La Muerte, una de las metáforas
Juan Carlos Morales Mejía
A los dioses siempre les gustó la sangre joven.
Daniel Prieto
El día en que me faltes, me arrancaré la vida, así dice una parte del famoso pasillo ecuatoriano, con letra de Medardo Ángel Silva, de la llamada Generación Decapitada. ¿Es esa una música que evoca a la Muerte? Para nada, es una simbología del movimiento romántico, inspirado en los poetas franceses como Baudelaire y Verlaine.
Toma este puñal, ábreme las venas, quiero desangrarme hasta que me muera, es una letra que canta famoso Alci Acosta. ¿Evoca al suicidio? Si tu mueres primero yo te prometo... con tinta sangre del corazón, es el fragmento de Nuestro Juramento. ¿Los que cantamos, añoramos los ataúdes? Esa es la otra lectura de lo acontecido con los jóvenes rockeros que, nos dicen, evocan a la muerte. Hay que tratar de entender lo que aconteció en la discoteca Factory, donde perecieron 18 jóvenes, al igual que un niño murió por una bengala en un partido de fútbol. ¿Los amantes del fútbol buscaban su muerte?
Fernando Tinajero dice que el trasfondo cristiano de la cultura mayoritaria nos ha movido a buscar las culpas, puesto que esa cultura tiene su fundamento en la noción de una culpa infinita, sin la cual no podría entenderse el misterio de la redención. Pero más allá de eso está en juego algo: la existencia de un enorme conglomerado marginado y marginal, para el cual los espacios públicos se han mantenido siempre excluidos.
Preguntémonos algo: cuántos eventos de rock existen en las fiestas de Ibarra, a diferencia de los boleros y los infaltables mariachis. Sin olvidar que el 65 por ciento de los imbabureños no han cumplido 25 años. ¿Qué nos está pasando, como sociedad, que estamos marginando a los jóvenes?
En Quito, por ejemplo, existe desde el Municipio la Fiesta del Rock y el propio alcalde, Paco Moncayo, puso a disposición su renuncia ante los lamentables acontecimientos de la discoteca Factory. Pero quiénes son los góticos, parte de esos 18 amantes de la música que perecieron en abril.
Según la revista Vanguardia, son los más marginales entre los amantes del rock. Cosa curiosa, son seguidores de Silva, el mismo decapitado del pasillo El alma en los labios y por supuesto leen a Baudelaire, y ese prodigio que es la literatura negra, como Edgar Allan Poe o Lovercraft, además admiran a músicos como Bach, por eso algunos de sus cantos son sinfónicos. Les fascinan las leyendas y los mitos medievales. Por su puesto, que la vida y la muerte es un tema recurrente en las cinco o seis metáforas que son parte de los humanos como dice Borges. Y, claro, son contestatarios ante una sociedad que ha fundido su felicidad en una tarjeta de crédito o un auto último modelo. Por eso, cuando miremos a un joven con chaqueta negra y anillos de calavera, pensemos que es parte de una sociedad que, de otra manera, estaría cargada de mariachis, sin que esto sea peyorativo. De otra manera estaremos cayendo en las taras de aquellos periodistas irresponsables que la mitad de la vida hablan lo que no saben y la otra mitad callan lo que saben. Por lo demás, tanto el rock como el pasillo son géneros de un país diverso que se llama Ecuador.
Juan Carlos Morales Mejía
Instituto de Altos Estudios Sociales,
Económicos y Políticos/UTN
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