lunes, diciembre 17, 2007

ESCLAVOS

Esclavos


Seis amigos,

cuatro mujeres

y dos varones

trabajan en las filas

del ejército industrial

del siglo veinte.

Torturados por el cansancio

exprimidos

hasta la última gota de energía

al borde de la languidez,

con anhelos

y con hambre,

los obreros

viven la desnudez

del sufrimiento

de su explotación.

En la línea productiva,

el capataz se acerca,

“quince minutos para comer,

el que tarde un minuto más

será castigado”.

Los seis obreros

tienen un instante para descansar,

los alimentos llevados de su casa

se los llevan a la boca

y el bocado aun lo sienten en el cogote

cuando ya deben volver a trabajar.

Tras el torturador timbre,

vuelven a la línea productiva

y el capataz amenaza,

“el obrero que no cumpla

Con las seis mil piezas por hora,

su salario será descontado”,

dice el capataz genuinamente enojado.

_ “Sorenson”,

le hablan dos obreros,

el capataz voltea,

_ Saima perdió dos dedos,

el capataz sonríe

_ “Ni modo”, todo mundo a producir

grita despreocupado.

Saima,

Una de las cuatro mujeres,

se va,

ya no será más obrera

del ejército industrial,

pero la automotriz,

no la indemnizará

pues,

treinta días antes del accidente

en un papel de renuncia

su firma ya está.

El capataz, hace su trabajo,

espolea a los obreros

hasta la última gota de energía

los humilla,

les descuenta una hora

si llegan cinco minutos tarde,

les descuenta si no cumplen la cuota

y los despide,

sin motivo y sin finiquito.

Sorenson

quiso ser capataz

y ama su trabajo

presionar a los esclavos

para que produzcan

cada minuto sin descanso.

De los seis amigos

ahora solo son cinco,

tres mujeres

y dos varones,

que regresan a su casa,

se suben al tranvía

extenuados

hasta la última gota de energía

sin ánimo de hacer ninguna otra cosa,

sus ilusiones moribundas

se ahogan en sus ansias de libertad.


Lucía Damián

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