Nadie ha podido desentrañar un enigma que acompaña al desarrollo de la humanidad y que, como si fuera un hecho causal o milagroso, hace que en todos los pueblos y naciones, en los momentos precisos, aparezcan los líderes apropiados. Barack Obama, como William McKinley, Abraham Lincoln, Woodrow Wilson, Roosevelt y Kennedy, forman parte de las defensas de un sistema político que cuenta con la capacidad para reaccionar ante coyunturas y situaciones límite.
Abraham Lincoln fue el hombre con la energía y la visión suficiente para imponer el punto de vista de que los intereses de los esclavistas sureños no eran más importantes que la Nación. La decisión de que la unidad del país valía una guerra salvó a los Estados Unidos de la disolución y probablemente del caos.
William Mckinley, el vigésimo quinto presidente y el primero víctima de un magnicidio, a causa del interés por apoderarse de Cuba, desencadenó la primera y la única guerra que "mutuo proprio", para apoderarse de Cuba, ha librado Estados Unidos contra Europa en la que derrotó decisivamente a España, apoderándose de sus colonias y sumándose así al reparto territorial del mundo y debutar como imperio.
Woodrow Wilson apareció en el momento exacto en que era preciso decidir era o no conveniente mantener el aislacionismo recomendado por Washington, que a esas alturas ponía en peligro la conversión de los Estados Unidos en un imperio y en un líder mundial.
Al involucrarse en la Primera Guerra Mundial, en el mismo año en que los bolcheviques triunfaban en Rusia, imponer el Tratado de Versalles y crear la Sociedad de Naciones, Wilson echó las bases de la sociedad internacional de la época del imperialismo.
Franklin D. Roosevelt, el único hombre que ha ganado cuatro elecciones y dirigido el país durante doce años, fue el líder en los dos momentos más peligrosos y brillantes de los Estados Unidos: la Gran Depresión y la II Guerra mundial.
Con talento y determinación, el hombre físicamente más débil de todos los que han ocupado la Casa Blanca, se enfrentó a los monopolios y al poder del dinero, colocó al Estado norteamericano al lado de su pueblo y sacó al país de la crisis pasando a encabezar la coalición anti fascista que con la Unión Soviética, Estados Unidos y Gran Bretaña como núcleo, confrontó a Hitler y al Japón militarista y los derrotó para bien de la humanidad.
John F. Kennedy, el único presidente católico y el segundo más joven en toda la historia de los Estados Unidos, llegó para solucionar definitivamente un problema que la revolución, como tampoco la Guerra Civil resolvieron definitivamente: la segregación y la discriminación racial, que como legados malditos dividían al país y desmentían su ideología basada en los valores compartidos.
Obama no es una excepción. Ningún candidato puede evadir su destino y, en breve, el senador de Illinois, habrá dejado de ser el aspirante preferido para convertirse en el presidente electo, el primer negro en llegar a la Casa Blanca no como jardinero, chofer ni cocinero, sino para desempeñar el más relevante cargo político del mundo.
El cuadragésimo cuarto presidente norteamericano, tanto en el plano interno como en el internacional tiene ante si enormes tareas. La primera es rescatar la credibilidad del presidente, enfrentar y resolver la crisis económica que amenaza el bienestar de los norteamericanos y puede involucrar a todo el mundo; dar la cara a los problemas globales asociados a la crisis ecológica y el medio ambiental y con urgencia, poner fin a las guerras de Estados Unidos en Irak y Afganistán.
Obama pudiera ser el hombre del momento. ¿Por qué no?
Jorge Gómez Barata
Abraham Lincoln fue el hombre con la energía y la visión suficiente para imponer el punto de vista de que los intereses de los esclavistas sureños no eran más importantes que la Nación. La decisión de que la unidad del país valía una guerra salvó a los Estados Unidos de la disolución y probablemente del caos.
William Mckinley, el vigésimo quinto presidente y el primero víctima de un magnicidio, a causa del interés por apoderarse de Cuba, desencadenó la primera y la única guerra que "mutuo proprio", para apoderarse de Cuba, ha librado Estados Unidos contra Europa en la que derrotó decisivamente a España, apoderándose de sus colonias y sumándose así al reparto territorial del mundo y debutar como imperio.
Woodrow Wilson apareció en el momento exacto en que era preciso decidir era o no conveniente mantener el aislacionismo recomendado por Washington, que a esas alturas ponía en peligro la conversión de los Estados Unidos en un imperio y en un líder mundial.
Al involucrarse en la Primera Guerra Mundial, en el mismo año en que los bolcheviques triunfaban en Rusia, imponer el Tratado de Versalles y crear la Sociedad de Naciones, Wilson echó las bases de la sociedad internacional de la época del imperialismo.
Franklin D. Roosevelt, el único hombre que ha ganado cuatro elecciones y dirigido el país durante doce años, fue el líder en los dos momentos más peligrosos y brillantes de los Estados Unidos: la Gran Depresión y la II Guerra mundial.
Con talento y determinación, el hombre físicamente más débil de todos los que han ocupado la Casa Blanca, se enfrentó a los monopolios y al poder del dinero, colocó al Estado norteamericano al lado de su pueblo y sacó al país de la crisis pasando a encabezar la coalición anti fascista que con la Unión Soviética, Estados Unidos y Gran Bretaña como núcleo, confrontó a Hitler y al Japón militarista y los derrotó para bien de la humanidad.
John F. Kennedy, el único presidente católico y el segundo más joven en toda la historia de los Estados Unidos, llegó para solucionar definitivamente un problema que la revolución, como tampoco la Guerra Civil resolvieron definitivamente: la segregación y la discriminación racial, que como legados malditos dividían al país y desmentían su ideología basada en los valores compartidos.
Obama no es una excepción. Ningún candidato puede evadir su destino y, en breve, el senador de Illinois, habrá dejado de ser el aspirante preferido para convertirse en el presidente electo, el primer negro en llegar a la Casa Blanca no como jardinero, chofer ni cocinero, sino para desempeñar el más relevante cargo político del mundo.
El cuadragésimo cuarto presidente norteamericano, tanto en el plano interno como en el internacional tiene ante si enormes tareas. La primera es rescatar la credibilidad del presidente, enfrentar y resolver la crisis económica que amenaza el bienestar de los norteamericanos y puede involucrar a todo el mundo; dar la cara a los problemas globales asociados a la crisis ecológica y el medio ambiental y con urgencia, poner fin a las guerras de Estados Unidos en Irak y Afganistán.
Obama pudiera ser el hombre del momento. ¿Por qué no?
Jorge Gómez Barata
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