Si bien en todo el mundo bajo la denominación de ‘canción protesta’ se enmarca a las composiciones que tratan temas sociales, políticos y hasta revolucionarios, en América Latina el concepto parece más abarcador.
Esta es la tercera entrega de una serie de historias producidas por Radio Nederland Wereldomroep (RNW) sobre canciones de protesta en todos los continentes. Un género que en Latinoamérica marcó un antes y un después en este tipo de poesía cantada, aún vigente, ahora con un lenguaje más encarnado y crudo.
Esta es la tercera entrega de una serie de historias producidas por Radio Nederland Wereldomroep (RNW) sobre canciones de protesta en todos los continentes. Un género que en Latinoamérica marcó un antes y un después en este tipo de poesía cantada, aún vigente, ahora con un lenguaje más encarnado y crudo.
En los años sesenta, para el entonces joven cantautor argentino Víctor Heredia, la llamada Nueva Canción se había convertido en su ‘razón de vivir’. “En sus inicios, -señala Heredia a RNW-, ese movimiento pretende, en principio, un rescate de la palabra, de la estética, y de la ética con la que debía ‘construirse’ una canción. Hasta entonces se refería prácticamente solo a lo geográfico, antes que incluir el hombre, su trabajo, y sus vicisitudes en el entorno social en que se movía”.
Ese género que se aleja de la canción más superficial para profundizar en lo humano, lo abraza también el cantautor uruguayo Daniel Viglietti. Con su tema ‘A desalambrar’ denuncia el latifundismo de las alambradas como separaciones entre las tierras y las personas. “Es por eso que se le ha llamado canción comprometida, a veces canción de protesta”, advierte Viglietti. “Esto que aquí acordamos llamar ‘canción nueva’, nace sobre todo de una necesidad profunda de la vida, por la desigualdad y la injusticia en América Latina”.
Poesía cantada
El nuevo canto chileno de denuncia social había tomado auge tras el triunfo de la revolución cubana. Pero las fuerzas represivas de la dictadura de Augusto Pinochet, que derrocaron al gobierno de Salvador Allende en septiembre de 1973, intentaron acallar esas voces. El cantautor Víctor Jara, torturado y asesinado en el antiguo Estadio Chile (hoy Estadio Víctor Jara), se convertía en el referente internacional de la canción reivindicativa. Él es quizás el forjador más conocido de esa poesía cantada con su tema ‘Te recuerdo Amanda’.
Las nacientes dictaduras latinoamericanas obligaron a salir hacia el exilio a figuras como la intérprete argentina Mercedes Sosa. En los escenarios americanos y europeos, La Negra intentaba justamente darle un sentido de protesta a esa poesía social al estilo de ‘Canción con todos’. Y a los grandes de Argentina que marcharon como exiliados, se sumaba con su acierto poético Facundo Cabral, recientemente asesinado en Guatemala.
Canto revolucionario
Justamente esa protesta social tuvo su máxima expresión en la Cuba de los años sesenta y setenta con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Noel Nicola, junto al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, con dos tipos de canciones: por un lado las que apoyaban el modelo revolucionario y por otra, las que denunciaban el avance de las dictaduras en Latinoamérica, la guerra de Vietnam y los genocidios en Camboya. La protesta era hacia afuera, nunca hacia dentro. De ese compromiso moral con los cambios operados en Cuba, fue que nacieron composiciones con marcada tendencia antiimperialista como ‘Cuba va’, convertida en hit.
Canción contestataria
Años más tarde, en casi todo el continente, una nueva generación de cantautores cubanos se encargaría de ser, contrario a las anteriores, algo más contestataria. Uno de los abanderados, Carlos Varela, el ‘Bob Dylan cubano’, llegaba a convertirse en una de las voces más atrevidas de lo que pasó a llamarse la Novísima Trova.
A Varela siempre le ha gustado hacer crónicas, contar historias al estilo de su disco ‘Como los peces´, en el que critica el inmovilismo de la revolución y habla de la desilusión de las nuevas generaciones. “No me gusta hacer fotografías de la realidad, pero sí me gusta reflexionar sobre esa fotografía y esa realidad”, dice a RNW. Oficio que le ha costado muchas críticas dentro de Cuba, incluso la censura de algunos de sus temas en los medios de comunicación.
En su defensa ha salido el propio Silvio Rodríguez, quien también ha evolucionado en el contenido de sus letras, y ahora se muestra más cercano a la realidad cubana actual: “Yerran los que conspiran contra Carlos Varela, porque lo consideran hipercrítico. Yerran los que acusan a Carlos Varela, como emblema de sus propias inconformidades. La realidad siempre es más crítica que cualquier canción: la realidad siempre es más polisémica que nuestras angustias. La canción pensadora, arte difícil y necesario, tuvo, tiene y tendrá el duro oficio de existir entre los avatares sociales y humanos, corriendo el riesgo de los países y de los hombres. Carlos Varela, es un talentoso practicante de este arte y también un talentoso practicado de sus resonancias".
Rap y hip hop
Pero esa forma poética de disfrazar la crítica social ha convivido en las últimas décadas con el rap y el hip hop, otras expresiones de protesta a través de la música, oriundas de Estados Unidos y que han ganado adeptos en toda América Latina. Asumidas en sus inicios como la poesía y la palabra recitada, estos géneros musicales lamentablemente se comercializan, a veces, con líricas denigrantes y estereotipadas relativas a la vida de las clases sociales marginadas, sobre todo las comunidades afrodescendientes e indígenas latinoamericanas.
A pesar de haber llegado a América Latina algo tergiversados y marcados por su carácter sexista, machista y promotor de violencia y de uso de drogas, el rap y el hip originales siguen vivos y su poder de comunicación en muchos casos se regenera en formas más autóctonas.
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