Por Alejandra Volpi
El País, Uruguay
El País, Uruguay
Silvio Rodríguez se reencontró con el público local a más de dos décadas de su última actuación, en un Estadio Charrúa vibrante y con entradas agotadas. Sobrio, preciso y con la voz intacta, agradeció el título de Visitante Ilustre con sus clásicos.
Entre los 18.000 asistentes estaban Daniel Viglietti y Eduardo Galeano. Y la necesidad de muchos de reencontrarse con parte de su historia. El trovador cubano conectó con el público desde la sensibilidad y la memoria, dando cuenta del paso del tiempo: su última actuación en Uruguay había sido el 1 de marzo de 1985, cuando asumió la presidencia Julio María Sanguinetti y el país celebraba su vuelta a la democracia. Esta vez prometió no demorar otros veinte años. El cantautor se condujo con sobriedad, oficio y muy pocas palabras. Su manifestaciones políticas y filosóficas estuvieron básicamente en las canciones. También cuando citó a Viglietti, Benedetti y Sendic, durante un son inédito que formará parte de su próximo álbum. En cada concierto, el cantautor dedica uno de sus títulos a los cinco cubanos que están presos en Estados Unidos desde hace 13 años. El miércoles eligió Sonrisas de papel, asegurando que seguirá haciendo ese ritual “hasta que los liberen”.
El público aplaudió con fervor y durante las casi tres horas de espectáculo le rindió varias ovaciones sostenidas. En la platea asomaban banderas de Cuba y carteles con frases del estilo “Una Cuba y su poeta”. El repertorio, que incluyó clásicos como Óleo de mujer con sombrero, La maza y Ojalá, prescindió de Unicornio, el más trillado de sus títulos. En cambio despuntó varios estrenos y un recorrido por Segunda cita, álbum que enriqueció con arreglos acústicos.
En vivo la instrumentación contó con tres guitarras, flauta traverza, clarinete, bajo, percusión y un virtuoso tres cubano. La pulcritud en la ejecución (todos siguieron al pie las partituras) y la delicadeza de sus composiciones, incluso de las más nuevas, crearon un clima de intimidad increíble para un lugar abierto y frío como el Estadio Charrúa.
Hubo dos momentos en los que dialogó directamente con el público: le dedicó parte del show “a los de atrás” porque “son los que tienen menos” y sacó una fotografía de la masa para subirla a su blog, desde donde retrucó a Pablo Milanés el mes pasado.
La participación de su compañero de la Nueva trova cubana, Amaury Pérez, tuvo connotaciones inesperadas. El músico cumplió una promesa: estrenó en Montevideo una canción que le compuso a Alejandra, una uruguaya que se exilió en La Habana a fines de los ‘60, con la que estuvo vinculado sentimentalmente. Contó que al poco tiempo de estar juntos descubieron que ella había viajado embarazada y quería abortar. “Le compuse este tema esperando que no lo hiciera. Y ella le puso al niño Amaury. Le prometí que algún día la cantaría aquí y lo estoy cumpliendo a 34 años de aquella historia”, expresó emocionado. Alejandra y su hijo estaban presentes en el Charrúa.
Luego Silvio hizo dos bises prolongados y terminó solo con su guitarra. A las 00:11 h prometió: “no los vamos a olvidar”.
Como un sueño: La surca tocará con Silvio en el Estadio Ferro, de Buenos Aires
Por Karina Micheletto
Pagina 12, Argentina
La actuación de Silvio Rodríguez, esta noche en Ferro, promete sorpresas. Una de ellas es la que ya se reveló en los shows de Córdoba y Rosario, y que volverá a sonar a modo de apertura. Fue la elogiada presentación de La Surca, la banda liderada por Fernando Rabih, Federico Mizrahi y Horacio Burgos, que calentó la previa con su música de raigambre rioplatense y latinoamericana, en una rica búsqueda de fusión con raíces españolas. Con dos discos editados (el reciente Otra sangre y Solos en Madrid, con el que aparecieron en la escena con el padrinazgo de León Gieco), la banda, que se completa con Jonatan Szer, Víctor Carrión, Fernando Bobarini y Natalia Cabello, transitó un camino que incluyó largas temporadas en Europa, música para cine y televisión, obras de teatro y danza, y la producción del musical de Fernando Peña Esquizopeña, con el que sacaron otro disco. Ahora, como grupo soporte, recibieron un doble premio: el del reconocimiento del público y el del mismo Silvio Rodríguez.
“Acompañar como teloneros la gira de Silvio es como que te inviten a salir de ronda con el ángel guardián de la canción”, dice Rabih en diálogo con Página/12, sin abundar en detalles en cuanto a los elogios recibidos: “Las palabras de Silvio fueron hermosas, tan cálidas como su abrazo, pero me las guardo para mí en el corazón. Todos en La Surca estamos muy felices de tener la posibilidad de vivir esto que se parece tanto al sueño del pibe”. Una anécdota refleja la magnitud de lo que el músico describe como “el sueño del pibe”: “En 1986 hicimos un viaje de mochileros con unos amigos y logramos llegar hasta Cuba. El mismo día que llegamos a La Habana, Silvio cantaba en la apertura del congreso de pedagogía. La entrada era con invitación, pero no nos íbamos a perder ese recital ni muertos, así que nos colamos detrás de la delegación de Haití. Como la sala estaba repleta, me senté en el suelo al costado del escenario… y entró Silvio con su guitarra. Esa noche fue una de las más felices y emocionantes de mi vida. El sábado pasado en Rosario, 25 años después, estaba de nuevo sentado en el suelo al costado del escenario, escuchando a Silvio, tan feliz y emocionado como aquella noche, pero esta vez acompañando su gira con mi banda como grupo telonero y cantando mis canciones en ese mismo escenario”.
-Dicen que en su trabajo la música española “convive en paz y armonía” con los ritmos rioplanteses. ¿Por qué hablan de “convivencia”?
-En el último disco hay tango, candombe, una bossa nova que canto con Ligia Piro, una rumba grabada en Sevilla con un guitarrista flamenco, una especie de samba reggae con coro de murga, con el Negro Fontova… Es un disco de convivencias pacíficas, no buscadas, cada canción ocupa su propio espacio y cuenta su propia historia, sin molestar demasiado a sus canciones vecinas. El nombre del disco hace referencia precisamente a esa convivencia en la diversidad, y cada canción es el fruto de la multitud de cosas que conviven en uno. Internamente todas esas cosas juntas te arman un lío importante, ahí de paz y armonía hay poco y nada, pero cuando “aparece” la canción, el asunto se pacifica. Después de todo, hacer una canción es llegar a un acuerdo, es como establecer una convivencia entre distintas partes que hasta ese momento no se conocían o sólo se presentían.
-¿Qué influencia tuvo en el grupo el padrinazgo inicial de León Gieco?
-León escuchó nuestro primer disco, yo se lo había dejado en el buzón de su casa. Le gustó mucho y vino a acompañarnos cuando lo presentamos, hasta dijo unas palabras en el escenario. Empezar así, de su mano, fue muy importante… o como diría mi madre: un comienzo “soñado”.
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