jueves, octubre 22, 2009

Alejo Carpentier y españa



Una relación de solidaridad y amor
Ana Cairo • La Habana

Las relaciones entre Alejo Carpentier y España, particularmente con la Guerra Civil, comenzaron desde el año 1924 ó 1925. Alejo va a tener amistades que después van a ser personalidades tanto en la vida republicana a partir de 1931, como después en la guerra.
Es una característica no solo de Alejo, sino de buena parte de los intelectuales cubanos que interactuaban con él. Voy a poner dos casos: Luis Jiménez de Asúa, de quien ya en el 25 estuvieron pidiendo su libertad ―Alejo firmó el telegrama que enviaron los revolucionarios para pedir su excarcelación―, y Luis Araquistáin, quien estuvo mucho tiempo en La Habana y en su famoso libro La agonía antillana, le dedica un capítulo a Cuba. Ambos ejemplos confirman que los cubanos y los españoles tengan relaciones de amistad y fraternidad mucho antes de que fuera proclamada la República.

Hay otro momento importante en la vida de Alejo: París. Cuando él va a vivir a París a partir del año 28, va a encontrar españoles exilados allí, con los que va a hacer amistad. Tal es el caso de Julio Álvarez del Vayo, novelista y difusor. También, por ejemplo, conoció a Eugenio D´Ors. Es decir, va a tener relaciones que van a completar lo que se avanzó en La Habana.

A partir del año 32, en que mejoró su situación económica porque comenzó a trabajar en la radio, comenzó a hacer viajes a España. Ya Margarita [Mateo Palmer] aludía a esas crónicas primeras y junto con ellas hay temas que él va a tocar mucho después. Por ejemplo, Alejo fue al estreno de Yerma, de Federico García Lorca, y eso no lo va a contar en las famosas crónicas recogidas en Carteles, sino en otras hojas que están dispersas todavía. Quiero mencionar una que para mí es trascendente: Abajo la inteligencia, viva la muerte. Es un texto de julio de 1938 que solo se ha republicado ―hasta donde yo conozco― en el número que se le dedicó a Carpentier por la Biblioteca Nacional en el 2004. El lector cubano no lo ha leído mucho. Apareció en Mediodía. Tiene una altura similar a España bajo las bombas. Trata sobre el compromiso de Alejo como intelectual antifascista. Ahí explica que es un intelectual que está contra todos los fascismos, no solo contra el español, sino contra todo aquello que sea una manifestación de esa ideología reaccionaria que va a llevar al mundo a la guerra y que está detrás de la Guerra Civil Española.

Es una declaración de principios, pero a la vez el propio título del texto está recordando un pasaje famoso de los inicios de la Guerra Civil: octubre de 1936, Paraninfo de la Universidad de Salamanca. En el momento en que Unamuno es rector de la Universidad, se ha producido un enfrentamiento entre este y el general Astral, militar fascista, y en medio del Paraninfo este militar grita “¡abajo la inteligencia, viva la muerte!”. Como decía Alejo, en esas palabras está la esencia reaccionaria de todos los fascismos.

En esta declaración de principios en defensa del antifascismo, hay anécdotas de su viaje a Madrid en 1933, donde relata que se enteró de la caída de Machado. El 12 de agosto del 33 participa del jolgorio de los españoles en solidaridad con los cubanos antimachadistas. Luego fue al estreno de Yerma y relata cómo hubo un enfrentamiento en el teatro entre los “señoritos” del fascismo y los intelectuales revolucionarios. El estreno de la obra de Lorca se convirtió en un campo de batalla.

Hay también obras de Carpentier que incluyen algunas referencias sobre los emigrados cubanos, por ejemplo, en la narración de él sobre Julio Álvarez del Vayo y Luis Araquistáin, quienes fundan la Editorial España, que va a tener una intensa labor de promoción del libro republicano. Es precisamente esta editorial la que le va a publicar a él Ecue Yambao. Por lo tanto, hay una conexión: Alejo fue un beneficiado de la política cultural española con la edición de ese libro. Va tejiendo lazos, por ejemplo: a uno de los que trabajan en la Editorial España, Carpentier se lo va a encontrar años después en México, y va a ser el fundador también de la editorial donde luego publica El reino de este mundo.

Es decir, la relación de Alejo con la comunidad intelectual española es complicada, extensa, requiere, yo diría, hacer un libro que relate sus relaciones con Rafael Alberti, por ejemplo, materializadas en la colaboración de él en la revista Octubre, donde publica en el año 33 el Retrato de un dictador. Es también una relación que tiene que ver con un suceso tan importante como el Congreso, pero con una segunda parte que tuvo ese Congreso ―documento que creo ha sido poco distribuido―: los participantes latinoamericanos en el Congreso del 37 hicieron un manifiesto firmado por todos y que salió en la prensa cubana. Es un llamado a los intelectuales latinoamericanos que no fueron al Congreso a incorporarse en el movimiento pro-república.

Hay otro manifiesto muy interesante que Alejo firmó en el 39. Cuando están varados infinidad de cubanos que están saliendo de la guerra, se ha creado una situación muy difícil en el país porque estos hombres no tienen con qué vivir ni con qué regresar a Cuba. Un grupo de intelectuales, entre ellos Carpentier y Lino Novás Calvo, hacen un llamamiento a los obreros cubanos para que hagan una colecta para que esos cubanos puedan regresar al país. Habría que mencionar también como una página interesante, la relación de Alejo con otros republicanos en Venezuela, en México, una actitud muy consecuente con el republicanismo que se va a materializar en tiempos de la guerra y después de la guerra.

Quería recordar otra crónica que es trascendente, escrita en 1939 y que justamente por estos días cumple sus 70 años: la crónica sobre Miguel Hernández. Si mal no recuerdo, en agosto de ese año se corrió la noticia de que Miguel había sido fusilado. La noticia dio la vuelta al mundo. Motivó que los intelectuales cubanos que lo habían conocido escribieran y Alejo escribe un texto muy bello. Luego se desmiente la noticia y Miguel no muere hasta tres años después. Pero Alejo fue el responsable de la única grabación que existe de la voz de Miguel Hernández. Esa grabación la trajo a Cuba y se difundió en el momento en que se creía muerto en el año 39 y sobre todo cuando la Alcaldía de La Habana le hizo un gran homenaje, tres años más tarde. Ese es un texto de la misma altura de Abajo la inteligencia, viva la muerte y de España bajo las bombas. Forman parte de ese complejo mundo emocional de las relaciones de Alejo con España.

Quería recordar otra página. Hablé de Alejo solidarizado con esos cubanos varados tras la guerra. Pues Alejo recuperó también un documento muy interesante y que está en su archivo: una canción que hizo Julio Cuevas. Este músico cubano estuvo preso en un campo de concentración y allí hizo una guaracha que Alejo copió. La canción cuenta todo lo que pasaron los combatientes cubanos y muchos otros republicanos en el campo de concentración. Se salvó gracias a la precaución de Alejo, al igual que la voz de Miguel Hernández.

Alejo es no solo una personalidad del mundo de la ficción, sino también del mundo de la historia, con una clara conciencia de lo que tiene valor histórico. Quisiera recordar por último que Alejo fue solidario hasta el final con la causa española y lo voy a materializar solo con un ejemplo: el regreso de Antonio Machado a la cultura. Trabajando con los papeles de Alejo supe que perteneció al Comité Internacional de los intelectuales por recuperar la figura de Antonio Machado, muy odiada por los franquistas. Alrededor de 1975 hay un movimiento en España para que definitivamente Antonio Machado entrara por la puerta que le correspondía en la historia de la poesía en lengua española. Y allí estuvo también Alejo.

Creo que es uno de los casos más interesantes de solidaridad, de amor a la cultura española y no solo en los textos más conocidos, sino en otros que lo son menos. Alejo Carpentier es al siglo XX como fue Martí al XIX, en lo que respecta a las relaciones entre los cubanos y los españoles. Las páginas indestructibles que narran las relaciones cubano-españolas en el siglo XX están unidas a la obra de Carpentier.

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