No hubo sorpresa, se sabía de su enfermedad, pero el impacto de la noticia de su muerte no fue menos doloroso, tanto para sus íntimos como para quienes lo éramos menos y no por eso era menos cercana.
El pasado año, en vísperas de la visita de Silvio Rodríguez a los Estados Unidos, una reportera * le dijo que muchas veces se le describía a él como “La voz de la Revolución” cubana y le preguntó: “ ¿Se siente cómodo con esta descripción?” , a lo que Silvio respondió: “Para nada. La voz de la Revolución Cubana es Fidel. Y, cantando, lo fue Carlos Puebla…”
Inobjetable su respuesta. Porque es cierto, eso es Fidel y eso fue Carlos Puebla. Y Sara González, sin temor a equivocarme ni pecar de exagerado, para todo el pueblo cubano ha sido: La Cantante de la Revolución.
Con su voz y canciones recorrió nuestra historia, nos impulsó a defender nuestra causa, que es la de Cuba y la de todos los pueblos, y nos convenció de la victoria.
La seguiremos viendo y escuchando en las Marchas de las Antorchas, en la Tribuna Antiimperialista y en cada esfuerzo por construir una patria y un mundo mejor. Sus cenizas, disueltas en el mar, nos la recordarán en cada ola que abrace la “Capital de Todos los Cubanos”.
No es una despedida a Sara, es un Hasta Siempre.
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