Lecturas frente al mar
Crónica de una tarde de verano
Olga Lidia Pérez
La mar estaba serena, serena estaba la mar…, pero el cielo repleto de nubarrones oscuros no anunciaba serenidad alguna. Y justo al momento de dar inicio a las actividades, la lluvia llegó, y el viento. Todo parecía indicar que las "Lecturas frente al mar" cederían ante el empuje de la avanzada del huracán Gustav sobre la ciudad.
Y el sol salió de nuevo. Y calentó. Tal vez quiso recordar que se trataba de una manera maravillosa de despedir las vacaciones de verano y no de un recibimiento al poder destructivo del ciclón.
A un costado del parque de la Maestranza, no pocos padres y niños disfrutaban las presentaciones teatrales y libros destinados a los pequeños. Mientras que en los kioscos colindantes se agrupan decenas de personas para adquirir diferentes títulos que las editoriales nacionales y Extramuros, la capitalina, habían puesto al alcance de los multiplicados lectores.
Muchas y tentadoras eran las ofertas en estas "Lecturas frene al mar". A las cinco, por ejemplo, mientras que en la Plaza de Armas se presentaba Bajando por la calle Obispo, de Reinaldo Montero, editado por Ediciones Boloña y exquisitamente ilustrado, en el Obelisco a la bandera cubana, dos antologías de poemas, Antonelli y A la bandera, ambas de Letras Cubanas, se ponía a disposición de los asistentes, al igual que Bolívar, de Indalecio Liévano, Francisco de Miranda, de Carmen Bohórquez y Breve historia de América, de Sergio Guerra, del sello de la Editorial Ciencias Sociales, y Documentos, de Simón Bolívar, del Fondo Editorial de Casa de las Américas, éstos en la Plaza Bolívar.
Una hora más tarde, frente al monumento de José de la Luz y Caballero, Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, presentaba también "un libro imprescindible para todos los cubanos y cubanas", Ese sol del mundo moral, de Cintio Vitier. Luego vendría ese andar La Habana de Cecilia Valdés conducido por Eusebio Leal, historiador de la Ciudad y orador extraordinario.
La noche estaría compartida por la literatura y la música: en la Plaza de la Catedral, el libro Cecilia Valdés, en el Anfiteatro de la Habana, otra función de El jorobado de Notre Dame, y en la Plaza de Armas, un concierto de trovadores, antecedido por la presentación de Silvio, poeta, y Canciones del mar, ambos dedicados al trovador mayor que es Silvio Rodríguez.
El libro y el arte todo, convocaron otra vez y el pueblo colmó plazas y calles. Suya fue ahora la Avenida del Puerto, como suyas serán luego La Cabaña o el Pabellón Cuba, que la adicción por la lectura ya se está enraizando. Y sin antídoto.
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