La falta de nuevos referentes, la escasa difusión, la mezcla con otras sonoridades y el abandono de la tradición interpretativa serían algunas causas para que los géneros locales vayan perdiendo peso en ciertos sectores de la sociedad.
Aquel es el sentir de María Augusta Tufiño, radiodifusora y productora; también de Pablo Mora, músico e investigador. Ambos jóvenes son amantes confesos de la música nacional.
María Augusta lleva siete años en el mundo de la radio. Ha conducido programas relacionados, de amplia audiencia, en conocidos medios de la ciudad. Para aquella, el problema es que “se ha dado un vuelco comercial” a los géneros tradicionales.
Según dice, esto ha obligado a que en los conciertos acudan “los mismos artistas”, interpretando los “mismos repertorios”. “Hay más temas, pero no se cantan, falta renovación”, añade la locutora, que además piensa que hay pocos espacios en los medios dedicados a los géneros ecuatorianos.
La radiodifusora señala que la aceptación de la música nacional es grande, si es que se juzga por el ‘raiting’. Aunque cree necesario que estos géneros deben llegar a otros espectros poblacionales y para eso “es necesario adaptar aquellas piezas (tradicionales) al momento actual: hay que renovarlas y restaurarlas”.
‘Chicheras’
De su lado, Pablo Mora, integrante de varias bandas de corte experimental, señala que la música nacional ha adquirido “otro distintivo” que lo relaciona con “la tecnocumbia” o corrientes similares.
Cree que uno de los problemas es que éstas se valen de piezas valiosas de pasillos, yaravíes o sanjuanitos, para transformarlas en “tecno bailables, perdiendo la esencia y el sentimiento ecuatoriano”.
Muchas de esas propuestas llegan de otros países, como el Perú.
Tradición
Pablo sostiene que es importante mantener la tradición interpretativa y que no hay que guiarse por los cánones comerciales, como única solución para acceder a más públicos.
“Yaraví, pasillo, pasacalle, yumbo, cachullapi, capizca, danzante, aire típico, fox incaico, etc., deben ser entonados en su estado puro, para no perder su identidad”, sugiere.
Cree que es deber de “padres, madres, abuelos y abuelas enseñar nuestra riqueza musical a las nuevas generaciones”, para evitar “adoptar estereotipos musicales determinados por el ‘raiting’ y el mercado”, manifiesta.
El músico concluye que en la actualidad hay muchos compositores de buena prestancia que se quedan en el anonimato por falta de apoyo y por la escasez de espacios de difusión en los medios.
Aquel es el sentir de María Augusta Tufiño, radiodifusora y productora; también de Pablo Mora, músico e investigador. Ambos jóvenes son amantes confesos de la música nacional.
María Augusta lleva siete años en el mundo de la radio. Ha conducido programas relacionados, de amplia audiencia, en conocidos medios de la ciudad. Para aquella, el problema es que “se ha dado un vuelco comercial” a los géneros tradicionales.
Según dice, esto ha obligado a que en los conciertos acudan “los mismos artistas”, interpretando los “mismos repertorios”. “Hay más temas, pero no se cantan, falta renovación”, añade la locutora, que además piensa que hay pocos espacios en los medios dedicados a los géneros ecuatorianos.
La radiodifusora señala que la aceptación de la música nacional es grande, si es que se juzga por el ‘raiting’. Aunque cree necesario que estos géneros deben llegar a otros espectros poblacionales y para eso “es necesario adaptar aquellas piezas (tradicionales) al momento actual: hay que renovarlas y restaurarlas”.
‘Chicheras’
De su lado, Pablo Mora, integrante de varias bandas de corte experimental, señala que la música nacional ha adquirido “otro distintivo” que lo relaciona con “la tecnocumbia” o corrientes similares.
Cree que uno de los problemas es que éstas se valen de piezas valiosas de pasillos, yaravíes o sanjuanitos, para transformarlas en “tecno bailables, perdiendo la esencia y el sentimiento ecuatoriano”.
Muchas de esas propuestas llegan de otros países, como el Perú.
Tradición
Pablo sostiene que es importante mantener la tradición interpretativa y que no hay que guiarse por los cánones comerciales, como única solución para acceder a más públicos.
“Yaraví, pasillo, pasacalle, yumbo, cachullapi, capizca, danzante, aire típico, fox incaico, etc., deben ser entonados en su estado puro, para no perder su identidad”, sugiere.
Cree que es deber de “padres, madres, abuelos y abuelas enseñar nuestra riqueza musical a las nuevas generaciones”, para evitar “adoptar estereotipos musicales determinados por el ‘raiting’ y el mercado”, manifiesta.
El músico concluye que en la actualidad hay muchos compositores de buena prestancia que se quedan en el anonimato por falta de apoyo y por la escasez de espacios de difusión en los medios.
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