sábado, enero 02, 2010

Cine sobre la infancia: Análisis de tres películas



Jesús Dapena Botero (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

1. Bienvenidos a la casa de muñecas

Es un filme dirigido por Todd Solondz, una película estadounidense, producida en 1987, la historia de una niña de once años, la del medio entre tres hermanos, quien adelanta estudios primarios en New Jersey. Es una chica incomprendida, humillada y ofendida, quien trata de mostrar su cara más feliz en el inicio de su pubertad pero como su vida está marcada por el sello de lo ominoso, tanto en la niñez como en la adolescencia, aprende a disfrutar del dolor y las humillaciones, cosa que es una constante en sus romances frustrados. La duración de la película es de 95 minutos, cerca de hora y media.

La cinta que se presentó por primera vez en 1995, recibió el Gran Premio del Jurado de Sundance en 1996 además de recibir el Premio del Espíritu Independiente y se considera una comedia negra, aclamada por el cine independiente por tratarse de una adolescente acobardada por su complejo de fealdad, ¿una dismorfobia? La pequeña recibe tanto en el colegio como en el hogar una dura y absoluta incomprensión ya que, en realidad, es fea, descuidada y enamoradiza aunque lucha por superar esta dificultad. La crítica en relación con el filme ha sido excelente, ya que resulta un cínico, divertido y amargo drama, con una propuesta interesante.

Es una curiosa historia sobre la adolescencia que se detiene en una descripción de la edad puberal, sin preocuparse por la transición de la niñez a la madurez, con una buena dosis de humor negro.

También se la considera una comedia urbana en la que la protagonista llega a preguntarse si la vida no será mejor fuera de su ciudad, ya que, a su vez es todo un drama social, encubierto por el tono humorístico de la película, que termina siendo una película demoledora sobre una pubertad singular con sus conflictos, sentimientos, sufrimientos y deseos, en un ámbito de incomprensión, soledad y miedo, que para algunos críticos puede resultar muy cruel y perversa pero que, de otro lado puede resultar toda una crítica al mundo desgarradora e inquietante, que termina por fluir más que por molestar, si la tomamos como una denuncia. La niña se convierte en objeto de nuestra empatía, hasta el punto de provocar en el espectador lástima y odio al mismo tiempo, una inducción a la ambivalencia del receptor, que es una de las cualidades del cine de Solondz.

La cinta tiene toda una nómina actoral encabezada por Christina Brucato, Siri Howard, Tely Pontidis, Scout Coogan, Brendan Sexton, Christina Vidal, Brendan Sexton, Herbie Duarte, Heather Matarazzo y Daria Kalnina.

Es de lamentar que las películas de Todd Solondz no se distribuyan en la mayoría de las salas comerciales ni en los sitios de alquiler de película, lo que las hace difíciles de adquirir y que permanezcan muy desconocidas para el gran público.

No todas las niñas quieren jugar con muñecas, este filme es una mirada introspectiva al alma de una chica poco atractiva de séptimo grado que lucha por manejar su situación con unos padres desatentos, unos compañeros que se las de finolis, un hermano mayor detestable, otra hermana menor atractiva y con sus propias inseguridades. Para mostrar el tipo de vínculo con la madre baste recordar que en una ocasión, la pequeña le dice a ésta que sólo se estaba defendiendo ante lo cual la progenitora le pregunta que quién le ha dado permiso para que se defienda.

La cinta es excelente, muestra de una forma muy original, las experiencias de una chica impopular en su clase de secundaria. La película trata sobre la marginación, muestra como una persona no responde a los cánones establecidos por la sociedad y trata de protegerse creando un huequito para habitar en el mundo. La actriz principal, Heather Matarazzo, hace un gran papel al representar a una chica con una pequeña deficiencia que para todos puede pasar desapercibida aunque se siente incomprendida y odiada por casi todos, lo cual produce una cinta triste y dura que nos enfrenta con la realidad y con las personas tal y cual son.

2. El perro mongol o La cueva del perro amarillo

Dirigida por Byambasuren Davaa
Alemania / Mongolia, 2005 - 93 minutos

Nansal, la hija mayor de una familia de nómadas mongoles, encuentra un cachorro mientras recoge leña para su madre en un campo cercano a su casa. Desde el primer momento se encapricha con la criatura pero, cuando lo presenta en familia, su padre teme que les traiga mala suerte porque cree que puede ser descendiente de lobos, y le pide que se deshaga inmediatamente de él. A pesar del mandato de su padre, Nansal decide quedarse con el cachorro y un día, mientras pasea al rebaño, se pierde y conoce a una anciana que le cuenta una historia mágica... Es la fábula del vínculo que, según las tradiciones mongolas, existe entre el hombre y el perro y el significado especial que esta relación tiene dentro del eterno ciclo de la reencarnación.

* * *

La película fue realizada hace tres años, en el 2006, con guión y bajo la dirección de Byambasuren Davaa, una realizadora de Mongolia. Es un drama para adolescentes, más aclamado por los espectadores que por los mismos críticos.

Byambasuren Davaa nació en 1971, en Ulaanbaatar, en el país mongol. Entre los dieciocho y los veintitrés años trabajó como ayudante de dirección y presentadora en la televisión pública; también estudió Derecho Internacional en su ciudad natal para, a los veinticuatro años, estudiar en la Academia de Cine de su patria, durante tres años, tras los cuales viajaría a Alemania para estudiar en la Escuela de Cine de Munich en 1999, cuya tarea final, para culminar sus estudios, fue esta película, realizada después del éxito obtenido con su trabajo anterior La historia del camello que llora, filme que ha cosechados éxitos en festivales de todo el mundo, un documental que dirigiría en el 2003, con un guión compartido entre ella y Luigi Falorni, una historia que ocurre en una primavera en el desierto de Gobi, al sur de Mongolia, donde vemos a una familia de pastores nómadas ayudar al nacimiento de camellos en su manada de camélidos, pero tienen que enfrentar un parto distócico, situación que puede resolverse con la ayuda de sus dueños, para dar a luz un camello albino, al que la madre rechaza, al negarle tanto el alimento como el amor maternal, lo cual hace que los padres envíen a sus hijos a un viaje por el desierto, en busca de un violinista, quien lleva a cabo un ritual musical para conmover a la señora camello, quien mediante el rito llega a conmoverse, llorar y reparar la actitud rechazante hacia su hijo.

Otros documentales de Byambasuren Davaa han sido:

• Unterwegs, Portrait of a Girl del 2003.
• Wunsch del 2001.
• Das Orange Pferd de 1999 y One World, Two Economies de 1993.

Dado su rodaje en Mongolia, en la parte noroccidental del país, El perro mongol resulta algo más que una película exótica, llena de poesía, en un escenario de praderas donde tumbarse y oír la respiración propia, una cinta nítida como los riachuelos que recorren el paisaje, con niños soñadores y ancianas fabulosas, para, al fin, dar con una creación testimonial, política, didáctica y artística, de excelente calidad, que nos acerca a los usos y costumbres de un pueblo nómada, una cinta bien alejada del cine de acción estadounidense, que después este filme debería ir a parar al cajón de la basura.

El perro mongol resulta puro cine vivo aunque, en apariencia, no pase nada. Es una película mesurada e intensamente hermosa, un filme sin hipocresía ni acartonamientos.

No se trata de una cinta de intriga ya que el argumento es sencillo, que, de pronto, hasta podría escribir su protagonista, una niña de diez años, pero no hace falta nada más, no hacen falta asesinos ni truculentas historias eróticas.

El perro resulta tan simpático que hasta querríamos adoptarlo; los niños son traviesos y encantadores; nos deleitan las historias de la anciana, al igual que el queso que la madre corta o la motocicleta con la que el padre se mueve a la gran ciudad, para vender algunos de sus productos, por increíbles paisajes esteparios, que nos invitan a ir a vivir allí.

La madre atiende la casa y las labores del campo mientras los niños juegan y ayudan en lo que pueden.

Nansal, la niña mayor, con apenas diez años de edad, vuelve de la escuela con su uniforme, su delantal y sus cintas de coleta pero al regresar a casa se pone la ropa de trabajo para acatar las indicaciones maternas de recoger estiércol para calentar la casa, pastorear a caballo, de tal manera, que mientras trabaja, juega y recorre la estepa.

Así las cosas, esta película es un canto a la vida del campo, con su tranquilidad bucólica, en una llanura donde viven los yaks, las cabras y las ovejas en torno a la yurta, el hogar temporal de una humanidad nómada, algo natural y fantástico a la vez, en relación con las formas de vida occidentales, que la directora puede interpretar gracias a su conocimiento de la vida en Mongolia y en Alemania, que expresa gracias a su exquisita sensibilidad, que sabe sacar de unos actores vernáculos, lo más auténtico de sí mismos.

La película fluye en medio de un gran realismo, sin tintes nostálgicos ni sentimentaloides, sin hacer una crítica valorativa del desarrollo pero sí con una gran valoración de la vida tradicional, que nos hace degustar la sabiduría en la vida cotidiana, algo que deberíamos conservar de alguna manera en un mundo globalizado, de tal forma que podamos ser plenamente conscientes de nuestras raíces culturales y espirituales.

La película se queda a medio camino, entre el documental y los filmes de acción para alcanzar una dimensión metafórica, mediante una fábula que nos ofrece nuevas visiones de la vida, en la que cada uno de los espectadores podrá sacar sus propias conclusiones en torno a temas como los de la reencarnación, el renacimiento, la tradición y la modernidad.

Podría decirse que El perro mongol es cine de verdad, un documento bastante educativo, si uno se sienta en la butaca y se deja ir tras las imágenes que nos ofrece la directora, que nos brindan la posibilidad de que, desde la lejanía, podamos asistir y compartir la vida cotidiana con una familia de Mongolia, con sus usos y costumbres de todos los días, sus quehaceres diarios, la rutina de una vida, bien distinta de la occidental. La dirección logra un cine distinto, que se deja ver y se disfruta.

La temporalidad de la película es tranquila y prodigiosa, emparentada con la vivencia del tiempo de las religiones budistas. Los niños juegan de una manera tranquila pero el filme ni se hace largo ni pesado, ya que, a pesar de no ser una cinta de intriga, la directora le logra dar cierta tensión al argumento, que genera cierto misterio narrativo, cierto suspenso que mueve nuestra curiosidad; por ejemplo, cuando surge el conflicto con el padre acerca de si éste aceptara o no al perro, que la chica ha encontrado en una cueva.

La película puede dejarnos, por momentos, boquiabiertos o arrancarnos una discreta sonrisa como cuando los niños juegan con una figurita de Buda y el chico mayor dice:

-¡Con Dios no se juega!

No hay, en la cinta, planos gratuitos; la cámara siempre está en el lugar preciso, sin hacer piruetas, ni alardes visuales, de tal forma que casi se da un único movimiento, salvo cuando se hacen panorámicas.

Dominan los planos fijos y reposados o grandes planos muy abiertos, con un predominio del azul del cielo, el verde de la estepa o el naranja del fuego del hogar, con unos planos que parecen diluirse con magia. La directora nos presenta grandes planos generales, en los que el cielo es el protagonista del encuadre.

La secuencia en la que la abuela cuenta a la niña la historia del perro, es un verdadero ejercicio de planificación, una buena mezcla de montaje sosegado y vertiginoso, que pone tensión en ciertos puntos clave, como cuando se da un montaje paralelo, entre un padre que va al galope y un niño que se acerca a unos buitres, de los que el perro defenderá.

Hay en la cinta un ritmo determinado, con excelentes rimas visuales, como cuando el perro se suelta de la correa para defender a los niños o el caballo corre a toda velocidad.

La música de la cinta recurre a las canciones tradicionales que se contrapuntean con el silencio para lograr atmósferas preciosas y precisas, de tal forma que nos enfrentamos con una película casi magistral.

La película es hermosa, cálida y familiar, nos acerca a una vida bucólica, tierna, entrañable, sincera en sus postulados, en fin, un filme encantador, que produce todo un festín visual, dados su belleza paisajista, sus escenarios naturales, su belleza plástica, su vestuario y ambientación, a la vez minimalista y exuberante, como si fuera una especie de tapiz oriental, aunque la cinta pudiera resultar un poco más artificiosa que La historia del camello que llora, lo cual no es una crítica que le quite valor, ya que es otra forma de acercarse al tema de las familias nómadas del país asiático, en otra región, con una historia distinta, así el mensaje del discurso sea semejante en un honesto intento de mostrar la vida cotidiana y las costumbres de sus gentes, todo un canto a la vida natural, sin artificios, a la comunión con el entorno, a la importancia de la vida familiar, a la sencillez en las formas de vida, más allá del consumismo de las sociedades supuestamente avanzadas.

El rodaje del filme se inició en la región de Altai, donde por más de dos meses, en distintas localidades, la directora y su equipo hicieron todo una aproximación a una familia común y corriente hasta lograr un buen vínculo con ella y poder pasar a una segunda etapa de producción cinematográfica, lo que trajo consigo la conformación de todo un grupo de trabajo que dio lo mejor de sí en creatividad y autenticidad artística.

Es de resaltar que la película no fue realizada con actores profesionales pero, a pesar de ello, se logra una interpretación creativa y magistral acerca de una familia que vive en un valle aislado de Mongolia, que nos acerca a una vida sencilla, llena de profundos mensajes.

De seguro, la directora puede hacer una magnífica interpretación de los fenómenos plasmados en la cinta porque es descendiente de unos padres que proceden de la región donde se filma la cinta, de tal forma que su conocimiento de las tradiciones de esa localidad le permiten mostrar los cambios que experimentan su tierra y sus gentes, de tal manera, que la directora puede sumergirnos a los espectadores en la cultura de su país, que, sin lugar a dudas, nos resultará bastante extraña, con su gran dosis de espiritualidad budista, la cual permite la integración armónica del nómada con la naturaleza, con sus creencias en la reencarnación, como bien lo expresa la frase inicial de la película, cuando la abuela dice a su nieta:

-Todo el mundo muere pero nadie está muerto. – oración que se sustenta en las creencias en la reencarnación, que, la propia abuela de la directora le comunicara cuando ésta era todavía una niña pequeña como la protagonista.

El guión hace parte de toda una preocupación de la directora por los temas de la urbanización en su país, las transformaciones que éste ha ido sufriendo y los cambios en la existencia cotidiana de la gente nómada, ya que a la autora la inquieta saber en qué valores y con qué creencias crecen los niños de allí, hoy en día, qué significa la vida moderna para una familia nómada.

El filme también muestra la íntima relación entre el hombre y el perro, la cual, para el budismo, tiene sus orígenes en la creencia en la reencarnación, según la cual, las almas deambulan de un cuerpo al otro, de una planta a un animal, hasta llegar al perro y al ser humano, creencias que muchos mongoles han ideo abandonando en su contacto con la modernidad, de tal forma, que la relación entre los hombres y el perro también se van transformando, con una pérdida del equilibrio del eterno ciclo.

Muchas familias nómadas dejan a sus perros atrás, una vez deciden instalarse en las ciudades; los perros entonces van haciendo manadas, que se unen a las de los lobos y terminan todos estos cánidos atacando a los seres humanos, les matan sus ovejas, sus cabras y se convierten en toda una amenaza contra los medios de subsistencia de la gente.

Para la directora, el gran reto del filme era contar una historia con emoción, que mostrara los cambios sociales, que se están dando en su país y describir la vida cotidiana de una familia nómada, que ella valora muchísimo, sobretodo, a partir de su experiencia alemana.

La protagonista, Nansal, estudia en un internado y va a la estepa en vacaciones, lo que le permite hablar a sus hermanos de su vida en la urbe; si se fueran a allí, quisiera vivir en un edificio bien alto para poder seguir en contacto con las estrellas, que la acompañan en la llanura.

La vida en la ciudad constituye para esta familia, toda una novedad, algo casi completamente desconocido, que, a veces, idealizan.

La directora acude a mirar el problema desde el punto de vista de los niños y así mostrar ciertos puntos positivos de la modernización, sobretodo en lo que respecta a la educación pero sin descuidar una crítica a la superficialidad con la que se vive en las ciudades, ya que la cineasta misma ha podido experimentar los avances que se logran en las ciudades al vivir en Alemania, lo que no le impide apreciar grandemente los valores tradicionales que, en un mundo ultramoderno, muchos desconocen, pero que ella recibió en forma directa de su abuela.

Nansal le sirve a la cineasta viajar hasta sus raíces.

La chica debe cumplir las órdenes del padre de deshacerse de Zochor, el perro multicolor, lo que la lleva a perderse en el campo pero, de pronto, oye una melodía que alguien canta a los lejos y se roba su atención para conducirla ante una anciana de cabellos grises, que canta con toda su alma en aquel valle.

La vieja acoge a la niña en su casa, donde el tiempo parece detenerse en una temporalidad que le permite a la chica el reencuentro con sus orígenes, su cultura y una espiritualidad bien particular, que la conducen a verdades universales, que la directora espera transmitir a personas de ámbitos culturales diferentes, ya que ella, en Mongolia, aprendió a vivir más allá de una axiología lineal materialista, que la autora critica a través de la metáfora del hombre y el perro, de tal manera que lo tradicional y lo moderno puedan coexistir.

La fotografía de la película la lleva a cabo Daniel Schoenauer, la música fue realizada por Börte, con un montaje de Sarah Clara Weber y la película es protagonizadas por:

Batculuun Urjindorj, en el papel del padre, Buyandulam Daramdadi Batchuluun, como la madre, Nansal Batchuluun representa a la hija mayor de la familia, Nansalmaa Batchuluun, protagoniza a la niña menor y Batabayar Batachuluun hace el papel del hijo varón de ese grupo familiar.

La cinta ha recogido premios en los festivales de cine de Munich y San Sebastián, junto con otros galardones al cine para la infancia, la producción se llevó a cabo con la Schesch Filmoproduktion, con un costo superior a los seis mil euros y ha sido distribuida por Karma Films Spain. Además la película fue candidata, por Mongolia, al Óscar a la mejor película extranjera.

3. El niño que gritó puta

De nuevo, el tema de la guerra y su repercusión sobre la infancia, visto por Juan José Campanella, el director de cine hispano-argentino, nacido en Buenos Aires, en 1959, quien ha desarrollado su labor fílmica en los Estados Unidos de América, donde ha trabajado en series televisivas como La Ley y el Orden, el director de esa hermosa película, El hijo de la novia con Ricardo Darín y Norma Aleandro, quien hace el papel de una madre demente, que se despide de nosotros con una genial sonrisa, tras verla con todo el embotamiento, propio del mal de Alzheimer, con toda la versatilidad propia de esa gran actriz argentina, en un filme magistral que estuvo a punto de ganarse el Óscar a la mejor película de habla extranjera.

Al director se lo ha considerado una de las grandes revelaciones del cine argentino, en los últimos años, con sus historias sencillas, narradas con un lenguaje bastante cotidiano, sin mayores florituras, con lo que logra una filmografía bastante pop, quien dice ser un tipo bastante melancólico de ascendencia asturiana pero que no se considera nostálgico, ya que él ve en la nostalgia el deseo de volver al pasado, cosa que para nada le parece positiva, muy propia de los inmigrantes argentinos, que se pasaron la vida con la añoranza de Europa, cosa que no sucedió a quienes inmigraron a los Estados Unidos de América, quienes se dedicaron a hacer un país nuevo y cortar con las amarras del pasado, por eso, al tono melancólico que pueda haber quedado en él, Campanella lo que hace es evitarlo con el recurso del humor.

La película es protagonizada por Harley Cross, Karen Young, Dennis Boutsikaris, Adrien Brody, Gene Canfield, Moira Kelly, J.D. Daniels y Jesse Bradford, con quienes se logra un drama, basado en hechos reales, sobre un niño violento, quien hace la vida imposible a su madre, de una manera provoctiva, un drama que trasciende los dramas corrientes conmovedores y lacrimógenos para conducirnos al ámbito de lo siniestro, del horror, quien paraliza con sus insultos a una madre impotente, interpretado por Harley Cross, quien logra dar a su personaje, ribetes de un impactante realismo, con un trasfondo triste, de tal forma que el personaje infatil resulta más ominoso que el niño de La profecía, una personita con una mente bastante retorcida, cuya magistral interpretación hiciera que el joven actor ganara el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Valladolid, España.

Su vocabulario es obsceno y procaz, cuya sádica conducta, encuentra eco en el masoquismo de una madre culpabilizada, que cree haberlo hecho todo mal, y termina por llevarlo al reformatorio, donde el muchacho encuentra el amor de otra de las coasiladas.

¡Lástima que la película haya pasado tan desapercibida para el gran público!

Su dureza da cuenta de lo afectada que está la sociedad actual, hasta el punto de poner en grave riesgo a los niños, que son el futuro del mundo, problemas que los seres humanos no deberíamos ignorar sino, todo lo contrario, poderlos conocer y pensar para buscar caminos de solución, así la película llegue a un final cuestionable, que puede denotar cierta inexperiencia del director, quien realizaba uno de sus primeros filmes, ya que dar muerte al protagonista puede resultar una solución demasiado fácil para solucionar problemas narrativos.

De todas maneras, la película es una digna representante del cine estadounidense de la década del 90, en la que el joven director de entonces, se anota el hit de haber realizado una sobrecogedora cinta, en la que demuestra su gran capacidad para la dirección de actores y la consecución de verosímiles y dramáticas escenas.

Jesús Dapena Botero es colombiano residente en España.

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