspendido y visiblemente deformado durante el somocismo.
La base de estas transformaciones radicó en el desplazamiento del poder político de la familia Somoza, a una democracia de mayorías populares que trastocó la naturaleza misma de la nación y de sus elementos constitutivos. La relación del Estado nacional y la base sustentadora del mismo, el pueblo, con el territorio, cambió cualitativamente. El somocismo mantenía una soberanía formal sobre sus fronteras, mientras que la Revolución nacionalizó el territorio y sus recursos naturales, al mismo tiempo que abrió los cauces para una profunda toma de conciencia histórica nacional, rescatándose, en toda su riqueza, el papel protagónico de las clases populares en la forja de la nación. El pueblo tomó conciencia de su identidad, reconoció los diferentes veneros étnico-culturales, las distintas confluencias lingüísticas y se identificó por primera vez como nación multiétnica y pluricultural.
Nicaragua fue escuela de cuadros para todo el continente. La presencia internacionalista de latinoamericanos antes, durante la insurrección y en los diez años de gobierno revolucionario constituyó un aporte importante a los procesos de cambio en América Latina. Es indudable que incluso el EZLN no podría entenderse sin la experiencia nicaragüense.
Nicaragua provocó un movimiento de solidaridad popular en América Latina de proporciones masivas, así como la ayuda también solidaria de gobiernos (abierta o discreta) entre los que sobresalieron Cuba y México. Por otro lado, la victoria sandinista estimuló la propagación de la errónea teoría del “domino revolucionario” que afectó negativamente a los procesos armados de El Salvador y Guatemala con un triunfalismo sin fundamento.
La RPS rompió con muchos de los esquemas que hasta ese momento predominaban en el movimiento revolucionario latinoamericano: a) la presencia importante del sector cristiano; b) su dirección colectiva, aunque más tarde derivó en la distorsión del orteguismo dentro del FSLN; c) la realización de elecciones en 1984 y el mantenimiento de la pluralidad política en un contexto de construcción del poder popular; d) sus esfuerzos (fracasados) de no alineamiento; e) la irreverencia de formas y contenidos en el proceso mismo; f) las raíces nacionales (Sandino, historia de resistencia anti-somocista, etcétera)
La RPS encaró el problema étnico-nacional, después de cuatro años de fracasos y desencuentros, con una perspectiva intercultural y autonómica que rompió con los esquemas del marxismo esquemático basado en el reduccionismo clasista y proletarizante. Nicaragua se convirtió en un ejemplo de autonomía para muchos de los movimientos indígenas en formación. Nuevamente no podría entenderse el proceso de autonomías en América Latina, sin tomar en cuenta el importante paso dado en este terreno durante la revolución sandinista.
Su derrota electoral en 1990 y la pérdida del poder por los sandinistas fue un duro golpe para todos los procesos revolucionarios armados en marcha (El Salvador, Guatemala, Colombia) e influyó en las perspectivas de otros movimientos políticos no armados que tomaron las estrategias electorales como su razón de ser (PRD, en México, PT, en Brasil, etcétera).
La “piñata” posterior a la derrota electoral afectó también a los partidos y movimientos en América Latina. Ella consistió en un proceso de corrupción que no se había dado en el caso de la revolución cubana; en ese proceso, se vieron involucrados importantes cuadros del sandinismo, los cuales se apropiaron de bienes y recursos públicos sin control alguno: con ello se perdió el referente ético que había conservado la RPS a lo largo de diez años de guerra. Tiene lugar el secuestro del FSLN por la corriente encabezada por Daniel Ortega y su búsqueda de poder a cualquier costo, los pactos con los liberales, el pragmatismo, el abandono de intelectuales, poetas, artistas y de muchos referentes paradigmáticos de las filas del FSLN, quienes siendo y permaneciendo sandinistas y revolucionarios, actualmente son acusados injustamente de ser “agentes de la derecha y del imperialismo”. No obstante, celebramos ahora el 30 aniversario de ese hermoso acontecimiento que llevaron a cabo los seguidores de Sandino, y también la gesta de los internacionalistas que los siguieron en ese asalto al cielo.
Rebelión
La Revolución Popular Sandinista (RPS), que triunfó el 19 de julio de 1979, constituyó el primer movimiento armado revolucionario exitoso después de la revolución cubana. Se produce una ruptura del cerco sanitario de Estados Unidos sobre los procesos revolucionarios en América Latina, después de su fracaso político militar en Playa Girón y del brutal golpe de Estado contra el gobierno constitucional de la Unidad Popular en Chile.
En Nicaragua tuvo lugar una revolución antidictatorial y con claros contenidos sociales en un país clave para el control económico, político y militar de Estados Unidos sobre el subcontinente. Por ello, después del triunfo revolucionario, el imperialismo reaccionó con su violencia inherente y organizó una cruenta guerra de agresión que duró toda la década de los 80, con un trágico saldo de muertos y heridos.
En el aspecto estrictamente militar, la Revolución logró organizar una defensa basada en la participación popular, esto es, una guerra de todo el pueblo, que impidió la toma por parte de la contrarrevolución de cualquier poblado importante del territorio nacional. Pese a los recursos brindados por Estados Unidos, los sabotajes a la economía y la infraestructura, así como las frecuentes emboscadas a milicianos, soldados y funcionarios del gobierno revolucionario, Estados Unidos jamás triunfo militarmente en Nicaragua.
La Revolución Popular Sandinista, pese a este hostigamiento, rescató la dignidad nacional nicaragüense, cambiando radicalmente las condiciones económicas, sociales, culturales y políticas del país. Concibiendo a la nación no como la sumatoria de territorio, lengua, economía y cultura o carácter nacional, sino como un fenómeno dinámico en el que clases, fracciones de clases y grupos socio-étnicos se relacionan conflictivamente en una lucha por la hegemonía, el triunfo revolucionario hizo posible la consumación de un proceso de formación y consolidación de la nación que había quedado suspendido y visiblemente deformado durante el somocismo.
La base de estas transformaciones radicó en el desplazamiento del poder político de la familia Somoza, a una democracia de mayorías populares que trastocó la naturaleza misma de la nación y de sus elementos constitutivos. La relación del Estado nacional y la base sustentadora del mismo, el pueblo, con el territorio, cambió cualitativamente. El somocismo mantenía una soberanía formal sobre sus fronteras, mientras que la Revolución nacionalizó el territorio y sus recursos naturales, al mismo tiempo que abrió los cauces para una profunda toma de conciencia histórica nacional, rescatándose, en toda su riqueza, el papel protagónico de las clases populares en la forja de la nación. El pueblo tomó conciencia de su identidad, reconoció los diferentes veneros étnico-culturales, las distintas confluencias lingüísticas y se identificó por primera vez como nación multiétnica y pluricultural.
Nicaragua fue escuela de cuadros para todo el continente. La presencia internacionalista de latinoamericanos antes, durante la insurrección y en los diez años de gobierno revolucionario constituyó un aporte importante a los procesos de cambio en América Latina. Es indudable que incluso el EZLN no podría entenderse sin la experiencia nicaragüense.
Nicaragua provocó un movimiento de solidaridad popular en América Latina de proporciones masivas, así como la ayuda también solidaria de gobiernos (abierta o discreta) entre los que sobresalieron Cuba y México. Por otro lado, la victoria sandinista estimuló la propagación de la errónea teoría del “domino revolucionario” que afectó negativamente a los procesos armados de El Salvador y Guatemala con un triunfalismo sin fundamento.
La RPS rompió con muchos de los esquemas que hasta ese momento predominaban en el movimiento revolucionario latinoamericano: a) la presencia importante del sector cristiano; b) su dirección colectiva, aunque más tarde derivó en la distorsión del orteguismo dentro del FSLN; c) la realización de elecciones en 1984 y el mantenimiento de la pluralidad política en un contexto de construcción del poder popular; d) sus esfuerzos (fracasados) de no alineamiento; e) la irreverencia de formas y contenidos en el proceso mismo; f) las raíces nacionales (Sandino, historia de resistencia anti-somocista, etcétera)
La RPS encaró el problema étnico-nacional, después de cuatro años de fracasos y desencuentros, con una perspectiva intercultural y autonómica que rompió con los esquemas del marxismo esquemático basado en el reduccionismo clasista y proletarizante. Nicaragua se convirtió en un ejemplo de autonomía para muchos de los movimientos indígenas en formación. Nuevamente no podría entenderse el proceso de autonomías en América Latina, sin tomar en cuenta el importante paso dado en este terreno durante la revolución sandinista.
Su derrota electoral en 1990 y la pérdida del poder por los sandinistas fue un duro golpe para todos los procesos revolucionarios armados en marcha (El Salvador, Guatemala, Colombia) e influyó en las perspectivas de otros movimientos políticos no armados que tomaron las estrategias electorales como su razón de ser (PRD, en México, PT, en Brasil, etcétera).
La “piñata” posterior a la derrota electoral afectó también a los partidos y movimientos en América Latina. Ella consistió en un proceso de corrupción que no se había dado en el caso de la revolución cubana; en ese proceso, se vieron involucrados importantes cuadros del sandinismo, los cuales se apropiaron de bienes y recursos públicos sin control alguno: con ello se perdió el referente ético que había conservado la RPS a lo largo de diez años de guerra. Tiene lugar el secuestro del FSLN por la corriente encabezada por Daniel Ortega y su búsqueda de poder a cualquier costo, los pactos con los liberales, el pragmatismo, el abandono de intelectuales, poetas, artistas y de muchos referentes paradigmáticos de las filas del FSLN, quienes siendo y permaneciendo sandinistas y revolucionarios, actualmente son acusados injustamente de ser “agentes de la derecha y del imperialismo”. No obstante, celebramos ahora el 30 aniversario de ese hermoso acontecimiento que llevaron a cabo los seguidores de Sandino, y también la gesta de los internacionalistas que los siguieron en ese asalto al cielo.
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