21 Septiembre 2009
El Presidente hondureño Manuel Zelaya continúa a estas horas en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa reuniéndose con su equipo de gobierno y los sectores sociales.
En conversaciones con la prensa, el mandatario relató este lunes que su viaje secreto de regreso al país fue “muy largo” y tuvo que cambiar los medios de transporte para eludir los controles policiales y militares del régimen de facto.
El periplo fue “muy largo, sucedió como en 15 horas”, dijo Zelaya, quien apareció este lunes en Honduras, de donde fue expulsado hacia Costa Rica por militares el día del golpe de Estado que lo derrocó, el domingo 28 de junio.
Aunque sin dar detalles, aparentemente para no involucrar a quienes lo ayudaron a poner fin a su exilio de casi tres meses, el mandatario, quien se encuentra en la embajada brasileña en Tegucigalpa, contó que el viaje obligó a hacer una minuciosa planificación.
“Se tuvieron que realizar diferentes movimientos que se hicieron en varios países, se tuvo que cambiar de transportes, hacer planificaciones para poder evadir retenes militares, postas policiales y los círculos de control que existen”, dijo Zelaya, quien se había establecido en Nicaragua durante su exilio.
Sus dos intentos anteriores para regresar a su país fueron frustrados por el régimen de facto. En el primero, el 5 de julio, los militares bloquearon la pista del aeropuerto de Toncontín para que no aterrizara el avión venezolano que lo llevaba.
En el segundo, el 24 de julio, los soldados le impidieron entrar por tierra desde Nicaragua, aunque pisó brevemente territorio hondureño para dialogar con un oficial.
Si el viaje que culminó exitosamente este lunes demoró 15 horas, la travesía comenzó el domingo, día en que Zelaya cumplió 57 años.
“Dios hace milagros, Dios hace milagros y ciega a quien no quiere verlos y realmente puede hacer mil proezas, estrategias, vencer mil obstáculos”, indicó Zelaya.
“Para lograr llegar aquí, a mi capital, para estar con mi gente, con el pueblo que tanto amo y que no he dejado he estado haciendo un esfuerzo internacional extraordinario y ahora estoy aquí (…) para buscar el diálogo, para arreglar el problema”, agregó.
La noticia de su presencia en Tegucigalpa tomó por sorpresa al presidente de facto, Roberto Micheletti, quien negó que Zelaya estuviera en el país, cuando fue consultado por los periodistas en la Casa Presidencial.
“No es cierto, él (Zelaya) está en una suite en un hotel de Nicaragua”, dijo Micheletti, afirmando que los medios que informaron que Zelaya estaba en Honduras “están cometiendo terrorismo mediático”.
Sin embargo, horas después la propia televisión hondureña difundió imágenes de Zelaya en una terraza de la embajada brasileña saludando a sus seguidores y el gobierno de facto impuso un toque de queda por 15 horas, que fue anunciado por cadena de radio y televisión.
Los partidarios de Zelaya, que desde el golpe marcharon diariamente por las calles para exigir su restitución, se congregaron hacia el mediodía frente a la sede de la ONU, por la versión de que se encontraba allí, pero luego se confirmó que estaba en la embajada brasileña, a un par de cuadras,
Poco después de imponer un toque de queda de 15 horas vigente desde las 4 de la tarde, el golpista Roberto Micheletti ofreció en cadena de radio y televisión, acompañado de sus ministros, líderes empresariales y jefes militares y de policía, respetar los derechos del señor Zelaya al debido proceso”.
El presidente de facto indicó que los ojos del mundo están puestos sobre Brasil y también sobre Honduras”. Su cancillería protestó ante el gobierno de Brasil por permitir que desde su sede (diplomática) se formulen llamados públicos a la insurrección y la movilización política de parte del señor Zelaya, un prófugo de la justicia hondureña”.
Tal injerencia en los asuntos privativos de los hondureños resulta condenable y por tal motivo se protesta la misma de manera enérgica, lo que constituye una flagrante violación del derecho internacional”, añadió en un comunicado.
El canciller brasileño Celso Amorín dijo en Washington que su país no tuvo ninguna participación en la llegada de Zelaya a Honduras y que llegó a la embajada desarmado y junto a su esposa.
Esperamos que esto abra una nueva etapa en las negociaciones y que una nueva solución basada en la Constitución pueda lograrse”, manifestó.
Recordó que la posición de su gobierno siempre ha sido muy clara en repudiar el golpe de Estado y en apoyar el regreso del presidente Zelaya rápida y pacíficamente”.
Si algo le pasa al presidente Zelaya o a nuestra embajada será una violación al derecho internacional”, advirtió.
Zelaya dijo que intenta contactar al gobierno interino. A partir de ahora empezamos a buscar el diálogo… hago un llamado a las fuerzas armadas para que no derramen sangre inocente”, dijo en una entrevista telefónica con la AP.
“Es hora de que bajen los fusiles”, afirmó.
Una declaración aprobada en reunión extraordinaria de la Organización de los Estados Americanos (OEA) exigió a las autoridades de facto plenas garantías para asegurar la vida e integridad física del presidente Zelaya y un trato consecuente con su alta investidura, así como el retorno a la presidencia de la República”
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Honduras: ¿el principio del fin?
21 Septiembre 2009
Primero, porque los gorilas hondureños y sus instigadores y protectores en Estados Unidos (principalmente en el Comando Sur y el Departamento de Estado) subestimaron la masividad, intensidad y perseverancia de la resistencia popular que día tras día, sin desmayos, manifestaría su oposición al golpe de estado. En realidad tamaño rechazo no estaba en los cálculos de nadie, si nos atenemos a la historia contemporánea de Honduras. Pero el nuevo rumbo decidido por Zelaya: su positiva respuesta ante largamente postergados reclamos populares y la reorientación de su inserción internacional en el marco del ALBA tuvieron un efecto pedagógico impresionante y desencadenaron una reacción popular inesperada para propios y ajenos.
Segundo: el régimen golpista demostró ser incapaz de romper un doble aislamiento. En el frente interno, quedando cada vez más en evidencia que su base social de sustentación se reducía a la oligarquía y algunos grupos subordinados a su hegemonía, incluyendo los medios de comunicación dominados sin contrapeso por el poder del capital. Además, el paso del tiempo lejos de debilitar la resistencia popular lo que hizo fue acotar cada vez más el apoyo social al régimen. En el flanco internacional el aislamiento de Micheletti y su banda es casi absoluto: salvo poquísimas excepciones toda la América Latina y el Caribe retiró sus embajadores, y lo propio hicieron varios de los países más gravitantes de Europa. La misma OEA adoptó una línea dura en contra del régimen y, a poco andar, el único apoyo externo con que contaba el gobierno provenía de Estados Unidos. Este sin embargo, siguió una trayectoria declinante que se fue acentuando con el paso del tiempo: desde la negación de visados al personal diplomático acreditado en Washington hasta medidas cada vez más exigentes en contra del propio Micheletti y sus colaboradores.
Tercero, porque las ambiguas políticas del gobierno de Estados Unidos -producto de la puja interna dentro de la administración- que facilitaron la perpetración del golpe de estado fueron lentamente definiéndose en una dirección contraria a los intereses de los usurpadores. Si el inicial rechazo al golpe manifestado por Obama fue luego atenuado y entibiado por su antigua (¿y actual?) rival, la Secretaria de Estado Hillary Clinton, el carácter indisimulablemente retrógrado de Micheletti y su entorno así como la interminable sucesión de exabruptos e insultos dirigidos a Obama cada vez que la Casa Blanca expresaba alguna crítica a Tegucigalpa y su manifiesta incapacidad para construir una base social, fueron lentamente inclinando el fiel de la balanza en contra de las posturas amadrinadas por la Secretaria de Estado y creando una atmósfera cada vez más antagónica en relación a los golpistas.
Cuarto y último: el régimen instaurado el 28 de Junio constituye un serio dolor de cabeza para Obama. En primer lugar, porque desmiente enfáticamente sus promesas de fundar una nueva relación entre Estados Unidos y los países del hemisferio. El apoyo inicial al golpe, puesto de manifiesto en la obstinada resistencia de Washington a caracterizarlo como un ”golpe de estado”, la tibieza de la respuesta diplomática y la indiferencia ante las gravísimas violaciones a los derechos humanos perpetrada por Tegucigalpa dañó seriamente la imagen que Obama quería establecer en América Latina y el Caribe. La continuidad del régimen golpista haría aparecer a Obama como un político irresponsable y demagógico o, peor aún, como alguien incapaz de controlar lo que hacen y dicen sus subordinados en el Pentágono, el Comando Sur y el Departamento de Estado. Y esto se liga con otro asunto, el segundo, sumamente importante y que excede el marco de la política hemisférica: su credibilidad en la arena internacional. Al demostrar su impotencia para controlar lo que ocurre en su “patio trasero” los gobernantes de otros países -especialmente la China, Rusia y la India- tienen razones para sospechar que tampoco será capaz de controlar a los sectores más belicistas y reaccionarios de Estados Unidos, para quienes sus promesas de alentar el multilateralismo equivalen a una capitulación incondicional ante sus odiados enemigos. Esto es particularmente grave en momentos en que Obama está negociando con Rusia un nuevo acuerdo para reducir el arsenal nuclear de ambos países, algo que Washington necesita tanto o más que Moscú debido a la hemorragia económica producida por las guerras en Irak y Afganistán y al incontenible déficit fiscal norteamericano. El fracaso de este acuerdo tendría un costo económico enorme sobre el presupuesto público en momentos en que ese dinero se necesita para aventar los riesgos de una profundización de la crisis económica estallada en el 2008. Pero para persuadir a los rusos de que su plan de reducción de armamentos es viable tiene primero que demostrar que está en control de la situación y que sus halcones dentro del Pentágono no le quebrarán la mano. Cada día que permanezca Micheletti en el poder equivale a un mes más de difíciles conversaciones con Medvedev y Putin para convencerlos de que sus promesas se traducirán en hechos. Porque, si no puede controlar a los suyos en Honduras, ¿podrá hacerlo cuando se trate de una cuestión estratégica y vital para la seguridad nacional de Estados Unidos?
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Zelaya se encuentra en Honduras
21 Septiembre 2009
El Presidente constitucional de Honduras se encuentra en Tegucigalpa y se dirige a la sede de las Naciones Unidas en ese país, según reportó la corresponsal de Telesur, se encuentra en la Embajada de Brasil en Honduras.
Eduardo Reyna, asesor legítimo del Presidente Zelaya, dijo a Telesur que “podemos confirmar que el Presidente de Honduras está en la ciudad capital”, según le confirmaron sus más cercanos colaboradores. “El pueblo está desbordado y llega hasta las Naciones Unidas a dar la bienvenida a su Presidente”, ratificó.
En declaraciones telefónicas a la cadena multinacional Telesur, el mandatario confirmó que se encuentra en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en esta capital, cumpliendo la voluntad del pueblo.
Estoy haciendo algunas gestiones y en las próximas dos horas estaré diciendo el lugar exacto donde estoy para iniciar el diálogo nacional e internacional a fin de restaurar la democracia, explicó el gobernante, depuesto el pasado 28 de junio por anonada militar.
Su regreso a Tegucigalpa acaba de lograrse evadiendo mil obstáculos; mediante una estrategia pacífica y correcta para evitar violencias, comentó el estadista, quien ratificó su vocación pacífica y el interés por conseguir soluciones negociadas a la actual crisis en esta nación centroamericana.
21 Septiembre 2009
En un escueto comunicado, la Administración de Micheletti indicó que el toque de queda es “debido a los acontecimientos ocurridos en las últimas horas”, con el propósito de “proteger la tranquilidad, la vida y los bienes de las personas”.
(Con información de EFE)
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