El Festival Barnasants se sumó a la celebración del centenario de la Revolución Mexicana, y lo hizo invitando a 4 representantes del país azteca.
16/03/2010
Ya hace unas semanas que la voz tremenda de María Inés Ochoa ocupó los espacios más recónditos de la sala Barradas en L’Hospitalet. Ahora le tocó el turno al segundo de los invitados: Mauricio Díaz
Lo hizo en la Sala Harlem, con escaso público y menos atrezzo. Es curioso pero hoy en día va resultando curioso ver un artista de pié, sin mas decoración que su micrófono y su guitarra, nada mas… ni una silla. Pero curiosidades aparte hay que analizar un poco que es lo que nos ofreció Mauricio.
Si conoces a Alejandro Filio, Fernando Delgadillo, Gerardo Peña, Alejandro Santiago o cualquiera de los cientos de cantautores mexicanos diré que ya puedes olvidarte: nada que ver. Lo que ofrece El Hueso es otra cosa, que yo no me atrevo a calificar. Posiblemente mi desconocimiento musical en su parte técnica no me permita valorar su trabajo como merece, de manera que deberé hacerlo solo como espectador que va a un concierto con la idea de pasarlo bien.
En este sentido e intentando ser objetivo diré que su voz no es su característica principal, pero hasta ahí no hay mucho que decir porque me parece simplemente correcta. Cuando entramos en la parte musical nos encontramos a un virtuoso con la guitarra. Yo me atreveré a decir que lo que hace Mauricio con las seis cuerdas es algo que merece la pena verse por su solvencia, pero ante mi incredulidad musical extraño que tantos y tantos acordes supercomplicados den tan poco juego y cambien tan poco las armonías. Digo esto porque aún tengo fresco en mi memoria el concierto que nos brindó el gran Viglietti y me llamo justamente la atención por lo contrario.
La guitarra del mexicano tiene que seguir el ritmo desenfrenado y alocado de las canciones de su creador. El Hueso toca al ritmo que canta ¡faltaría mas!, pero todo me resulta atropellado, sin encanto, con letras complicadas y armonías increíbles de resultado dudoso.
Las canciones son demasiado largas y no tienen estribillo, lo que provoca una rotura más en la concepción clásica que tenemos de lo que es una canción. Creo que no es ese el único aspecto en el que Mauricio rompe moldes. Que tiene su estilo propio es indudable pero finalmente me queda una impresión confusa, de cierto aburrimiento y lo que quizás es peor: si es un genio, no sé reconocerlo.
En general me gustan más sus pocas canciones de corte melódico. Sus Pelícanos nocturnos me parece hermosa, con una letra con una enorme carga poética y ahí viene cuando mi estupefacción va en aumento. ¿Cómo alguien que hace una canción tan bella, completa su repertorio con cosas tan inconexas y extrañas como las que nos ofreció?
En cierto momento de su recital el propio Mauricio comentó que su padre le decía: “Hijo, ¿por qué no haces canciones que gusten a la gente”? Y yo me pregunto: Mauricio ¿Por qué no haces caso a tu papá?
Joan Carles Martínez
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