Primeras declaraciones del escritor uruguayo Eduardo Galeano tras su arribo a la capital cubana, para participar en la edición 53 del Premio Literario Casa de las Américas
El escritor uruguayo Eduardo Galeano llegó en la mañana de este jueves a Cuba para inaugurar, el próximo lunes 16 de enero, la edición 53 del Premio Literario Casa de las Américas. Luego de 11 años, el autor de Las venas abiertas de América Latinaregresa a la institución y al certamen a los que confió en 1971 su obra magistral. Más de treinta años y varios encuentros después, la Casa le ha devuelto el abrazo reconociendo a su libro Espejos. Una historia casi universal con el Premio de Narrativa José María Arguedas 2011, de carácter honorífico.
Cuando restan apenas unos días del encuentro de esa obra y sus lectores cubanos, La Ventana ofrece algunos momentos del primer encuentro de Eduardo Galeano con la prensa.
De vuelta a Cuba y a la Casa, sin haberme ido
«Estoy muy contento de volver a la Casa y a Cuba. A la Casa de las Américas, que es mi casa, y a Cuba porque, aunque hace años que no vengo, siento como que vuelvo sin haberme ido. Cuba siguió siempre viva dentro de mí, en mis palabras, en mis actos y en mi memoria: todo lo que de aquí recibí, en una relación en la que yo jamás oculté ninguna de mis discrepancias o mis dudas; pero tampoco oculté mi admiración por esta Revolución que es un ejemplo de dignidad nacional, en un mundo donde el patriotismo es el obligado privilegio de los países ricos y poderosos, pero negado a los pequeños y pobres.
«No conocí en mi vida otro país tan solidario como este, ninguna Revolución tan ofrecida a los demás como ha sido y es la Revolución cubana. Todo el resto son espacios de debate, de dudas que están siendo en alguna medida respondidas por este proceso de cambios que la Revolución está viviendo ahora y a los cuales, quienes la queremos, damos la bienvenida».
Las venas abiertas de un autor de cabecera
«Con Las venas abiertas de América Latina tengo una relación como la de Quino con Mafalda. A Quino le identifican con ella y él la reconoce como una criatura suya, pero a veces le irrita Mafalda porque el resto de su obra queda opacada por el prestigio de esa niña terrible. Con Las venas… me pasa lo mismo. Se ha convertido en un libro de enorme difusión al cabo de los años, lo que ha conspirado contra la repercusión que me habría gustado ver en obras posteriores. Es una relación contradictoria, pero comparto con Hegel, Marx y los indios precolombinos que la contradicción es el motor de la historia, así que no me sorprende que la habite yo mismo.
«Escribí el libro para poder llegar a tiempo al concurso Casa. Recoge cuatro años de viajes y andares, que cristalizaron en ese libro escrito en noventa noches. Trabajaba en la universidad y en editoriales privadas, ocupándome de corregir textos sobre la vida sexual de los ratones, y solo por la noche escribía en máquina (aún no había conocido el placer enorme de escribir a mano). Noventa noches sin dormir hicieron posible que entregara a la embajada de Cuba el original de Las venas… que perdió el concurso. ¡Mi amor por la Casa de las Américas no empezó siendo correspondido [ríe], era como una pasión inútil!
«Aquel jurado de prestigiosas figuras de la izquierda, según supe después, consideró que el libro no era lo suficientemente serio como para recibir el Premio. Era un periodo en el que todavía la izquierda confundía la seriedad con el aburrimiento. Por suerte, eso fue cambiando y en nuestros días se sabe que el mejor aliado de la izquierda es la risa».
Espejos para una historia universal
«Es un libro que anda por unas cuantas ediciones. Es el penúltimo, porque acabo de publicar Los hijos de los días.
«Espejos. Una historia casi universal se ha traducido a varias lenguas. Es una tentativa de colaborar a la recuperación del arcoíris terrestre. No es que tenga la certeza, pero sí la sospecha, de que el arcoíris terrestre contiene más fulgores que el celeste. Es más hermoso el nuestro que el de los dioses de arriba. Quería ayudar a recuperar esos colores perdidos porque estamos ciegos, mutilados por una larguísima tradición de racismo, de machismo, de elitismo, de militarismo y de otros “ismos” que nos impiden descubrirnos en toda la plenitud de nuestra belleza posible.
«Espejos es un libro que recoge esas voces que nos ayudan a sabernos bastante mejores de lo que creemos que somos».
Indignos o indignados: no se puede ser neutral
«Las esperanzas andan por todas partes, no solamente donde salen a la luz pública o convocan la atención publica. Eso va creciendo como el moho en la piedra, como decía Violeta Parra, muy lentamente, como crece el amor. Sería injusto que mencionara como ejemplos a un país u otro, porque además no creo en esas cosas. Creo que los procesos de cambio que de veras se dan, crecen de abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera, de modo que a veces son silenciosos, casi secretos, pero existen en todas partes y a veces nos sorprenden.
«Por ejemplo, este fenómeno mundial de los indignados estalló de golpe y no hay quien lo pare, porque la indignación tiene una capacidad de contagio sorprendente. Es una de las buenas noticias que el mundo tiene, más allá de las etiquetas que le quieran poner a las cosas, si de izquierda o de centroizquierda. Lo que importa es confirmar que el planeta está dividido entre los indignos y los indignados, en un mundo que obliga a la indignidad. Neutral no se puede ser».
Otra vez, nos duele Roque
El pasado 9 de enero, un tribunal salvadoreño declaró que el caso que condena a los principales acusados del asesinato de Roque Dalton ha prescrito. Galeano, quien se ha declarado más de una vez «uno de sus principales dolientes», dijo a La Ventana que la decisión «es una infamia»:
«Borges escribió una historia universal de la infamia, pero se quedó corto. La capacidad de infamia no cabe en tomos: se fecunda todo el tiempo como la capacidad de alegría. Roque fue condenado por tener un indoblegable sentido del amor y del humor, lo mataron por discrepar. Fuimos muy amigos, me devolvía la alegría cada vez que nos encontrábamos. Nada que ver con otros intelectuales de izquierda que cometen el pecado de la solemnidad, uno siente que habla con una estatua. Roque era muy de carne y hueso. Quienes lo mataron son unos criminales. En uno de los escritos que integran este libro nuevo yo digo que lo mataron por desobediente. Lo leeré el martes 17 en la Casa, cuando lea también algunos fragmentos de Espejos».
(Tomado de La Ventana, de Casa de las Américas)
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