Tenemos y tendremos socialismo
RAÚL VALDÉS VIVÓ
Martí dijo sentir que le matan un hijo cada vez que se priva a un hombre del derecho a pensar. Con el Triunfo de la Revolución cubana en 1959, terminó en Cuba para siempre ese asesinato de los hijos de nuestro pueblo. Ella conquistó el derecho de las cubanas y los cubanos a pensar libremente, que es el único modo genuino de hacerlo. Nuestro enemigo histórico, denunciado como imperialismo norteamericano por el Maestro de la Patria, el primero en hacerlo en el mundo, intenta despojarnos del derecho a pensar. Ese es el sentido real del denominado Plan Bush y su estratagema de transición o tránsito.
Playa Girón fue la batalla en la cual los cubanos defendieron la Revolución socialista.
Desde que el genocida y torturador que mediante la falsificación de las elecciones se adueñó del Poder Ejecutivo en Estados Unidos lanzó su plan de esclavización y muerte para Cuba, el tema de la transición es bombardeado por todas las vías posibles a fin de confundir, dividir y debilitar la victoriosa resistencia de nuestro pueblo. No faltan amigos extranjeros que lo han relacionado con el hecho de que por ley biológica un día habrá pasado la Generación que honró el centenario del nacimiento de Martí conquistando la dignidad plena del hombre como ley suprema de la República libre, soberana, independiente y culta por la que cayó en glorioso combate. Un antiguo dirigente de la UNESCO quiso comparar a Cuba con su propio país, España, y se lo preguntó en el año 2000 al Comandante en Jefe. Todos nuestros medios informativos recogieron textualmente aquel respetuoso intercambio.
Federico Mayor dijo que nadie es inmortal, ni los Jefes de Estado ni los hombres comunes, como preámbulo de esta pregunta:
¿No piensa usted que sería sabio preparar su sucesión, aunque solo fuera para evitar al pueblo cubano el trauma de una transición caótica?
La transición quedó atrás con el Primer Congreso del Partido en 1975 y la discusión y aprobación por todo el pueblo de la Constitución Socialista un año después.
La respuesta de Fidel fue la necesaria: Conozco bien que el hombre es mortal, y no preocuparme jamás por ello ha sido clave de mi vida. Cuando un carácter rebelde me llevó al arriesgado oficio de luchador revolucionario que nadie me impuso, sabía también que era bastante poco probable que sobreviviera mucho tiempo. No era Jefe de Estado y sí un hombre muy común. No heredé cargo alguno ni soy Rey, no necesito por tanto preparar sucesor, y en todo caso, nunca sería para evitar el trauma de una transición caótica. No habrá trauma, ni será
necesaria transición alguna.
Pero sabiendo que reducir la historia a sus personalidades es un error superado por el marxismo desde su mismo nacimiento, Fidel echó a un lado la cuestión individual y remitió el problema a lo que importa:
La transición de un sistema social a otro se viene haciendo desde hace más de 40 años. No se trata de la sustitución de un hombre por otro.
Cuando una Revolución verdadera se ha consolidado y la siembra de ideas y de conciencia ha comenzado a dar sus frutos, ningún hombre, por importante que haya sido su aporte personal, es indispensable. No existe en Cuba culto a la personalidad. Nadie verá ni siquiera fotos oficiales, ni calles ni parques o escuelas que lleven el nombre de dirigentes vivos. Las responsabilidades están muy compartidas y el trabajo distribuido entre muchos. Numerosas personas jóvenes y ya experimentadas, junto a un grupo menos numeroso de revolucionarios veteranos con los cuales están profundamente identificados, son los que hacen funcionar el país. Y no olvidar: existe un Partido con gran prestigio y autoridad moral. ¿De qué preocuparse?
Solo si se sacan del contexto las afirmaciones rotundas de Fidel, puede sostenerse que identifica la transición con la construcción del socialismo.
En Cuba la transición, en el sentido que le dieron Marx, Engels y Lenin ocurrió en la economía entre 1959 y 1961, y Playa Girón fue la batalla en la cual los cubanos defendieron la Revolución socialista que tanto enfureció a los yankis por hacerse en sus mismas narices. Fue nuestra decisión soberana, original, creadora. El socialismo quedó ratificado en 1964 con la segunda y última reforma agraria, en 1985 con la rectificación de errores y tendencias negativas y ahora mismo con el formidable debate del pueblo entero, pedido por Raúl, a fin de de cambiar lo que haya que cambiar. La defensa del socialismo abarcó a toda nuestra nación al amenazarla el imperio con el exterminio atómico en 1962, durante aquellos días que Che Guevara calificó de tristes y luminosos. En
lo institucional, transformando la dictadura del proletariado en democracia socialista, la transición quedó atrás con el Primer Congreso del Partido en 1975 y la discusión y aprobación por todo el pueblo de la Constitución Socialista un año después.
El marxismo-leninismo descubrió que en el seno del esclavismo aparecen elementos feudales y en el seno del feudalismo, elementos capitalistas, agrupándose la burguesía comercial y usurera en las ciudades, y de ahí la idea de la sociedad civil, que con la Revolución proletaria hacia adentro se hace Estado aunque hacia fuera es nacionalidad.
La teoría revolucionaria del mundo del trabajo también sostiene que, sin embargo, en el seno del régimen capitalista no existen elementos socialistas, siendo utópica la idea de fomentarlos. Por ello, la lucha siempre se concentra en la toma del poder político por el pueblo, y entre el capitalismo y el comunismo, cuyo primer momento es socialista, es indispensable un periodo de transición revolucionaria en el cual es destruido el Estado explotador burgués y se construyen el Estado socialista y su base económica.
Hay tantos modelos como países. Pero no cabe la más mínima confusión. Amargas experiencias confirman que el desconcierto y la división son empleados por el enemigo para hacer regresar a los pueblos al pasado contra el que se rebelaron.
Cuando Bush quiso desconocer el contenido de la Constitución Socialista que de por sí y ante sí, en ejercicio de su libérrima voluntad, se dio Cuba, para que nadie en el mundo se equivocara, casi por unanimidad, el pueblo cubano estableció el carácter irreversible del socialismo y que jamás aceptará cambiar su línea exterior internacionalista bajo la presión, la amenaza y ni aun el ataque enemigo más feroz. Tenemos y tendremos socialismo, afirmó por unanimidad el V Congreso del Partido y cuando comenzó el periodo especial Fidel llamó a salvar sus conquistas y, ya vislumbrando el final de la crisis del periodo especial, fruto de la admirable resistencia de millones de compatriotas, dijo que con ello se reanudaba la construcción socialista.
Por su lado, el imperialismo se hunde en una crisis integral, que confirma que ha comenzado su ocaso, que nunca será automático sino producto de la lucha cada vez más difícil y compleja de los pueblos. Ahora el dilema no es solo socialismo o barbarie, como proclamó la gloriosa Rosa Luxemburgo, denunciando la amenaza del fascismo, sino socialismo o nadie. Está en peligro la existencia de la especie humana por la destrucción de la naturaleza física y, con el repugnante consumismo burgués, de la naturaleza espiritual del hombre.
Nos alienta que en Asia, grandes países amigos mantengan en alto la bandera del socialismo y que los ideales emancipadores se abran paso, con heroicos procesos marcados por sus propias particularidades, en tierras hermanas que Martí, siguiendo a Simón Bolívar, llamó Nuestra América.
Asustado por la significación americana y universal que tendrá la derrota completa del bloqueo genocida mediante la solución de problemas inmensos que vienen del subdesarrollo económico, impuesto por siglos de dominación del colonialismo feudal español y decenas de años bajo el yugo del imperialismo del dólar, problemas agravados por la hostilidad terrorista de Estados Unidos y errores nuestros, contra los cuales todos luchamos cada vez más y mejor, Bush y sus mercenarios de la mafia de Miami redoblan sus esfuerzos por retrasar el avance del socialismo en nuestra Patria. Pero nada ni nadie lograrán confundirnos o llevarnos al pesimismo. Con Martí hace mucho que aprendimos que las verdades reales son los hechos.
El discurso de Raúl el 26 de Julio es sin duda histórico por ser guía para la acción transformadora del proceso revolucionario a todos los niveles. Discurso que estudiaron y al que volverán una y otra vez los militantes del Partido, la Unión de Jóvenes Comunistas, los sindicatos y cuantas instituciones poderosas y democráticas forman nuestra sociedad civil socialista, pues convoca a pensar con la libertad que solo puede dar el socialismo y, sin perder tiempo, a convertir cada pensamiento creador en acción, para construir el socialismo con creciente justicia, eficiencia, ahorro de recursos y tiempo, con la ciencia hermanada a
nuestra arma todopoderosa: la unidad.
El lenguaje de los hechos, lugar por lugar, persona por persona, confirma que estamos construyendo la sociedad donde prevalece la solidaridad socialista. Y si Nicolás Guillén, en su canto con voz de pueblo, dijo que tengo lo que tenía que tener, ahora Cuba lucha por tener más de cuanto tiene: más socialismo.
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