jueves, noviembre 05, 2009

Cintio Vitier: Adiós a un poeta



Daniela Saidman (Desde Venezuela. Colaboración especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Nacido en Cayo Hueso, Florida, Estados Unidos, el 25 de septiembre de 1921, el poeta Cintio Vitier falleció en La Habana, Cuba, el 01 de octubre de 2009. Cubano de hablares y sentires, de amores trascendentales y palabras hondas, Vitier es una de las voces latinoamericanas más arraigadas en el imaginario poético de estas tierras y estas gentes.

Todo en él era y será poesía, su mirada del mundo, sus sudores, compromisos, sus pasos por esa ciudad de mares y calles de olores dulces y libertades. Cintio Vitier late siempre vivo en cada uno de sus versos y en los ojos de los amantes que detendrán la caricia para evocar el deseo, trémulo en el papel que los aguarda y los nombra.

“Y no hay reposo para ti, / única almohada / donde puede mi cabeza reposar. Y yo / me vuelvo / de las alucinantes esperanzas / que son una sola, / de los actos infinitos del amor / que son uno solo, / de las velocísimas palabras devorándome / que son una sola, / despegado eternamente de mí mismo, / a tu seno indecible, ignorándolo todo, / a tu rostro sin rasgos, a tu salvaje flor, / amada mía”. (Palabras a la aridez, fragmento)

Cuba es territorio poético y Vitier supo amarla y armarla, tantearla y transcribirla, hacerla suya y crearla. Abonó el país con sus palabras y se creció sobre Nuestra América, con esa honda mirada de las desgarraduras del alma y también de las otras. Por eso su partida, es una herida y la hoja en blanco no alcanza para nombrarlo.

“Mirándome está el deseo, / nocturno, solo, infinito; / callada va la nostalgia / llameando eternos vestigios. / No llega nunca mi gesto / a la tierra del destino; / la vida acaba inconclusa, / quedan los sueños en vilo”. (Algo le falta a la tarde, fragmento)

Fue él con sus trepidantes fuegos y sueños, sus adjetivos y sobre todo sus verbos en juego, el que supo contarse y contarnos las esquinas de La Habana, el contorno de la piel amada y el sonido metálico y tañido de las olas contra la corriente. La poética de Vitier fue capaz de enumerar las carencias y sobre todo volar amorosamente sobre ellas para darse cuenta de que la revolución es poesía en la medida en que es divinamente humana y perfectible.

“Estás / haciendo / cosas: / música, / chirimbolos de repuesto, / libros, / hospitales / pan, / días llenos de propósitos, / flotas, / vida, / con tan pocos materiales. / A veces / se diría / que no puedes llegar hasta mañana, / y de pronto / uno pregunta y sí, / hay cine, / apagones, / lámparas que resucitan, / calle mojada por la maravilla, / ojo del alba”. (Estamos, fragmentos)

Cintio Vitier aunque nació lejos, en la otra orilla, siempre estuvo y estará cerca, porque eligió el vértigo de saberse próximo y libre, optó por las pequeñas derrotas cotidianas que al final resultaron ser una gran victoria y terminó por anclar sus pasos a la ciudad de los ecos y echó sus velas a volar con los amantes.

“Lejos, lejos nací, / lejos de mi alma: / separada la vida / de la mirada. / Lejanía que fue / toda la patria, / como una cicatriz / que no cerrara. / No pude atravesar / la tarde rara: / lejos, lejos de mí, / no me abarcaba. / He visto, comprendiendo, / la mar morada, / el confín misterioso, / la doble playa”. (Lejos)

Se fue el poeta, como quedándose, como instalándose sobre la arena a contemplar un atardecer encendido de anhelos. Se fue sin haberse ido, porque vive en los labios de los que lo pronunciaremos en los venideros futuros y en todas las voces que lo bienvendrán en cada página.

“Nada serán mis palabras / si no encuentran otra boca / que las cante y las olvide / y las devuelva a la sombra. / (…) / Nada será lo que soy / si en los otros no se apoya: / mi presencia en otro hombro, / mi esperanza en su congoja”. (Nada serán mis palabras, fragmento).

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