lunes, marzo 21, 2011

entrevista a Víctor Casaus: La poética política

Santiago Masetti • La Habana

Fotos: Cortesía del entrevistado y Kike (La Jiribilla)



Agencia Periodística del Mercosur (APM) entrevistó al cubano Víctor Casaus, destacado intelectual, poeta, ensayista, director cinematográfico, periodista y creativo en general. Profundizó acerca de la historia y el desarrollo del Centro Pablo de la Torriente Brau y de las actividades que realiza esta importante casa cultural cubana.

Inspirado en la figura del poeta y revolucionario Pablo de la Torriente Brau, el Centro que lleva su nombre realiza desde hace 14 años diversas actividades culturales en Cuba y otros países de América Latina.

Lugar de encuentro para artistas, trovadores, amigos y jóvenes en particular, la institución que dirige Casaus, trabaja y despliega un significativo número de actividades como lo son los salones y coloquios de Arte Digital, que contribuyen al desarrollo de la expresión artística que utiliza las nuevas tecnologías; el espacio A guitarra limpia, que difunde la obra de jóvenes trovadores cubanos y crea una colección de grabaciones de conciertos en vivo. Desde el Centro cultural también se promueve la realización de trabajos de historia oral y testimonios para el rescate de la memoria colectiva, entre muchos más.

¿Cómo surgió la idea de fundar el Centro Pablo de la Torriente Brau?

Originalmente fue por el hecho de tener en las manos un numeroso material original de Pablo, como textos y fotos. Una parte estaba en poder de sus hermanas que aun vivían. Otra parte la tenía su gran amigo Raúl Roa, a quien él le encargó que cuidara de sus papeles entre los cuales había muchos inéditos. Yo hice una película sobre Pablo entre los años 1976 y 1977. Fue un documental de largometraje titulado Pablo. En ese momento tuve la alegría y la suerte de conocer a los contemporáneos de él, quienes se convirtieron prácticamente en familia nuestra.

¿Esos materiales fueron la punta de lanza del Centro?

En 1996, cuando las hermanas de Pablo ―en particular Zoe, quien era la que más se encargaba de esos temas― me dijeron que querían donarme (aún no existía el Centro) estos materiales, pensé en la idea de crear el Centro. Era un momento muy difícil, pleno período especial, y se lo planteé a Abel Prieto que era el presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) para hacerlo como un centro cultural adscripto y con ayuda de la UNEAC. El primer objetivo que tuvo fue dedicarse al tema de la recuperación de esos materiales, y así fue que nació.

En la fundación participaron mi compañera María Santucho y mi hijo Abel, que estuvo alrededor de cuatro años haciendo el Salón de Arte Digital y que lo fundó junto conmigo y otros compañeros que casi no están aquí porque se ha ido renovando.

¿Dónde funciona el Centro?

Se produjo la entrega solidaria de este predio por parte del Historiador de la ciudad, Eusebio Leal, luego de haber estado un año nómada haciendo las actividades en otras instituciones como la UNEAC y la Casa de las Américas. Compartimos el espacio con la Casa de la Poesía. Ya allí empezó el crecimiento de los proyectos del Centro, que no nació con una plantilla previa o con un diseño previo de estructura, lo cual a veces es necesario y a veces no muy bueno, porque genera mucha burocracia, exceso de personas o de estructuras, etcétera. Aquí fue al revés, aquí la vida fue diciendo cómo íbamos a ir creciendo.

Cuando estuvimos asentados, fueron apareciendo nuevos intereses culturales, nuestros y de la gente de alrededor del Centro, que nos hicieron ir creando los otros programas que hoy tenemos. Siempre tuvimos la poética política del Centro, que trata de no esperar a tener los recursos suficientes para hacer las actividades. Por eso, ese primer año fue de menos intensidad que después cuando obtuvimos el Centro. En ese período hicimos un coloquio muy importante sobre Raúl Roa para recordar la frescura de la generación del 30, “Al canciller de la dignidad”.

¿Cuál cree usted que es la importancia de Pablo de la Torriente Brau en Cuba y en el resto de América Latina? ¿Por qué el Centro lleva su nombre?

Eso tiene muchas aristas, pero se podrían ver dos fundamentales: la política y la lucha revolucionaria; y la literatura. Como luchador revolucionario de su época, Pablo fue un antimperialista, al igual que muchos miembros de su generación, como Raúl Roa, quienes entendieron en los años 20 y 30 que el problema de Cuba no era únicamente de malos gobiernos, sino que había problemas estructurales mucho más graves. El primero de ellos era la dependencia respecto de EE.UU., de haberse convertido en una neocolonia en el período en que se fundó la república, en 1902.

Desde el punto de vista político, Pablo tuvo dos cosas: Primero, entender y practicar el antimperialismo, por el hecho de que los males de Cuba dependían fundamentalmente de esa dependencia económica, cultural, política de todo tipo de EE.UU. Segundo, la práctica del internacionalismo. Se fue, en septiembre de 1936 desde Nueva York a la Guerra Civil española y entendió, como él mismo lo confiesa en sus cartas, que ese era el momento y el lugar donde se iba a decidir muchas cosas importantes, no solamente para España sino también para el mundo. Él previó allí lo que fue la Segunda Guerra Mundial y el auge del fascismo.

En los aspectos literarios, se podrían definir, rápidamente, dos elementos básicos: primero, que ha sido uno de los grandes periodistas de la historia cultural cubana, y segundo que fue el pionero, el creador de lo que podría llamarse el testimonio como género literario moderno.

Y en lo personal, ¿por qué se inclinó a esta figura?

El aspecto emocional, emotivo, personal y sentimental fue la identificación con ese personaje que tuve desde muy joven cuando descubrí su literatura y cuando descubrí su vida también. Con 14 o 15 años leí los primeros libros, en el año 1959 ―el año del triunfo de la Revolución―, y entendí que se puede ser revolucionario de esta manera. Una manera desenfadada, antirretórica, creativa, que son los valores que hoy queremos rescatar de él; y, por otro lado, me dije: se puede escribir de esta manera utilizando las llamadas malas palabras, haciendo del lenguaje un elemento vivo.

¿Cuáles son los elementos con los que contribuye el Centro Pablo a la vida cultural cubana?

Podríamos ver dos tipos de aportes: uno tiene que ver con las poéticas políticas del Centro, que podrían ser del estilo de trabajo del Centro. Creo que eso como cosa global es una de los elementos que creemos que aportamos como experiencia cultural en Cuba y en otros sitios. Se basa en una participación muy intensa de la poca gente que trabaja aquí con el proyecto, una participación que no es formal, que no es retórica, que no es laboral en el sentido plano de la palabra; sino que hay una identidad compartida y hay una participación real. Es en realidad el aspecto que ha hecho posible que, como nosotros le llamamos muchas veces, “este pequeño ejército loco” ―recordando la frase de Sandino― haya hecho realidad esta cantidad de programas.

Otro aporte más específico son los programas que el Centro ha creado y mantiene, y que han sido nuevos completamente en el panorama de la cultura cubana, como el arte digital con los 11 salones que hemos hecho, o el fortalecimiento de otros espacios que estaban muy deprimidos en los años 90, como el caso de la nueva trova, a través de A guitarra limpia. Después está la editorial, los sitios web y alrededor de diez programas más.

En el trabajo del Centro se pueden observar tres ejes de trabajo fundamentales: la trova, el arte digital y la memoria. ¿Por qué la necesidad de trabajar con la memoria?

Con Arte Digital y A guitarra limpia se ha creado una comunidad de artistas con los cuales, por ejemplo, se descubrió que había una generación de artistas que no lo sabían porque no tenían donde expresarse. Y tenemos otros programas que son como familia de esos programas, como el de diseño gráfico, el de fotografía, y están los que difunden esas actividades que es el programa de radio, los sitios web, el boletín electrónico, los cuadernos Memoria (como la parte expositiva o de difusión). Y aquí, entonces, la memoria es el tercer elemento básico y la tratamos de entender como una estructura que se ha ido armando con el paso del tiempo, aunque no se pensó previamente.

Hay programas que pertenecerían directamente al tema de la memoria, como el Premio Memoria a la investigación testimonial. Ediciones La Memoria rescata la memoria de la generación de Pablo. Pero lo más importante es que la memoria es para nosotros el hilo conductor que unifica y encadena los distintos programas que hacemos, y creo que le da una coherencia y una consecuencia que a nosotros nos parece importante. Es decir, no solo se hacen conciertos de la trova, que la gente se divierte y los disfruta, sino que para nosotros la trova es también un programa de la memoria porque estamos construyendo la memoria de mañana en ese terreno.

Doce años después, hay trovadores que hicieron aquí sus primeros conciertos y hoy son reconocidos, tienen discos publicados.

El Centro Pablo de la Torriente Brau tiene relación con diferentes instituciones y artistas de América Latina. ¿Cómo es el proyecto denominado Una voz para vos que desarrollan en Argentina?

El Centro nació como un proyecto pequeño, modesto, con pocos recursos para el equipamiento o para trabajar, que costó y cuesta mucho obtener.

Naturalmente, no tuvo desde sus inicios la posibilidad de esa proyección internacional. Se fue ganando a partir del trabajo, la ayuda, la solidaridad de instituciones, de amigos aquí ―como el Ministerio de Cultura, la UNEAC, Silvio Rodríguez, el Instituto de la Música― y en otros países ―instituciones de EE.UU., España, amigos de Puerto Rico― que hicieron posible hacerlo de esa manera.

Siempre tuvimos la idea de lo que hemos ido logrando con proyectos como Una voz para vos: que el Centro sirviera para los jóvenes artistas en su promoción internacional. Aquí producimos los discos para que tengan una carta de presentación en la mano, y en muchos casos organizamos sus primeros conciertos ante el público cubano. Quisimos que eso se proyectara fuera de Cuba y lo realizamos en distintos lugares en la medida que esta conexión de la amistad y la solidaridad lo han hecho posible. Lo hicimos en Puerto Rico tratando de que Pablo se conociera allí, la Isla donde nació.

Con Argentina, el proyecto que anteriormente mencioné es el que ha establecido, en estos tres últimos años, una relación mucho más sistemática: lo hacemos anualmente y participan trovadores, artistas plásticos, diseñadores gráficos, escritores. Pretende tender ese vínculo entre dos culturas que son en el fondo una misma cultura, la cultura latinoamericana.

Lo que hacemos es recorrer un camino, que no inventamos, que lleva las actividades no solo a la capital, sino que hemos establecido una ruta que incluye Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Chaco; y que va siendo un camino posible a recorrer por el trovador o artista que vaya. Así se produce un proceso de aprendizaje y entrega, y allí tienen la posibilidad de mostrar su trabajo directamente y conocer el folclor del norte argentino. Eso es muy importante y aquí ya se ve en trovadores que componen chacareras o zambas. Ese intercambio es una forma de enriquecimiento cultural y personal, es uno de los rasgos más importantes de nuestra voz para vos.

¿Con cuáles instituciones argentinas mantienen diálogo o intercambio?

El vínculo más significativo es el caso de Santiago del Estero, donde existe un acuerdo entre la Secretaría de Cultura y el Centro, donde ellos aportan la estancia, traslados y el alojamiento, y nosotros las actividades culturales. También mantenemos un diálogo muy importante y contactos con pequeños grupos culturales o con artistas individuales.

El Centro Pablo se caracteriza por estar rodeados de jóvenes con distinto tipo de inquietudes, ¿es una política particular que se dieron o es un hecho espontáneo?

Pasan las dos cosas. No nos lo propusimos con un programa de trabajo o con un decreto, pero los programas en que comenzamos a trabajar y continuamos nos fueron acercando espontáneamente a los jóvenes y nos dimos cuenta de que hay una potencialidad artística extraordinaria entre ellos, de que parte de esa vitalidad que la gente ve en el Centro, esas ganas de hacer cosas, ese espíritu o esa poética política, hace que gente que no somos jóvenes nos relacionemos satisfactoriamente con los jóvenes. Se trata de alimentar la poética y la política personal, sabiendo que uno está contribuyendo a algo muy importante: que alguien que tiene el talento, la capacidad artística, la magia de la expresión, encuentre un apoyo en la institución.

Sin duda, esta relación con los jóvenes ayuda muchísimo. Lo que está pasando con la Trovuntivitis (peña de trova que desde 1997 tiene lugar todos los jueves en El Mejunje, centro de promoción cultural de Santa Clara, que reúne a los trovadores de la ciudad y sus protagonistas mantienen una destacada participación en el espacio A guitarra limpia) y con gente cercana que viene a colaborar con nosotros es un ejemplo claro de eso.

¿Cómo definiría al Centro?

Ahora, que han pasado 14 años desde que fundamos el Centro, lo definiría a partir de una frase con la que iniciamos los salones de arte digital: una apuesta a favor de la imaginación y la belleza. Con esta definición nos dimos cuenta de que se extendía al resto de las cosas del Centro, porque tiene dos elementos decisivos para la vida en general, y para la vida de los cubanos en particular. La imaginación, en el sentido del pensamiento, las ideas, de no ser entes pasivos ante la realidad y ante las cosas que hay que transformar; y la belleza en el sentido de que es una categoría que engloba las mejores cosas del ser humano. Dentro de esa belleza, veo también la justicia, la búsqueda de las relaciones solidarias entre las personas. Y, ampliando el espectro de las palabras, pienso que esa apuesta a favor de la imaginación y de la vida sigue siendo una de las definiciones posibles del Centro Pablo.

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