por Félix Rodríguez Sanz
Jueves, 08 de Marzo de 2012 01:14
Como ocurre con otros muchos días conmemorativos, el Día Internacional de la Mujer también se desdibuja ante la apariencia de un país democrático y europeo, como es España, en el que la igualdad de género está mayoritariamente aceptada por la sociedad y como tal sancionada por la legislación vigente
Efectivamente, las mujeres y los hombres que reconocen la secular subalternidad de ellas ante ellos establecida por esa organización social llamada patriarcado y que se asienta en las raíces familiares y sociales de la humanidad desde hace miles de años, ya no salen a la calle para reclamar el derecho de las mujeres a su igualdad con los hombres, pues tal igualdad está contemplada en las leyes.
Sin embargo, esa igualdad legal de derechos de mujeres y hombres se sitúa por delante de la realidad de la sociedad en que vivimos, tal como muestra la sesentena de mujeres que mueren a manos de sus compañeros porque estos consideran que “sus” mujeres son de ellos o de nadie, ni siquiera de ellas mismas, y por eso matan cuando surge el conflicto y ellas muestran alguna independencia respecto a los deseos y órdenes de “sus” señores. Estas muertes son sólo la punta de un iceberg llamado desigualdad que aunque se esconde detrás de un mar de declaraciones políticamente correctas a favor de la igualdad, sin embargo, constituye un conjunto enorme de obstáculos para esa igualdad que las leyes proclaman.
La mirada masculina del mundo
Uno de los más sutiles pero más arraigados es la mirada masculina del mundo, porque pertenece a lo menos tangible, a lo cultural, a lo esencial de la psicología de las personas. Tal mirada significa que las cosas se estructuran de acuerdo a los valores más fundamentales de lo que significa ser hombre en nuestra sociedad, como son la presencia en el ámbito público y el poder, rasgos tradicionalmente masculinos. Esto quiere decir, hoy en día, cuando la mujer se ha incorporado al mundo laboral, que ella no puede dejar completamente lo que tradicionalmente ha sido su ámbito: el mundo íntimo del hogar y la familia, incluida la crianza de los hijos. Por eso, todavía son millones las mujeres que tienen doble jornada laboral, la de su empleo por cuenta ajena y la de la “gobernanza” de la casa y la familia. Y esta cuestión se ve subrayada por el hecho de que en España ya son muchos los esposos y compañeros que les prestan una gran ayuda, y así lo expresan cada vez que un reportero hace una encuesta de urgencia a pie de calle, y ya van cuidando a los niños, etc.
Pero la buena voluntad y la igualdad son cosas distintas si aplicamos otra mirada a esa labor de la organización doméstica. Por ejemplo, una idea que dista de ser aceptada socialmente, pues, al contrario, provoca más de una chanza masculina, es la de una pareja en la que la mujer trabaja en el ámbito público, por cuenta ajena o propia, y el marido se dedica en exclusiva a lo que antes eran las labores propias de... ellas, las amas de casa, las mujeres; y no por razones sobrevenidas, como el desempleo o la enfermedad u otras. Incluso hay que destacar que surge el malestar emocional cuando sólo se da una circunstancia, como el caso de que en una pareja, ella reciba un sueldo mayor u ocupe un puesto superior a su pareja.
Tal construcción social con papeles distintos para cada género es la tradición en la que se ancla la sociedad en la que vivimos, y por tanto, no debemos olvidad, una vez más, que todas las medidas encaminadas a establecer la igualdad en todos los ámbitos de la vida de mujeres y hombres, luchan contra tal tradición inculcada en lo más profundo de lo simbólico de nuestro ser y nuestro estar en el mundo. Son medidas que trabajan a favor de subvertir una parte muy importante de nuestra identidad, tanto de los hombres como de las mujeres, pues no hay que olvidad que el machismo y la preeminencia masculinas están en la mente de unas y otros: paradójicamente, la educación machista fundamentalmente se ha transmitido por las mujeres, como madres y abuelas en el seno familiar.
Un 3,7% de directivas
Por eso, la desigualdad, si no es tan agresiva como antaño, sigue presidiendo nuestra sociedad: los altos cargos en las empresas, en el poder político y económico, en los lugares de decisión, apenas están ocupados por mujeres (en torno del 10% del total). Por ejemplo, en la locomotora económica de Europa, Alemania, cuyo gobierno preside una mujer, en los puestos de dirección de las treinta grandes empresas que conforman el índice DAX de la Bolsa germana sólo son mujeres un 3,7 % de los mismos, y recientemente han anunciado que aumentarán la cuota de directivas hasta un 35% del total de puestos de dirección antes de 2020. En España, el consejo de dirección de la Confederación Española de Cajas de Ahorro no cuenta con una sola mujer entre sus 100 miembros.
E incluso, en el plano legal la igualdad sigue siendo un campo de batalla. Estos últimos días el gobierno, del PP, ha anunciado que modificará la ley del Aborto, la cual, entre otras cosas, en la modificación que realizó el gobierno Zapatero, permitía que las menores decidiesen interrumpir su embarazo sin el consentimiento expreso de sus padres y madres, pasando sólo por el asesoramiento psicológico de las clínicas y hospitales donde realizar tal interrupción. Lo que no se está comentando, y no ha dicho el gobierno que vaya a modificar, es el artículo del Codigo Penal que estipula que la edad de consentimiento legal para sostener relaciones sexuales es la de 13 años. Es decir, una menor puede tener relaciones sexuales sin permiso de sus padres pero no puede decidir sobre el resultado de esas relaciones.
En tal día como hoy, el gobierno del Partido Popular defiende una política de protección de la familia contra la mujer, en la que esta debe tener el papel de una inteligente y capaz subordinada del hombre que sigue siendo el cabeza de familia. Esta política sucede a otra impulsada por el anterior gobierno del PSOE en la propaganda de que vivíamos en un estupendo mundo de igualdad y sólo quedaban escasos flecos sueltos.
Las más vulnerables
Y como siempre, la realidad de una política se demuestra en su aplicación, no a la ciudadanía integrada socialmente, sino en aquellas personas más vulnerables, sobre las mujeres más vulnerables: mujeres pobres, sin hogar, prostitutas que no son de alto standing, precisamente, las internadas en centros de menores que son abusadas sexualmente por sus compañeros, aquellas a las que por dictamen oficial se les separa de sus hijos para darlos en adopción sin su consentimiento -la Comunidad de Madrid es uno de los lugares especializados en esta práctica-...
También en los últimos días, la Real Academia de la Lengua ha sacado un informe por el que resuelve que el lenguaje no es sexista, y que no lo es hablar de los hombres y de las mujeres cuando se dice “el hombre ha hecho esto y lo otro”, por ejemplo. Otra vez, la prueba del nuevo es plantear las cosas al contrario, y así, en lugar de decir “nosotros”, cuando alguien se refiere a un grupo de hombres y mujeres, decir “nosotras”: resulta chocante, ¿verdad?, todavía hoy en día. Otro ejemplo, y sin que haya que forzar el idioma, se puede hablar de la “matria potestad” en lugar de la “patria potestad”, cuando se le entrega a una madre la tutela de un hijo o hija, y se puede hablar de “censarse” en vez de “empadronarse”, para referirnos a inscribir los datos de nuestra residencia y filiación.
Todavía, la igualdad mujer-hombre como géneros (con las cualidades que se atribuyen a cada uno de ellos) es una cuestión de resistencia y cambio de mentalidad, hasta en los más ínfimos detalles, todavía es una cuestión de que lo masculino debe perder poder dentro y fuera de la familia, para nivelarse con lo femenino.
Félix Rodríguez Sanz
Izquierda Republicana
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