El Tao
Sexo con Amor (I)
La práctica de esta filosofía china incrementa el disfrute sexual. Permite el control de la eyaculación y, por consiguiente, favorece el alcance de la satisfacción femenina
Aracelys Bedevia
“Todas las debilidades del hombre cabe atribuirlas a formas defectuosas de amar. La mujer es más fuerte en el amor, respecto del sexo y de la constitución, como el agua es más fuerte que el fuego. Quienes conocen el Tao del amor son iguales que los buenos cocineros que saben combinar los cinco sabores en un plato apetitoso.
“Los que conocen el Tao del amor y armonizan el Yin (hembra) con el Yang (macho) son capaces de mezclar las cinco dichas en un placer celestial; quienes no conocen el Tao del amor morirán antes de tiempo y sin que ni tan siquiera hayan realmente gozado del placer amoroso”.
Así le dijo Su Nun al emperador Huang Ti cuando este le comentó que se encontraba “muy abatido y falto de armonía”, “triste, temeroso” y no sabía qué hacer.
Las palabras de esta consejera demuestran la importancia que los antiguos chinos atribuían a las relaciones sexuales y al Tao del Amor y el Sexo, filosofía que insta a los hombres a controlar la eyaculación.
Mediante una serie de estrategias que permiten prolongar el momento del coito, los taoístas logran disfrutar del sexo sin necesidad de que se produzca siempre la emisión de semen. El desarrollo de esa capacidad resulta ventajoso para ambos miembros de la pareja: evita la aparición del cansancio que invade a los hombres después de eyacular; y por consiguiente, permite que la mujer se satisfaga mucho más y no tenga que esperar a que este “se recupere”.
Surgido en China hace 14 000 años atrás, el Tao se diferencia de otros estudios acerca del sexo en tres conceptos fundamentales. Parte del criterio de que “un hombre debe aprender a encontrar el intervalo correcto de eyaculaciones, de acuerdo con su edad y condiciones físicas (...) hacer el amor de modo que le satisfaga a él y a los deseos de su compañera y continuar practicando el acto amoroso (o reanudarlo), a fin de que su compañera alcance una completa satisfacción”.
El segundo de los conceptos que plantea “entraña una revolución en el pensamiento occidental respecto al sexo. Los antiguos chinos creían que la eyaculación —especialmente la incontrolada— no representaba, con relación al hombre, el momento de mayor éxtasis”. Y el tercero se centra en la satisfacción femenina, señala Jolan Chang, en el libro El Tao del Amor y del Sexo, excelente material de consulta que ayuda a comprender el taoísmo, cada vez más de moda en el mundo occidental, donde un gran número de personas lo practica con buenos resultados.
Técnicas efectivas
Para los discípulos del Tao “el amor es sin el sexo algo frustrante y enfermizo, carente de la armonía esencial del Yin y el Yang que brinda paz y serenidad a la vida”, y el sexo es sin el amor “simplemente una función biológica que no nos lleva hacia esa mutua tranquilidad que todos necesitamos”.
Los seguidores de esta filosofía aconsejan cultivar y desarrollar la capacidad de hacer el amor de una forma poética. Del mismo modo, sugieren la incorporación de un grupo de procedimientos muy efectivos en el control de la eyaculación.
Entre ellos está el famoso método cerrado, que consiste en retirar el pene diez o 30 segundos antes de que el hombre sienta que está a punto de eyacular; volver a introducirlo después de ese tiempo y continuar el coito.
Otra forma de prolongar la cópula —apuntan— es oprimiendo durante tres o cuatro segundos, con los dedos índice y medio de la mano izquierda, un punto situado entre el escroto y el ano, y al mismo tiempo, realizar una profunda inspiración.
A diferencia de la técnica de presión ideada por los sexólogos Masters y Jonson con el fin de retardar la emisión de semen, este último proceder es posible ejecutarlo en casi todas las posiciones. También permite que el hombre pueda aplicárselo él mismo sin necesidad de retirar el pene de la vagina.
Por eso muchas parejas lo prefieren por encima de la versión occidental, que entre otras desventajas implica la interrupción del coito; exige esperar quince o treinta segundos después de aplicada la presión; y solo puede emplearse en la posición de la mujer encima.
La propuesta de Masters y Jonson requiere, además, que el varón avise a su pareja en el momento en que se acerque a la máxima excitación, para que esta retire rápidamente el pene y presione el borde del glande durante tres o cuatro segundos.
Por otra parte, si bien es cierto que la presión sobre esa zona ayuda a que el varón sienta menos urgencia de eyacular, provoca que la erección disminuya entre un diez y un 30 por ciento.
No obstante, según afirma Jolan Chang, ambas resultan beneficiosas y pueden repetirse varias veces durante el acto sexual.
Que el tedio no se adueñe de la alcoba
Una gran cantidad de tiempo dedicaron los chinos a estudiar el acto sexual y la penetración. La razón según plantean radica en que “el coito es parecido a obtener electricidad” y “sin la fricción adecuada no se puede conseguir ninguna chispa”; por lo tanto —aseguran— los beneficios de la comunión del Yin y el Yang serían escasos.
Los taoístas recomiendan una sesión amorosa llena de variaciones y exhortan a las parejas a construir “su propio templo”, a que se relajen y entreguen al disfrute y despierten el erotismo con caricias mutuas. Ofrecen algunos ejemplos que pueden alentar la imaginación de los amantes; sin embargo, alientan a que cada cual intente descubrir sus propias posiciones y no se restrinja a repetir las que sugieren los libros, porque ningún ser humano tiene la misma constitución física.
Además, así como nos cansamos si comemos lo mismo todos los días, un coito tan prolongado y sin variaciones puede llegar a convertirse en aburrido, pues —como bien apunta Jolan Chang— las personas en general no aceptan una “dieta carente de imaginación”. En la experimentación está la clave.
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