Mercedes Sosa: siempre la voz del silencio
La cantante argentina planea una gira internacional a pesar de su estado de salud
Bill Cormier/ AP
09 de enero de 2008
LA PLATA, Argentina.— Una serie de caídas la obligó a cantar sentada en los escenarios. Pero la voz de Mercedes Sosa sigue manteniendo el mismo vigor que lució en la década del 70 para inspirar a los oponentes de los brutales regímenes militares de Sudamérica.
Conocida como "la voz de los que no tienen voz", Sosa ha recuperado su salud. Y a los 72 años canta su caballito de batalla Gracias a la vida con el aprecio de alguien que ha sobrevivido por mucho el exilio y la dictadura en Argentina de 1976 a 1983.
"¡Le doy gracias a la vida sólo por estar viva!", gritó al público en un concierto local.
Ahora que los regímenes militares sudamericanos quedaron en el pasado, la popular cantante sigue en el candelero evocando intensas emociones de valor universal, cantando por el fin de la guerra y la pobreza, la búsqueda del amor y la pérdida desgarradora de los seres queridos.
"No hay mejor ejemplo de honestidad artística", dijo su sobrino y también cantante, Chucho Sosa. "Sus canciones reflejan el modo en que ella encara la vida".
Sosa regresó a los escenarios a fines de 2005 después de una pausa de dos años impuesta para recobrarse de sus dolencias. Desde entonces ha hecho giras por Latinoamérica, además de Nueva York, Boston, Chicago, Toronto y Vancouver.
Este año visitará Alemania, Suiza, Italia e Israel, un esfuerzo exigente para alguien que hasta no hace mucho apenas podía caminar por la acera al salir de su departamento en Buenos Aires.
"Me caí en el baño tres veces y, después de la última caída, el médico me dijo 'apenas un poquito más y podría haber quedado paralizada'", dijo.
Nunca ha sido de quienes se rinden fácilmente. Hija de un trabajador pobre que vivía en el campo en la provincia azucarera de Tucumán, Sosa ganó un concurso radiofónico local en 1950 a los 15 años.
En los años 70 era ya reconocida como una de los trovadores que promovieron el movimiento del "nuevo cancionero", entre ellos los chilenos Víctor Jara y Violeta Parra, el argentino Víctor Heredia y el uruguayo Alfredo Zitarrosa, quienes mezclaban política de izquierda con críticas poéticas a las juntas gobernante y su represión a las libertades civiles y derechos humanos.
Era una ocupación peligrosa.
Jara fue muerto a tiros por los soldados después del golpe militar de 1973 en Chile. En 1979, un año después de enviudar de su segundo marido, Sosa fue detenida con todo un auditorio de 200 estudiantes mientras cantaba en La Plata, ciudad universitaria que sintió el duro impacto del régimen militar.
Por aquel entonces, Argentina estaba gobernada por los militares y aterrorizada por la Triple A, un escuadrón de la muerte derechista. Las matanzas y desapariciones eran frecuentes junto con la violencia de los rebeldes izquierdistas.
"Recuerdo cuando me tomaron prisionera", dijo la cantante en su camarín antes de otro concierto reciente en La Plata tres décadas después. "Yo estaba cantando para chicos universitarios que estaban en el último año de la escuela de veterinaria. No era político".
Las autoridades la pusieron en libertad 18 horas después bajo presiones internacionales y después de pagar mil dólares en multas, pero la forzaron a abandonar el país.
"Sabía que tenía que irme", dijo. "Fui amenazada por la Triple A. Y la gente de la marina, los servicios secretos, me seguían".
Con tres maletas y una cartera de mano se dirigió a España y luego a Francia, como una trovadora itinerante hasta 1982, cuando regresó ante la aclamación popular en los meses finales de la agonizante dictadura.
Su pianista y director musical, Popi Spatocco, dijo que el exilio fue particularmente duro para una mujer que amaba su país, "un ser humano creado para hacer música".
"En la época de la dictadura, Mercedes era el punto de referencia secreto para una tonelada de gente a la que no se le permitía manifestar sus propias ideas y convicciones", explicó.
Ahora habla abiertamente, casi un cuarto de siglo después del retorno de la democracia, entonando a toda voz la canción Tierra, cielo, agua y aire en la que expresa el amor a su país.
En concierto, su voz empieza suave y va cobrando fuerza mientras la letra fluye al igual que su cabello negro que cae en catarata sobre un poncho rojo.
"La Negra" es el apodo que le ha dado el cariño popular a esta cantante con mezcla de sangre india y una distante ascendencia francesa.
Su repertorio abarca distintos géneros desde la bossa-nova brasileña hasta las canciones del folklore argentino pasando por el rock balada chileno y algún tango ocasional. Es la intérprete por excelencia de canciones escritas para otros. Parra compuso Gracias a la vida, pero Sosa le dio tanta proyección que muchos suelen creer que es suya.
No canta en inglés, pero tiene un amplio público entre los hispanos de Estados Unidos.
"He cantado en muchos sitios de EU, pero canto en español y espero que mi gente de Latinoamérica venga a mí", dijo.
Unos dos mil simpatizantes en La Plata la aplaudieron a rabiar y le exigieron más de un bis, específicamente favoritas como María María y Canción para mi América.
Sosa se pone de pie para su última interpretación tomada de su álbum del 2005, Corazón libre, un regreso a sus raíces folklóricas.
Cuando cae el telón, alguien desde la platea le grita "¡Gracias Mercedes por tu vida!"
Posteriormente se dirigió a su departamento donde atesora recuerdos de cinco décadas de música, incluyendo el Grammy Latino por Misa criolla, el mejor álbum folklórico de 2000, por Acústico en 2003 y Corazón libre en 2006.
"Espero que esta voz me acompañe tanto como pueda", confió.
Hizo una pausa y dijo que se sentía agradecida a todos sus fanáticos, a todos los tributos recibidos. "Tengo tanto que agradecer", concluyó en un susurro.
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