Teatro Oriente, noche de miércoles, primavera en Santiago de Chile. Una expectativa creciente iluminaba los rostros de casi un millar de personas. Se los había convocado pacientemente, durante semanas, preparando la audiencia para que Francisco Villa, con un cuarto de siglo de canto en su recorrido, presentase su nueva obra artística: “El alma del alma mía”. El título ya connotaba vocación de entraña, quizá un desnudamiento creativo que dejase el ánima en cueros. Y la disposición escénica lo corroboraba: desnudo el escenario, oscuros los bastidores, sin distractor alguno. Acostumbrado al despliegue de una parafernalia estridente y encandilante, uno agradece tanta sobriedad. Por lo tanto, cuando Francisco alzó su voz desde la penumbra de un telón en reposo, supimos que la ceremonia sería de adentramiento. Nada de trivialidad: sólo tuétano, médula, alma sonora. Con voz todavía tensa de expectativa y ansia, comenzó a desgranar sus primicias, y la gente guardó un primer silencio que se volvía catedralicio: porque había allí, delante nuestro, un hombre profiriendo belleza y verdad a voz llena, tocando con su “Alma del alma mía” el alma de cada asistente. Demostrando que en tiempos sordos todavía es posible que el arte sea escuchado con admiración, Francisco Villa emocionó y convenció, seduciendo por igual a la pasión y la razón. Ahora, escuchando aquellas canciones en el disco, se ratifica nuestra opinión: es el mejor cantautor de Chile, y al oírlo trovar nosotros también logramos revivir el sueño de ser mejores.
Santiago, octubre de 2009.
Las canciones
1.-“El alma del alma mía”.
El tema da nombre al disco completo. Es una declaración de principios y una introspección sincera. Retoma la canónica distinción entre alma y cuerpo con un cambio de perspectiva: aquí la desorientada puede ser el alma (…no sabe qué cuerpo habita…) y militando con artistas, herejes y marabuntas no es bienvenida en el paraíso institucional. Aquí se manifiesta la vocación marginal del artista con un matiz de humor que parece anular todo resentimiento. Un estoico Villa que está haciendo de la entereza y la consecuencia un leitmotiv, con la hondura que siempre ostentó.
2.- “Nuestra cama”.
Una canción de amor en la vertiente más lírica de la producción de Francisco Villa. Pero con bastante más: un nivel de texto que supera con creces los lugares comunes, un desarrollo poético que hace de la peripecia de dormitorio un símil de la historia de pareja, en un vaivén de cercanía y distancia que bien puede ser la historia de todos nosotros. Y el canto hondo, como si lo relatado, aunque situado en el presente, proviniese de un fondo más antiguo que el primer amor de la historia, para culminar con significantes de futuro: “si los niños lo permiten/ te propongo inaugurar”. Un arco en el tiempo amoroso, que resulta homenaje a la complicidad conyugal.
3.- “Boca a boca”.
El tema es una enumeración poética que procede por pares contradictorios (…resignación /rebeldía; vulgaridad/ poesía…) y aprovecha tal estructura para hilvanar un discurso crítico acerca de las contradicciones de la historia humana. El texto se apoya en el paralelismo verbal. Al leer su orden de palabras, se puede apreciar que en el primer cuerpo de cada verso suelen ir los términos más pedestres (v. gr. atadura / prepotencia / precio / conformidad) quedando la trascendencia en la segunda parte de cada frase (alegría / libertad / amor / compañía / sabiduría). Amén de una paradoja mucho más interna e inadvertida: el pagano Villa usa algunos vocablos de rancia raigambre cultural (santidad / resucitar / crucifixión). Su última asociación lingüística concluye señalando el par más caro a su obra entera: utopía / decepción. A veces, la belleza de cantar supone el dolor de comprender…
4.- “Puerto final”.
Otra canción de amor, como “Nuestra cama”. Verdadero episodio autobiográfico, que torna a invocar la oscilación de encuentro y desencuentro en la pareja humana. Desde el punto de vista de las funciones del lenguaje, hay aquí una fuerte atmósfera de interpelación a la amada. Villa continúa hilvanando el hermoso entramado de su declaración de amor. Y un dístico de rima consonante se forma entre el primer verso de “Nuestra cama” y el último de “Puerto final”: mi adorada ciudadana / me tienes cantando de vuelta amada artesana. Como casi diría Quevedo, “Puerto final” simboliza el amor constante más allá de la partida.
5.- “Barrabás”.
Una canción para el más famoso criminal indultado. Una invocación irónica, que parece decir que a través de toda la historia humana el mal ha sido perdonado y los santos castigados. En la novela homónima del premio Nobel Pär Lagerkvist, Barrabás es un hombre que tiene delante de sí el espectáculo de la redención pero no se redime, y los judíos solicitan a Pilatos su indulto en lugar del de Jesús. Para Villa, que ha abogado antes por la causa palestina, la acusación es natural. Y así como un criminal se salvó mientras un redentor moría en la cruz, el Che fue asesinado para que vivieran algunos “transando en Wall Street con otra Utopía entre las manos”. El arte de Francisco Villa consiste aquí en poner toda la historia en perspectiva señalando la eterna repetición de la injusticia. Y, para abundar en el tono bíblico, el verso “todo sigue igual, cambia sin cambiar” parece traducción directa del Eclesiastés.
6.- De tierra y sol.
Canción de homenaje a la maestría creadora. Como poeta, Villa rinde tributo a una de las voces más altas de la poesía en lengua española. Y quizá inadvertidamente (?) el texto que se cierra invocando a Neruda se abría evocando a Patricio Manns (qué sabes de poesía…). Cuando Villa-poeta elabora conscientemente, Villa-trovador complementa con un contrabando sutil, pues el maridaje entre poesía y canción no tolera las versiones únicas.
7.- Para mi consuelo.
El folklore argentino se caracteriza por haber producido textos de una calidad muy superior al del acervo chileno tradicional, tanto en el nivel poético cuanto en el valor identitario. Aquí Villa acomete una chacarera tradicional y la resuelve con la misma alta calidad de sus textos urbanos. Energía, armonía, poesía: ingredientes de todo encuentro con la belleza. El autor consigue una canción de amor proferida en alta voz, sin el susurro íntimo de la endecha o la balada sino con la estentórea hipérbole del enamorado. Como para despertar a todo cariño adormecido.
8.- La canción de Sandino.
Los más piadosos oirán consternados este tema donde el autor parangona abiertamente a Sandino con el redentor bíblico. Las alusiones son completamente reconocibles (bajó la montaña / las pestes huían / el cielo era para mí / sembró la palabra / partió el pan, dio el vino / volvió a la montaña / juró regresar), y la reflexión más ostensible es que los libertadores de toda época pertenecen a la misma estirpe bendita. Como cuando hizo “El canto del ángel” y todos reconocimos a un gigante retratado en cada verso. El propio Villa se agranda en cada uno de esos retratos.
9.- Amor esdrújulo.
Es un conocido pasatiempo de poetas el querer versificar usando esdrújulas, difícil tarea para quien no domina el verbo con soltura. Francisco hace una canción erótica y humorística a la vez, logrando hacer una sátira del amante estereotipado, ése que se muestra ganoso y jactancioso a la vez. En este texto el amante se proclama abiertamente insuficiente ante la capacidad erótica de la musa inspiradora, y el débil amador nos llama a tolerar sus falencias con una mirada comprensiva (mis pobres méritos / mis fuerzas lánguidas / un seguro síncope / tu táctica… volviendo lo blando sólido). Ignoramos si el artista se duele de sí o juega una falsa modestia que opere por contraste: el hecho es, en todo caso, de un interés esdrújulo.
10.- Canción de despedida.
Uno de los trabajos más dolorosos de todo el disco. El autor acumula búsquedas infructuosas, narra esperanzas fallidas, recuerda soledades. El texto parece ir preparando al auditor para una solución o apertura final. Por ello resulta tanto más patético el último verso (de pronto… estuve más solo). Es el dolor de la incomprensión, el fantasma del fracaso, la herida de la indiferencia. Es también la capacidad maravillosa del artista para trocar en belleza luminosa lo que pudo ser sólo fealdad sombría.
11.-Puerta entreabierta.
La esperanza de recuperar el amor que se cree perdido es la porfía de todo enamorado. Francisco Villa se ha declarado porfiado, en discos anteriores. El modo hermoso de subrayar su porfía aparece ya en los primeros versos (por si volvías acaso / dejé la puerta entreabierta), idea que se apoya en múltiples testarudeces de amor previas, desde Sabina hasta Jairo y varios tangos. Es que en asuntos de amor no se busca la innovación sino la eternidad. Aunque haya que encontrarla en el delirio. Por eso los cinco gerundios que aparecen en la canción construyen una secuencia deseante: soñándote / soñándote / esperando / esperando / teniéndote. Es la fantasía del amor triunfando sobre la realidad del abandono.
12.- Para La Habana.
Quien haya disfrutado las caminatas por el Malecón o por la Habana Vieja sabe que el ritmo de esa ciudad aúna la nostalgia con el compromiso. Y de esa suerte de contradicción surge una forma de magia urbana que enciende vocaciones colectivas mientras enardece erotismos individuales. Villa no pudo substraerse al influjo, y su canción es Eros y Logos encabalgándose gozosamente.
13.- Creo.
Un gigantesco himno valórico, una especie de arte poética donde el trovador despliega su panoplia de influencias y admiraciones. Construye su Olimpo personal, no sólo con los personajes que nombra, sino con los que homenajea en la construcción del texto. Entonces, junto a Gandhi, Luther King, Teresa de Calcuta, Lennon, Cristo y el Che, se advierte en el subtexto a Silvio citando a Bertolt Brecht, y hasta a Gabriela Mistral en “El placer de servir”. En todo ello hay una visión de mundo hermosamente musicada que retrata al propio Villa, digno él mismo de ser citado por otros.
14.- Entre los escombros.
Ácida denuncia de la hipocresía democrática que tolera convenientemente el genocidio en Palestina. Con imágenes desgarradoras, casi un reportaje poético, Villa toma partido abiertamente por las personas contra los discursos. El lenguaje se vuelve consistentemente airado ( la Democracia acude ofendida / Dios… ha emprendido la huída / su cruz asesina). El artista cede paso al denunciante, la poesía se vuelca hacia el dolor humano y en la imagen de una mujer palestina pariendo encadenada en una celda desconocida resume todo el dolor solidario de quien no se ha limitado a contemplar pasivamente el mundo sino que ha hecho del compromiso social una segunda naturaleza. Con esta canción, Francisco Villa demuele el frágil andamiaje de los discursos internacionales en nombre de la tibieza y la ternura de un niño solo, acribillado por terrorista.
Es que el alma del alma de Francisco Villa no tiene tregua.
Nota: El autor de este texto, Mariano Muñoz-Hidalgo, es Psicólogo, ensayista y Licenciado en Ciencias Sociales, Magíster en Comunicación y Doctor en Estudios Americanos, Mención Pensamiento y Cultura. Cuatro libros de ensayo publicados. Docente universitario de pre y posgrado en Chile, Argentina, Cuba y otros países.
fuente:
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