miércoles, julio 08, 2009

¡Viva el pueblo de Honduras!



Lohania Aruca Alonso • La Jiribilla

Hace una semana que el pueblo de Honduras recibe golpes de la policía y el ejército, es perseguido, acosado con amenazas y derrama su sangre por exigir el respeto a su voluntad: ¡que regrese a Tegucigalpa el presidente Zelaya! ¿Acaso esto es desconocido por alguien dentro o fuera de Honduras? ¿Constituye esto un derramamiento de sangre hondureña a causa de la defensa de la verdadera democracia y de la Constitución nacional, o no?

Por otra parte, las demostraciones efectuadas en respaldo al gobierno de facto, encabezado por Micheletti, no son atacadas por la policía, ni por los militares armados y parapetados detrás de escudos antimotines ¿Qué significa esta distinción? ¿Qué se pretende demostrar aplicando la violencia a una mayoría, mientras se protege a una minoría, que, aparentemente, respalda la acción usurpadora de un gobierno de facto, sin legalidad alguna, que es rechazado tanto internamente, como por los gobiernos y organismos internacionales de la región y mundiales? ¿A quien se debe apoyar y respaldar?

Rigoberta Menchú, presente en Tegucigalpa, señalaba la complejidad del conflicto creado en Honduras, precisamente por la represión y la violencia desatada contra la población que defiende el gobierno y el Presidente por quien votó, y contra quien se rebelaron ilegalmente las fuerzas reaccionarias utilizando como velo de consagración a la propia legalidad manipulada en su particular beneficio. Ahora sienten miedo de sus propios actos y de sus consecuencias, les aterran sus irresponsabilidades ante un pueblo que no los admite, ni concuerda con sus ideas y acciones antidemocráticas.

El regreso de Zelaya, tan esperado, tan deseado por el pueblo hondureño es una necesidad, no un capricho personal. Hasta el momento, ni las declaraciones, condenas, retirada de embajadores, e inclusive sanciones internacionales - como la recientemente aprobada por 33 votos de otros tantos Estados miembros, en la Organización de Estados Americanos que ha suspendido a Honduras de su derecho de participación en esa Organización- han hecho mella en la posición irracional del gobierno usurpador.

El pueblo está en las calles, el pueblo aclama al presidente Zelaya, espera su llegada para su restitución inmediata. ¿Habrá fuerza alguna que detenga la voluntad de ese pueblo enardecido? ¿Alcanzarán las armas y los armados hasta los dientes en su contra, para evitar que Zelaya sea conducido hasta la casa presidencial y que reorganice la defensa de su pueblo? Sin dudas la respuesta histórica a estas preguntas es lo que con más certeza temen las fuerzas golpistas hondureñas.

Ellos intentan, preventivamente, echar las culpas del posible “baño de sangre” al propio presidente, y a quienes lo apoyan en su justo propósito dentro y fuera del país. Pero, ¿es que no vale el terror y la sangre que ya ha corrido y corre por las calles de Honduras?

Se corre el riesgo de una internacionalización del conflicto hondureño. De agredir a alguno de los altos representantes que acompañarán al Presidente Zelaya, o ignorar la autoridad moral y legal internacional de que están investidos, la situación se convertiría en algo mucho más grave, sin precedentes y muy peligroso para América; no habría exclusiones para posibles neutrales en la región. Esta es otra arista delicada del asunto, muy irresponsablemente ignorada, o no percibida en medio de su miopía política, por los “irracionales” que conforman el gobierno usurpador.

¿Qué pasará hoy? No me asiste ningún argumento de peso para poner en duda que el pueblo de Honduras, decidido por una causa justa y en valiente pelea por ella junto a su Presidente ¡Vencerá!

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