La nueva compilación discográfica mira contemporáneamente a la trova desde la visión de los noveles exponentes del género
Por: Yelanys Hernández Fusté
Correo: cult@jrebelde.cip.cu
25 de octubre de 2008 00:26:59 GMT
El disco fue presentado el pasado 17 de octubre en el Pabellón Cuba, como parte de las actividades por el aniversario 22 de la AHS. Foto: Kaloian
Es la trova de esos estilos que encuentra cada resquicio de la música para colarse, con sus temas intimistas y su visión fotográfica de las ciudades y la gente que las puebla. Y a ello nos convida Raspadura con ajonjolí, un disco producido en 2007 por la EGREM, de conjunto con la Asociación Hermanos Saíz.
En el CD, que contiene 15 canciones, igual número de jóvenes de varias provincias del país muestran, desde sus textos, que también son un termómetro para palpar la sensibilidad de la sociedad, reflejar lugares comunes a sus coterráneos, y hablar de amor de un modo terrenal.
Ya lo ha dicho el colega Bladimir Zamora Céspedes, en sus palabras de fuerza y suerte que constituyen la nota al fonograma: «Como los de antaño, estos trovadores gozan, se tumban un rato a rumiar con una tristeza recién tropezada, tiran una mirada hacia la tarde que se pone del color del fuego o dentro de sí mismos, y reflexionan sobre lo que sucede ahora y hasta de lo puede ser el futuro para bien y para mal».
Sucede que Raspadura... ha sido una aventura bien pensada. Se ha propuesto una especie de compilación de nueve noveles músicos de diferentes provincias y seis de Ciudad de La Habana que, aunque no cuentan con esa asiduidad en los medios, tienen una obra que ya despunta.
Una manera desenfadada y contemporánea de decir acompaña a cada título, con interpretaciones que varían en timbres, tonos y sonoridades, pero nunca vulneran el respeto que los autores sienten por el género.
La raspadura, del santaclareño Michel Portela, abre el disco y recoge en gran medida el sentido del álbum. A esta canción le sigue El librero (Ray Fernández), una interesante reflexión sobre las enseñanzas literarias y las de la realidad; contextos que igualmente podrían sostener los argumentos de El Abuelo, de Yordán Romero.
Es preocupación de estos artistas mirarse internamente y descubrirse en el plano de las relaciones sentimentales. Ellos relatan esas vivencias en Chica de café (Yoan Zamora), las desventuras y venturas de un Pobre corazón (Adrián Berazaín); el ansiado regreso con Vuelve (Yaíma Orozco) o la fortuna de estar acompañado con Suerte (Rubén Lester).
Asimismo develan que en materia de amores están Soñando contigo (Raúl Marchena) y le ponen nombre de mujer: Ariadne (Alito Abad), o asumen, por el contrario, que Tu amor no dolió (Yolo Bonilla).
Emerge en el fonograma la identidad con el espacio donde habitan los compositores. Así se constatan las cantadas Instantáneas de La Habana, de Pedro Beritán; El puente preferido de Yordis Toledo, o la resolución firme del bayamés Ormán Cala de estar Planta'o en su sitio.
Los trovadores no olvidan tratar la cotidianidad con el uso de frases conocidas para lograr un mayor acercamiento al público, como pasó con: si va a llover que llueva, que no quiero chin chin (Agua, Mauricio Figueiral). Aquí el autor apela a ese recurso para dialogar sobre temas actuales, lo cual también hace Eric Méndez con Sembrando, un llamado de atención a raíz de la necesidad de preservar valores éticos entre los seres humanos.
Pável Poveda, productor de Raspadura..., afirma que la idea inicial fue presentar un álbum situado en este tiempo, «que sacara a la trova de esa visión que a veces ha tenido, para los medios y el público, del trovador con su guitarra».
Se trata, al decir de Poveda, de «lanzar» a los cantores acompañados de una banda, muy ligado al modo en que estos muchachos están promoviendo su obra actualmente. De ahí que se observe un trabajo especial en las voces, la percusión y el sonido en general.
No en balde Raspadura... refresca, con pericia y espontaneidad, el estilo trovadoresco. Desde una óptica renovadora estos bisoños cantautores lo defienden porque es precisamente un género único, centenario y muy cubano. Y ellos, como asegura Pavel Poveda, lo hacen «con creación y tremenda honestidad intelectual».
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