Elegía a Ernesto Che Guevara
Enrique Lihn
Las condiciones de la tragedia están dadas, y no faltan los héroes;
más bien ellos forman ahora un ejército regular,
un río subterráneo que se ramifica en los lugares estratégicos,
un árbol subterráneo cuyo follaje es la tierra
—tiempo de cosechar tantos muertos oscuros—
y hay también el conducto de los héroes;
todos los héroes llevan a él como los pasos de una prueba de fuego;
una ecuación que despejaran los hechos,
y el signo de igualdad entre el que inicia la marcha y
quienes le siguen guardando esa distancia
camino de la lógica y del azar entremezclados
"por el pantano cubierto de manglares".
Hay el hombre Ernesto Che Guevara cuyo nombre
es legión pero de hombres que avanzan a favor de la historia,
contra esos monstruos que resoplan a contracorriente bajo una bandera insostenible,
impulsados por el sueño de la razón como las pirañas por el olor de la sangre.
El médico de a bordo atormentado por el asma en la noche del Granma.
El sobreviviente —este fue su primer grado militar—,
y antes de elevarse al más alto rango, el de inmortal (en el sentido rigurosamente histórico de la palabra),
el guerrillero de la alegre figura con su mulo émulo de las cabalgaduras más celebres al que no se precisa anteponerle el eh para hacerlo avanzar, entre la vida y la muerte,
por las encruchilladas de los Andes:
un gajo vivo de la sierra, y el jinete montado literalmente en el macho.
"En su tipo inconfundible, muy erguido."
El poeta de qué circunstancias mayúsculas.
Che, qué manera de izar esta palabra con sólo un pronombre personal por asta
y de multiplicarla
y de imprimirle un grito inesperado,
El Che Alegría de Pío vagando como un desastre por los acantilados
cercanos al Cabo Cruz
el Che batalla de Santa Clara penetrando a una ciudad de tanques y cañones
o desangrándose en las quebradas del Yuro.
El Che sentado a su mesa de trabajo.
Al telar como obrero voluntario,
al tractor voluntario.
Ajedrecista artista de la guerra.
Alguien que firme el acta de la irreconciliación
mientras le cortan los dedos por orden de la Paz
a ese cadáver temible dueño de las Higueras donde ha instalado
post mortem su cuartel general,
y ninguna hora es exacta, hay que ultimarlo, hay que cremarlo,
hay que volverlo a matar, que no le quede un hombre de vida,
"el alto mando militar da por terminada toda información relativa
a la muerte de Ernesto Che Guevara".
El general Barrientos: Por mi madre.
El general Ovando: Hijos de puta.
Los soldaditos: Por la gran puta.
Cómo ingeniárselas para enterrar un mito, y en un agujero de
Bolivia que cicatrice rápido:
Le está doliendo al mundo este muerto imborrable.
El Che Asamblea General de las Naciones.
En pie de rayo que ilumina la selva de Washington hasta en sus
menores detalles, y con toda la selva en su contra:
cifras de expoliación, cifras de intervención, cifras de crímenes
persuasivos o violentos,
haciéndolas hablar para que hablen por sí solas.
Y la muerte probándose su cara en los salones de palacio
pero como un bufón la máscara del rey.
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