No es extraño encontrar a Andy Montañez en una calle habanera. El reconocido bolerista y sonero puertorriqueño ha transitado en los últimos años por una especie de doble vía entre una y otra isla, generoso en sus presentaciones y cargado de proyectos. El último de ellos lo ha traído a grabar el tema “Bellas cubanas”, del bayamés Luis Llamo Castillo, con Manolito Simonet y su Trabuco y a presentarse en el Salón Rosado Beny Moré, de La Tropical, con la orquesta femenina Caribe Girls. Buen pretexto para dialogar sobre música, músicos e identidades compartidas. ¿Cómo entras en contacto con la música cubana? Con la misma naturalidad con que desde niño aprendí a amar la música puertorriqueña, allá en el barrio de Trestalleres. Acuérdate que de allí mismo era Daniel Santos, quien compartió su carrera entre cubanos. Son más las cosas en común que las diferencias. Luego, en el Gran Combo, Rafael Ithier era un ferviente admirador de la música cubana. La historia ha continuado hasta hoy. Guardo entre mis mayores recuerdos el disco AM / PM, premiado con un Grammy Latino, que hice junto con mi hermano Pablo Milanés. Algunos creen que Rafael Hernández fue un compositor cubano. ¿Por qué será? Por lo que hablábamos de las relaciones estrechas entre la vida musical de las dos islas. Es lógico que haya gente por acá que piense en “Cumbanchero” o “Cachita” como obras de compositores cubanos. Te voy a contar otro equívoco. Cuando allá se empezó a escuchar a Adalberto Álvarez, alguien me dijo refiriéndose a un número que yo cantaba por mi lado, “Hojas blancas”, y él interpretaba en la época de Son 14 con Tiburón Morales: "Andy, encontré el original, es de Adalberto". Me eché a reír antes de aclarar: "Está muy bien lo que hace Adalberto, pero ese tema es puertorriqueño. Su autor es Roberto Angleró. Y es que Adalberto lleva junto con la cubana el alma de nuestra música. ¿Tiene algún significado especial estar acompañado por una orquesta femenina como Caribe Girls? El talento no se divide en masculino y femenino. Las mujeres han probado que le ponen un toque muy especial a la salsa. Estas muchachas cubanas son un fenómeno. Le voy a dar envidia a Gilberto Santa Rosa, quien de vez en cuando arma un espectáculo que se llama Damas y Caballero, con mujeres en los instrumentos y los coros y él, a quien le dicen El Caballero. Has incursionado en el reggaetón. ¿Te has sentido cómodo? No tengo prejuicios; menos cuando entiendo el origen del reggaetón en lo profundo del barrio, como un producto de las culturas urbanas marginadas. Eso sí, no me va ni la vulgaridad ni la agresividad de algunos reguetoneros. Cuando Daddy Yankee me propuso colaborar con él, respetó mis criterios, como yo los suyos. Nos entendimos a la perfección. ¿Salsero o bolerista? La salsa es un estado de ánimo de nuestra cultura, pero me gusta en lo personal cantar boleros. Acaso por ser como soy. Los discos de boleros que grabé con Ismael Miranda clasifican entre los más queridos por mí. ¿Cómo definirías musicalmente a la juventud puertorriqueña? De momento alguien puede pensar que por nuestra condición, y todo lo que nos ha pasado culturalmente, la juventud tuerce el rumbo. A veces las estadísticas dan esa impresión. Cuando yo era muchacho, cada municipio armaba todos los años unos diez días de festejos en los que imperaba la música nacional. Se decía que en Puerto Rico había más fiestas bailables que días en el año. Ahora no es así. Pero cada vez que canto en público, veo a muchos jóvenes gozando y sintiendo los valores de nuestra música. No solo de la salsa, sino de la plena y la bomba, es decir, de las más acendradas tradiciones. Yo nunca he dudado de mis raíces y eso lo advierto en muchos puertorriqueños. A estas alturas, ¿qué le debes a la vida? He trabajado mucho y recibido satisfacciones miles. Tengo la dicha de ver a mi madre todos los días cuando estoy en Puerto Rico. Voy al barrio a verla y nos mimamos los dos. Amo a mis hijos y tengo una mujer maravillosa, periodista y de mucho calibre. No me faltan buenos amigos. |
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