de cubadebate
1 Agosto 2012
Gore Vidal,
escritor, dramaturgo, político y analista, ha fallecido en Los Angeles a
los 86 años, según ha informado su sobrino. Sus novelas, ensayos, obras
de teatro y opiniones estuvieron siempre marcadas por su ingenio y una
sabiduría no convencional e inmodesta.
De acuerdo con la agencia AP, Gore Vidal falleció en su casa en
Hollywood Hills este martes sobre las 18:45 (hora local) por
complicaciones de neumonía, según Burr Steers. Vidal vivía solo en su
casa y llevaba “bastante tiempo” enfermo.
Junto con contemporáneos suyos como Norman Mailer o Truman Capote,
Vidal formaba parte de un generación de escritores literarios que
también eran auténticos opinadores en talk shows y en las columnas de
opinión.
Cubadebate reproduce una entrevista que le hizo a Vidal la editora de este sitio, Rosa Miriam Elizalde, durante la visita que el genio de las letras norteamericanas realizara a Cuba en octubre de 2006:
“Tengo celos de Cuba”, dice Gore Vidal
Por Rosa Miriam Elizalde
Estuvo en Cuba cinco días. Siguió un programa delirante que lo llevó
de la Universidad de Ciencias Informáticas a la Escuela Latinoamericana
de Medicina, de la Colina universitaria a la Escuela Nacional de Ballet,
de La Habana Vieja al parque que recuerda a John Lennon con una réplica
en bronce del director de los Beatles, sentado en un banco como un buen
hijo de vecino.
En un respiro de una hora, Gore Vidal accede a conversar con este
diario. El más erudito escritor estadounidense de su generación y el más
corrosivo crítico de la actual administración republicana, no habla,
sino interpreta lo que dice. Modula la voz y aparecen George W. Bush,
Eisenhower, F. D. Roosevelt, algún oscuro oficial del Pentágono y hasta
el propio Gore Vidal, burlándose de todos ellos, con la ironía emboscada
en un rostro que desmiente sus 81 años recién cumplidos.
Le interesa más ser recordado como historiador que como autor de
ficción. Aunque sus obras fácilmente triplican su edad -en su
bibliografía hay novelas, tragedias, comedias, memorias, ensayos,
guiones de cine y de televisión-, su obsesión es una sola: el extravío
de la República. «El principal trozo de sabiduría que aprendí de Thomas
Jefferson, y este de Montesquieu, es que no se puede mantener una
República y un imperio al mismo tiempo. Desde 1846, en guerra con
México, somos imperialistas rapaces».
-¿Cuándo despierta la conciencia antiimperialista de Gore Vidal?
-Francamente, yo creía que nuestro esfuerzo expansionista había
terminado en 1898. Que era apenas un paréntesis entre 1846 y 1898,
cuando destrozamos al Imperio español y tomamos el Caribe y las
Filipinas, que era lo que verdaderamente queríamos. Habíamos terminado
vencedores en la Segunda Guerra Mundial. Conquistamos a Alemania y a
Japón. Ocupamos ambos países -cada uno un mundo, y no simplemente una
nación. Éramos los dueños del primer imperio global y se lo debíamos
también a otro Roosevelt imperial, Franklin Delano, que sabía muy bien
lo que hacía. Quería destruir al colonialismo europeo donde estuviera, y
en compensación a sus «esfuerzos», los Estados Unidos recibían el
mandato de «cuidar» a los países «liberados», como a él le encantaba
decir. Eso nos metió formalmente en el negocio de Imperio.
«En Guatemala tuve una gran amistad con Mario Monteforte Toledo,
escritor, vicepresidente de la nación y presidente del Parlamento de su
país durante el gobierno de Juan José Arévalo. Yo vivía en Antigua y él
venía de vez en cuando a verme, a mi casa. Un día me dijo: “no nos queda
mucho, ¿sabes?”. “¿De qué me hablas?”, le respondí. “Tu gobierno ha
decidido intervenir en Guatemala”. Y yo no daba crédito: “Oh, mira,
acabamos de derrocar y tomar a Alemania y a Japón, ¿qué vamos a hacer
con Guatemala? No tiene sentido. No vale la pena”. Respondió: “Sí vale
la pena para la United Fruit Company, que no quiere pagar un mínimo
impuesto por nuestros plátanos, que venden en el mundo entero, mientras
nosotros no ganamos nada. Ella es la que controla las relaciones entre
los dos países». Fue mi primera lección de política hemisférica.
«Sabía del imperialismo yanqui, pero creí que esto era una
exageración de mi amigo. Mientras tenía lugar esa conversación con
Mario, Henry Cabot Lodge Jr. -el hijo de Henry Cabot Lodge que había
sido senador por Massachussets y uno de los más entusiastas partidarios
de la conquista de Filipinas-, llamaba al Presidente (Dwight David)
Eisenhower para soplarle al oído las palabras mágicas: Arévalo y su
grupo en Guatemala son “comunistas” y van a ocupar las tierras de la
United Fruit. La historia posterior es conocida: forzaron a Arévalo a
irse y luego intervinieron, en 1954. El gobierno electo de Jacobo
Arbenz, elegido por voto popular, fue derrocado por el embajador
norteamericano John Peurifoy, e impusieron al general Carlos Castillo
Armas. De ahí en adelante, los Estados Unidos garantizaron a sus
guerreros en el gobierno y un baño de sangre a los ciudadanos
guatemaltecos. Mark Twain tenía toda la razón cuando dijo, después de la
intervención de los Estados Unidos en Filipinas: “las barras y las
estrellas de la bandera norteamericana deberían ser reemplazadas por el
símbolo de Jolly Roger, la calavera sobre dos tibias cruzadas. Llevamos
la muerte a donde quiera que vamos”».
REPÚBLICA BANANERA
-En su novela La Edad Oro usted asegura que Franklin Delano Roosevelt
pudo haber evitado el ataque a Pearl Harbor, que sacó a los
norteamericanos de su pacífico aislacionismo y decidió la entrada de los
EE.UU. en la guerra. ¿Hasta qué punto eso fue así?
-Las naciones, como los individuos, tienden a seguir determinadas
recetas. Si un plan que tienen en la cabeza funcionó una vez, quizá
funcione de nuevo. Cada vez que un presidente es asesinado, la primera
conclusión es que lo hizo un «asesino enloquecido y solitario», por pura
maldad. Jamás se ofrece un por qué, una razón, un motivo. Y no lo
hacen, porque quizá pudiéramos enterarnos entonces de los oscuros
entretelones de la política, y al pueblo estadounidense nunca se le
habla nada de política.
«Roosevelt, probablemente con la mejor voluntad del mundo, vio que
Hitler era peligroso no solamente para Europa, sino a largo plazo
también para los Estados Unidos. Éramos, al fin y al cabo, un poder
mercantil. Comerciábamos. Con Hitler encargado de Europa la vida sería
muy difícil para nosotros. En 1940, el 80 por ciento de los
estadounidenses (entre ellos yo) nos oponíamos a que nuestro país se
involucrara en la guerra en Europa. Pero Roosevelt tomó la ofensiva. Él
fue nuestro gran Maquiavelo. Sabía, mejor que cualquier otro presidente
anterior, cómo funcionaba el mundo. Estaba plenamente consciente de que
el hundimiento de nuestros barcos nos había empujado a la guerra contra
Alemania en 1917, pero eso no sería suficiente en 1941. Necesitaba un
trauma de importancia que decidiera a los norteamericanos por la guerra.
Por tanto, provocó deliberadamente a los japoneses para que nos
atacaran el 7 de diciembre de 1941 en Pearl Harbor.
«Fue un plan brillante y funcionó. Los japoneses acababan de firmar
un acuerdo con Alemania e Italia, la Alianza Tripartita. Si alguien
atacaba a uno de los tres, los otros dos vendrían en su defensa. No era
una alianza que garantizara apoyo ante planes de agresión, y Roosevelt
tenía bajo un cerco a los japoneses, que habían ocupado la Manchuria,
después de históricos intentos de ocupar China. Desde 4 000 millas de
distancia, el Presidente norteamericano dio un ultimátum a los
japoneses: salgan de China. “Si no se van de ahí, no le vendemos más
chatarra y le cortamos la bencina”, en particular el combustible que
Japón necesitaba para sus aviones y sus buques de guerra.
«La reacción de Japón fue lógica, dar un gran golpe que pusiera a los
norteamericanos a pensar por un rato en otra cosa que no fuera China.
Atacarían y hundirían la flota estadounidense en Pearl Harbor. Creían
que los Estados Unidos tardarían más de un año en construir otra
flotilla. Ellos podrían entonces ir hacia el sur, a Java y a Sumatra, y
tomar los campos petroleros holandeses, Singapur, Malasia y todo lo que
apareciera por el camino. Japón no tenía idea de la velocidad en que
podíamos rearmarnos. Roosevelt sí lo sabía. Fuimos una gran potencia
industrial -cosa que ya no somos. Las primeras señales de ese poder
habían sido los automóviles ensamblados en línea y las plantas de acero.
Podíamos hacerlo todo muy rápido. Sacamos miles de bombarderos B-17,
verdaderas fortalezas volantes que ganaron la Segunda Guerra Mundial
para los Estados Unidos».
-Usted fue un observador privilegiado de ese período previo a la guerra.
-Yo me crié en Washington D.C. en la época del gobierno de Roosevelt,
que salió elegido cuatro veces como Presidente -toda una marca.
Recuerdo los largos recesos del verano en esa edad dorada. El calor era
tan grande que el gobierno entero se iba de la ciudad. No hemos tenido
tanta paz y prosperidad desde que el gobierno de los Estados Unidos se
iba de vacaciones. En los años 40, el desempleo se acabó. Franklin
Delano Roosevelt era ambicioso e imperial pero sacó al país de la
depresión económica. Todos estaban contentos por primera vez en años y
el Presidente aprovechó la coyuntura para invertir 8 mil millones de
dólares en el rearme de los Estados Unidos. Nos pusimos directamente en
el camino de construir la más grande máquina de guerra del planeta, que
luego se convirtió en nuestra maldición.
-Culpa a Harry Truman de convertir a los EE.UU. en el país
totalitario que hoy es, una opinión que no parecen compartir muchos
norteamericanos. George W. Bush acaba de decir, por ejemplo, que el
hombre que lanzó las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki fue un buen
Presidente.
-Recuerde algo: la mayoría de los norteamericanos no tienen
información sobre la historia, la geografía y lo que pasa en el mundo.
Roosevelt hizo todos los arreglos para que pudiéramos arrancarles las
colonias a Francia, Holanda y Portugal, después de la Segunda Guerra
Mundial. Los estadounidenses todavía no se han enterado de esto. Lo que
saben de Truman es que era un hombre pequeñito y bonachón, que tocaba el
piano. No sabía nada de nada. Detrás de él estaba un Príncipe
Metternich, el secretario de Estado Dean Acheson, abogado internacional
que sabía de todo. Fue él quien diseñó el estado militarizado que
emergió a partir de 1949 con Harry Truman, con la CIA incluida. Todo
giró en torno a un documento: el Memorando número 68 de 1950, del
Consejo de Seguridad Nacional, que se mantuvo secreto hasta 1975 y
resolvía estar perennemente en guerra contra alguien. Íbamos a luchar
contra el comunismo donde quiera que se encontrara sobre la Tierra,
aunque este no nos amenazara. Establecía de facto una guerra santa, como
la que ahora tenemos contra el terrorismo y el Islam, igual de estúpida
e igual de irrelevante.
«Pero fíjese qué ironías tiene la historia norteamericana. El hombre
que debió haber tomado la presidencia en 1945 era Henry Wallace, un
hombre opuesto a la Guerra Fría, que fue vicepresidente con Roosevelt.
Sin embargo, este sustituyó a Wallace en la vicepresidencia por Harry
Truman, un hombre salido de la nada, un derechista sureño de Missouri,
que tomaría finalmente el poder, cuando muere Roosevelt el 12 de abril
de 1945.
«De modo que terminamos con un terrible presidente al frente del
gobierno. Era tan malo que lo convirtieron en un ídolo. Todos los
ignorantes admiran a Harry Truman, y no saben por qué. Él terminó con la
República y nos colocó en esta ola de conquista. Truman le gritaba a la
gente que la Unión Soviética estaba avanzando. Que estaban a punto de
tomar Grecia y que inmediatamente después iban a Italia, y entonces a
Francia, y luego cruzarían el Atlántico. Escuchamos los ecos de Truman
en este pequeño hombrecito de ahora, el señor Bush quien dice
(imitándolo): “Tenemos que luchar contra ellos allá, o de lo contrario
tendremos que combatirlos a ellos aquí…”. Y tales enemigos no tienen
manera de llegar a los Estados Unidos para empezar una guerra. Pero
ningún estadounidense puede poner en duda semejante delirio, sin que le
pongan la etiqueta de anti-patriota o de tonto».
-«El atentado terrorista ocurrido en Oklahoma en 1995 se explica
según leyes de la Física: no hay acción sin reacción». Son sus palabras.
Aludía al odio que ha sembrado Estados Unidos en el mundo y en su
propio país. ¿Era una profecía?
-No conectaría este hecho con lo que ocurrió el 11 de Septiembre, al
menos no directamente. Sabemos ahora que Timothy McVeigh no estaba solo,
que había más gente involucrada. La administración Clinton -un gobierno
muy norteamericano en el mejor sentido de la palabra- redactó
regulaciones dacronianas sobre el terrorismo, simplemente para exorcizar
el fantasma de Timothy McVeigh. Cuando ocurrió el atentado del 11 de
Septiembre, sacaron de la gaveta estos papeles y los activaron todos.
Esa es la Ley Patriota, que prácticamente ha anulado todas nuestras
sagradas libertades.
«Hasta un niño de cinco años podría darse cuenta de que la solución a
los ataques terroristas es simplemente policial. Fuimos atacados por
una mafia. No puedes tener una guerra sin un país contrincante. Trate
usted de explicar esto a los estadounidenses: ni siquiera saben lo que
es un país. Han logrado que el 80 por ciento de ellos todavía no se haya
enterado de que Saddam Hussein no es precisamente el mejor amigo de
Osama Bin Laden. Creen que funcionan como una misma persona y que ambos
nos atacaron el 11 de Septiembre. Todo es una gran bobería. No había
conexión ninguna entre Saddam y Bin Laden, pero Bush quería completar el
trabajo de su padre y mostrar que él era el más audaz de los dos.
Quería ser recordado como el “Bush de Bagdad”, algo así como un Lawrence
de Arabia».
-Esta semana, una encuesta de CBS registraba que el 75 por ciento de
los estadounidenses desaprueban la gestión del gobierno en Iraq,
mientras bajaba a niveles históricos el índice de aceptación del
Presidente. ¿Será Bush el mandatario más odiado de la historia de
Estados Unidos?
-Cuando dije que no era profeta, eso no quiere decir que no puedo de
vez en cuando adivinar lo que va a suceder. Los neo-conservadores -la
palabra que se utilizaba antes para referirse a ellos era fascista-
querían todo el poder para que la Junta de Gas y Petróleo tuviera las
manos libres y así enriquecer más a sus corporaciones y manipular la
Constitución, a tal punto que esta no tenga sentido. Querían el poder
supremo y lo tuvieron, con otra circunstancia a su favor: nosotros
elegimos un Presidente inofensivo para ellos; un verdadero tonto,
literalmente un tonto.
«Si el pueblo estadounidense hubiera tenido una verdadera prensa
libre y unos medios de comunicación alertas, jamás este hombre habría
sido electo. Es un ser incompetente. Ya tuvimos muchos presidentes
bobos, pero Bush ni siquiera sabe leer bien. Al menos en esto es
representativo. Lo escuchas hablar por diez minutos y es claro que no
sabe lo que está diciendo. Está desesperado tratando de seguir las
líneas del teleprompter. Sin alguno de sus consejeros al lado, no puede
responder preguntas.
«Desde que Woodrow Wilson dejó el despacho oval en 1921, ningún
presidente ha escrito sus propios discursos. El presidente lee lo que
otros escriben. A veces está de acuerdo; a veces, no. Eisenhower leía
sus discursos haciendo todo un descubrimiento. Durante su primera
campaña electoral, el país se quedó asombrado cuando él, a mitad del
discurso, dijo: “y si resulto elegido, iré a… ¡¿Corea?!” Estaba furioso.
Nadie la había comentado nada antes de aquella promesa. Pero de todas
formas, fue a Corea.
«Si tuviéramos unos medios de prensa interesados en la República y no
en las ganancias, la historia habría sido diferente. Hay alguna
esperanza. Después de todo Albert Gore ganó la elección en el 2000 por
el voto popular, con 600 000 votos más que Bush. La intervención de la
Corte Suprema y el truco en el conteo de los votos falsificaron el
resultado de las elecciones. Nos convertimos de la noche a la mañana en
una república bananera, sin bananas que vender. Ese es nuestro mayor
problema ahora».
-Recientemente, Fidel afirmó que el gobierno de Bush ha conducido a
su país «a un desastre de tal magnitud que, casi con seguridad, el
propio pueblo norteamericano no le permitará concluir su mandato
presidencial». ¿Lo cree usted?
-No me extrañaría. La administración Bush es tan extremista y hay
gente ahí con las mentes tan vacías que serían capaces de comenzar a
bombardear a Rusia, a Irán…, simplemente para desviar la atención de la
otra guerra y para que el gobierno no se desmorone antes de tiempo.
Ellos son expertos en fabricar los pretextos para crear el pánico.
«Dos días después del 11 de Septiembre alguien en el gobierno dijo:
“el problema no es si atacarán de nuevo, sino cuándo”. Ahí fue donde
comenzó toda esta tontería. Cuando les recordamos que han pasado ya
cinco años y no nos atacan, responden: “¡es por las precauciones que
hemos tomado en los aeropuertos!” Y dicen (Gore Vidal con expresión y
voz de terror): “…tampoco a nosotros nos gustan estas precauciones,
porque tenemos que quitarnos los zapatos en el aeropuerto. ¡Pero son
esas medidas las que nos han salvado de los ataques!” Bueno, si es así,
pruébelo. “¡Es que no lo podemos probar sin revelar nuestras fuentes
secretas!”, responden. Es un círculo vicioso.
«Espero que los demócratas que ahora toman posiciones de presidentes
de comités legislativos, especialmente el judicial, lleven a estos
generales al Congreso, los pongan bajo juramento y los hagan responder
seriamente nuestras preguntas.»
-¿Qué es necesario para restaurar la República?
-Recuperar la gran advertencia de Franklin Delano Roosevelt, nuestro
mejor presidente, en el discurso inaugural de su mandato, cuando el país
colapsaba, el dinero escaseaba y los bancos quebraban. Él dijo (imita a
Roosevelt): “We have nothing to fear but fear itself” (No tenemos nada
que temer, salvo al propio miedo.) Esa es la base de nuestra República.
Le diría al pueblo norteamericano: no te dejes engañar por el miedo. Hay
mucha gente en los Estados Unidos que gana dinero gracias al temor. Ese
es su trabajo: asustarte.
«No estoy a favor de una revolución violenta ahora, porque suelen
traer lo opuesto de lo que buscaban. La Revolución francesa le dio al
mundo a Napoleón Bonaparte y Luis XVI no era tan malo como él. Pero creo
que en los Estados Unidos vamos a tener una debido al colapso
económico.
«En estos días uno de los grandes titulares decía que el ejército le
rogaba al gobierno que le diera dinero. ¡No tienen suficiente dinero
para seguir haciendo el ridículo en Bagdad! Van a recaudar el dinero
como sea, y no a costa de los ricos. Los ricos no tienen la obligación
de pagar impuestos. Tampoco las corporaciones. Antiguamente el 50 por
ciento de los ingresos de los Estados Unidos venían de los impuestos a
las ganancias corporativas. Ahora pagan menos del 8 por ciento. Han
liberado a todos sus amigos ricos de pagar impuestos para que hagan
donaciones al Partido Republicano, con el compromiso de que éste seguirá
diciendo mentiras al país y certifique que los patriotas son traidores.
Ha sido un magnífico truco desde el punto de vista económico para
ellos, pero un malísimo plan para nosotros, los estadounidenses. Y no
nos gusta. Perdimos el Bill of Rights (Carta de los Derechos
fundamentales) y la Carta Magna, en la cual se sustentaron todas
nuestras libertades por más de 700 años. No, no ha sido esta ni será una
época divertida».
TENEMOS UNA CRISIS DE DERECHO
-En sus memorias ha contado que John Kennedy le habló de los planes
de la CIA para asesinar a Fidel y que la relación con los cubanos
extremistas se convirtió en una pesadilla para él y para su hermano
Robert. ¿Están vinculados estos grupos en la muerte de los dos hermanos?
-Jack (John) Kennedy perdió su vida por eso. Hay evidencias de que el
asesinato de Kennedy lo cometió la mafia de Nueva Orleans y que en el
crimen de Dallas estuvo involucrado un hombre llamado Carlos Marcello,
que también trató de matar a Bobby Kennedy. Marcello fue un capo de los
casinos en La Habana, amigo de Meyer Lansky y Santos Trafficante, que
manejaba la mafia en Tampa, Florida. En una grabación del FBI,
Trafficante dice: «Tenemos que deshacernos de Bobby». Marcello le dijo
en septiembre de 1962 al investigador privado Edward Becker que un perro
continuaría mordiéndote si le cortas su cola (refiriéndose al
Procurador General de la República, Robert Kennedy), mientras que si le
cortas la cabeza al perro (el Presidente John Kennedy) dejaría
inmediatamente de molestar. Fue la sentencia de muerte para Jack. Robert
Kennedy nunca investigó la muerte de su hermano por temor a verse
involucrado en turbios asuntos en los que estaban entrelazados los
cubanos de Batista y la mafia.
-¿Qué influencia cree que han tenido los cubano-americanos de Miami
en las decisiones del gobierno norteamericano en los últimos 40 años?
-Ellos llegaron a tener una enorme influencia en el país, y creo que
esta es mucho menor ahora. Desde el principio, la Florida ha sido muy
corrupta, desde los días de la Confederación. Si a eso le añades un
montón de enojados seguidores de Batista, la situación allá empeoró con
gente que tenía mucho dinero o se hicieron de muchísimo dinero. Se podía
contar con ellos para apoyar cualquier cosa que sirviera para odiar más
al Presidente Castro y para odiar lo que se estaba haciendo en la Cuba
moderna.
«La Florida es un lugar perfectamente situado para que recale ahí
cualquier demagogo que busque el apoyo de gente con mentalidad
batistiana o de cualquiera que quiera luchar contra el comunismo. Los
norteamericanos no están preparados para entender que han recibido por
décadas una información distorsionada de su propio gobierno y de los
medios que trabajan con el gobierno. Por eso, la Florida es uno de de
los primeros lugares a donde van los candidatos a buscar votos. Es menor
ahora la influencia de estos grupos extremistas, pero los
neoconservadores saben que pueden contar con ellos.
«La Florida es un estado grande, un estado clave, con colegio
electoral, que a veces decide las elecciones. A eso se suma la
complicada maquinaria del siglo XVIII, que nos impide tener una
democracia. A nuestros próceres no les gustaba la democracia. No me
canso de repetir eso, y nadie me escucha, porque la prioridad es que le
llevemos la “democracia” a Iraq y a todos los pobres países que la
añoran».
-¿Está al tanto del caso de los cinco cubanos presos en Estados
Unidos, por informar al gobierno de la Isla de planes terroristas en el
sur de la Florida?
-Conozco el caso a través de los abogados, pero no por lo medios.
Parece ser otra de las cosas idiotas que está haciendo nuestro gobierno.
Tengo entendido que el Presidente Clinton y el Presidente Castro
intercambiaron mensajes para detener a los terroristas de Miami, que
habían puesto bombas en hoteles y en oficinas que enviaban turistas a la
Isla. Los dos presidentes estaban de acuerdo con que esta situación
debía ser detenida. Clinton le pidió al FBI que viniera a Cuba y Castro
estuvo de acuerdo con eso. En vez de apresar a los terroristas, el FBI
arrestó a los cubanos.
«Nos encanta encarcelar a la gente, tanto como nos gusta la pena de
muerte. Es la estrella más brillante de nuestra diadema. Tenemos un país
loco por la tortura, por el asesinato, por las ejecuciones, por las
sentencias a cadena perpetua. Es una mentalidad perversa, que está en el
trasfondo del puritanismo protestante. Todos tienen que sufrir, si han
pecado. Pero si uno es rico, Dios te ama. Esa es la prueba. Si uno es
pobre, no le caes bien a Dios. Esa es la prueba. Semejante forma de
pensar no es saludable para nadie, y en el estado de la Florida hay
muchas personas que piensan así, además de los que llegaron con Batista.
«Así que los Cinco -”The Cuban Five”, que es como se les conoce en
los círculos legales de los Estados Unidos- están presos, cumpliendo
cadenas que parecen eternas por haber obedecido a dos presidentes: uno
de aquí, de la Isla, y otro, de Estados Unidos. Dos Presidentes que
quisieron evitar que terroristas locos siguieran poniendo bombas y
matando a civiles inocentes.
«La Junta que los apresó y los condenó, lo hizo sabiendo muy bien las
consecuencias. La Junta de Gas y Petróleo Bush-Cheney no es tan
estúpida como parece. Hace cosas malvadas, porque es así como mantiene
todo bajo control. No creas que no aprendieron de las dictaduras del
siglo XX. El caso de los Cinco es una prueba más de que tenemos una
crisis de derecho, una crisis política y una crisis constitucional.
-Oliver Stone ha sido sancionado por el Departamento del Tesoro de
Estados Unidos por violar el bloqueo contra Cuba. Su delito es haber
viajado a la Isla para realizar sus dos documentales sobre Fidel. ¿Es
constitucional este tipo de medidas?
-Por supuesto que no. Es una violación. Pero el 11 de Septiembre hubo
un golpe de Estado en los EE.UU., el primero en nuestra historia. Un
golpe en el cual un grupo de gente deshonesta de una Junta petrolera
usurpó el poder del Estado y tiró abajo el Congreso. Es un hecho único y
los detalles conformarán algún día una gran historia. Esto es algo que
el pueblo no acaba de comprender, porque los norteamericanos tienen una
mentalidad muy simple: lo que no conocen o no han visto previamente, no
existe. Bueno, lo viven ahora in situ, pero lo descubrirán algún día
como arqueólogos y no será nada agradable. Las sanciones contra los
norteamericanos que quieren una relación normal con Cuba son hijas de
estas circunstancias. Pero Oliver Stone -y cualquier otro ciudadano
norteamericano- tiene todo el derecho de hacer cualquier película que
quiera en cualquier circunstancia, mientras no haya violado ninguna ley.
Es su derecho constitucional. Él no ha violado la ley. Lo que ocurre es
que a la Junta no le gusta lo que él hace: ¡oh, my goodness! (¡Oh, Dios
mío!)
-¿Teme que pueda haber alguna represalia contra usted?
-Suelo estar preparado para que no guste nada de lo que haga, diga o escriba sobre ese gobierno.
-Lleva usted varios días en La Habana. ¿Es Cuba la Isla satánica que la prensa y los políticos muestran a los norteamericanos?
-¿Estás loca? ¡No! Nos dicen siempre que los cubanos detestan estar
aquí. Que todos se mueren de hambre. Sacan esos cuentos que dicen que
los hospitales son terribles y que nadie acude a ellos. Que los cubanos
que se enferman van a la clínica Mayo en Estados Unidos. No hay mentira
que nuestro gobierno no nos cuente cuando habla de Cuba. En Estados
Unidos, la mentira es la lengua franca de la nación.
«¿Sabe por qué voy a la televisión? Porque siento que habrá alguien
que me vea y me escuche y al que le puedo hablar de lo que he visto, sin
intermediarios tendenciosos. Puedo hablarles, por ejemplo, de los
maravillosos planes médicos de Cuba. Visité una escuela de medicina, que
se dedica a preparar médicos de muchos países para que brinden
servicios comunitarios a los pobres, algo que el sistema estadounidense
odia. La Medicina en Estados Unidos se aprende para agarrar todo el
dinero que puedas y fugarte a Tahití, o a otro lugar de vacaciones, y
olvidarte de la gente que sufre.
«Estuve conversando con 8 o 9 norteamericanos de Nueva York y
Massachussets, que estudian Medicina en Cuba. Les pregunté si la
preparación que recibían era tan buena como me habían dicho, y me
respondieron que sí, que es mejor que cualquiera que pudieran obtener en
EE.UU. ¿Por qué no hacemos nosotros lo mismo por nuestra gente y por la
salud de otros pueblos? Los médicos cubanos están en los lugares más
olvidados, desde África hasta la jungla amazónica. Solamente si
reponemos la Constitución, podríamos tener un país con aspiraciones y
con éxitos como los de Cuba. No crea que no me siento celoso como
norteamericano con lo que he visto en Cuba. Yo soy un gran patriota y
tengo celos».
-¿Volverá?
-Jamás hago predicciones.
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