Actualidad de 3 maestros latinos
(7'46'' / 1,77 Mb) - En 1970, el uruguayo Eduardo Galeano, terminaba de escribir uno de los más deliciosos y profundos libros sobre nuestro continente: Las venas abiertas de América Latina. Entre los varios argumentos desarrollados por él, estaba la constatación de que América Latina era el territorio esclavizado por los Estados Unidos (EUA) en su afán de seguir hegemónico en el escenario imperialista mundial.
Galeano explica, como Josué de Castro lo había hecho hace algunos años, en su libro Geografía del Hambre, que el subdesarrollo no podía ser entendido fuera de la lógica general de funcionamiento del modo de producción capitalista. Decía el autor: "nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena, nuestra riqueza generó siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de los otros: los imperios y sus agentes nativos. En la alquimia colonial y neo-colonial, el otro se transforma en chatarra y los alimentos se convierten en veneno."
Contemporáneo a Galeano, Marini, un gran maestro, que, como los otros, no separaba teoría revolucionaria y acción revolucionaria, ni práctica de reflexión concreta sobre lo real y lo posible dentro de lo real a ser transformado, escribía, a propósito de la dialéctica de la dependencia, que el resultado del desarrollo capitalista sería la miseria de nuestros pueblos.
Nos enseñan estos maestros que la característica histórica de América Latina fue y es la de tener sus riquezas naturales, energéticas y vitales – a partir del pulsar de la fuerza de trabajo que habita en el continente – apropiadas privadamente por los que detienen hegemónicamente del modo de producción/acumulación capitalista central. Ese servir, basado en la pérdida de lo que es propio, se sostiene en los históricos vínculos de dependencia y subordinación centrados en el poder de los países hegemónicos sobre la periferia.
Los datos actuales (CEPAL) de América Latina nos muestran no sólo cuánto vienen sufriendo, a lo largo de la historia, la mayor parte de nuestros sujetos-sujetados por el capital, pero, también, el terreno fértil de la continuada superexplotación del trabajo en el continente. Un mecanismo que en los años 40 y 60 era particular del continente y que ahora evidencia su proyección global.
América Latina hace escuela en la reproducción ampliada de la lógica animal del capital, cuyos dueños irracionales viven bien, porque sujetan muchos a vivir mal. Hablamos del robo del tiempo. Cada vez más, el capital global, roba más tiempo, al pagar menos salarios y romper con todos los derechos laborales, como forma de no romper su círculo vicioso de la riqueza, centrado en la pobreza de la condición humana.
Ese mecanismo de extraer sobretrabajo del mismo tiempo de trabajo de otros sujetos en otras partes del mundo fue la forma particular encontrada por el capitalismo periférico para compensar sus pérdidas en los mercados mundiales, cuyo centro de producción de valor y de precio de mercado estaba en las manos de capitalistas centrales, más poderosos que los latinos.
Mientras tanto, los trabajadores de los países centrales eran considerados consumidores, ya que la producción tenía como vínculo el consumo/mercado interno y externo, los trabajadores de la periferia, como nosotros, los latinos, no eran consumidores directos de los bienes producidos, ya que el objetivo central del capital latino era y es producir para exportar.
Esa diferencia de modo de funcionamiento de la producción y de la circulación de mercaderías fue lo que permitió una forma particular de acumulación privada del capital latino, frente a su forma general de funcionamiento mundial.
Y es por medio de la economía política que Marini nos enseña que, por ser tan rica, la debilidad política era la desgracia de América Latina. Elemento que la tornaba pobre en las condiciones objetivas de realización de la sobrevivencia de su población, dado el poder hegemónico de los países centrales en dictar las reglas (inter)nacionales de las relaciones económicas mundiales.
Como Galeano y Marini, Josué de Castro también reforzaba el hecho de que el desarrollo centrado en los grandes, a partir de las múltiples formas de robo de nuestras riquezas. América Latina sin identificación soberana y autónoma consigo misma, frene a la hegemonía de los centros.
Decía el maestro Josué: "El subdesarrollo no es, como muchos piensan equivocadamente, insuficiencia o ausencia de desarrollo. El subdesarrollo es un producto o un subproducto del desarrollo, una derivación inevitable de la explotación económica colonial o neocolonial, que continúa ejerciéndose sobre las diversas regiones del planeta".
Esas venas abiertas que hacen que el capital avance en la intensificación de la explotación del trabajo y de la apropiación privada de los recursos naturales de nuestra América, llega en el siglo XXI, con sus marcas visibles sobre el cuerpo de los pueblos latinos. Actualmente somos 580 millones de latinoamericanos – en 2010 seremos 594 millones. 79,1% de esta población vive en las ciudades – 458 millones – y 120 millones viven en el área rural. De estos, 35,1% viven en situación de pobreza. Otros 12,7% viven en situación de indigencia – miseria absoluta. Estamos hablando de un total de 203 millones de pobres y 73 millones de indigentes.
Un destaque importante es el relativo al nivel de la pobreza y la indigencia de la población rural latinoamericana. Cuando se comparan los números con el promedio total de la población vemos que la pobreza llega a 53,6% y la indigencia engloba un total de 28,7% de nuestra población campesina.
Somos un número expresivo de marginales en un territorio rico. Los condenados de la tierra, no por designios divinos, sino por órdenes animalescas devenidas de expropiadotes privados de las riquezas soberanas, autónomas, que, por más que nos pertenezcan, aún no son nuestras. Hablamos de un total de 276 millones de personas viviendo en situaciones marginales en un continente que permanece, después de largos siglos de explotación y expropiación, rico en recursos y pobre en el poder de distribución para sí mismo, y sus sujetos, de esta riqueza.
El imperialismo encuentra en América Latina, un terreno fértil de reproducción de sus llagas político/económico/ideológicas: el subimperialismo. La capacidad de reproducir, a partir del mando de los países centrales, la misma lógica perversa de apropiación, por medio de los Estados soberanos nacionales, de las riquezas de los países políticamente más débiles del continente, a partir del poder de las economías más fuertes. Un círculo vicioso de la pobreza capitalista, centrada en la acumulación de la riqueza de nuestros bienes. Los Estados centrales, juntamente con los Estados latinos, robando en nombre del capital, los recursos de nuestro territorio y lanzando a la mendicidad a parte expresiva de nuestros trabajadores, pueblos autónomos, seres para sí, fuera de sí mismos, en su continente.
En 2010, 276 millones constituirán la población económicamente activa (PEA), distribuida entre 163 millones de hombres y 113 millones de mujeres en edad productiva, apta para ser incluida en el sector formal de la economía. Entre estos, tendremos un total de 202 millones de jóvenes con edades entre 15 y 34 años. De estos jóvenes, 100 millones son hombres y los otros 102 millones son mujeres. La población juvenil latina corresponde a 33,9% de la población total y 73,9% de la población apta para trabajar.
Al pensar en las características de la superexplotación en América Latina hoy, tenemos que ver cuánto el capital, a partir de esa expresiva cantidad de jóvenes – hombres y mujeres de distintas etnias/razas -, cuenta con un terreno fértil para la apropiación privada de las riquezas a partir de la intensificación de la explotación del trabajo.
Estos tres autores discutieron el texto/contexto latino, a partir del grado de desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas en América Latina y de la participación de ésta en el mundo del capital. Estos maestros eran implacables al decir que la única salida posible era y es el socialismo, rumbo al comunismo.
Josué de Castro sostenía que sin violencia no era posible frenar la violenta acción capitalista. Marini decía que la revolución no debería ser pensada a partir de las tácticas viables del reformismo desarrollista en el continente. Galeano mostraba que las venas abiertas, para permitir una libre y real circulación de las riquezas y de los pueblos de Nuestra América, deberían librarse de ese cáncer circulatorio y reproductivo que es el modo de funcionamiento del aparato capitalista. Los tres maestros juntos nos dan una bella síntesis de lo que fuimos, somos y podemos ser. Para ser, no debemos permitir que nuestra sangre continúe absorbida por el vampiro que hace años chupa lo que tenemos de más rico y originario: la historia de los pueblos latinos, anterior al capital y más allá de él.
Roberta Traspadini*
Economista, educadora popular e integrante de la Consulta Popular/ES.
13/05/08
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