Un gran abrazo latinoamericano
Radicado hace 34 años en Costa Rica, donde se exilió en 1977, Goizueta vino a mostrar su último disco, en el que se reúne con Luis Enrique Mejía Godoy, Luis Eduardo Aute, Luis Salinas, Jairo, Víctor Heredia y Marcelo Boccanera, entre otros.
Por Cristian Vitale
Vuelo complicado. Adrián Goizueta partió tranquilo de Costa Rica pero, cuando llegó a Buenos Aires, se encontró con que su guitarra no estaba con él. Una “estación de trabajo” –así la define– con un sistema midi que dispara sintetizadores de cuerdas y flautas, y que resulta inevitable para exponer sus músicas. “Fue terrible el dolor de cabeza, porque me hubiese sido imposible hacer lo que vine a hacer”, dice él. Al final, y luego de varias discusiones con la gente de TACA –la compañía aérea que lo trajo– el instrumento apareció y el inspirado cantautor argentino, radicado hace 34 años en el país caribeño, podrá hacer lo que vino a hacer: mostrar su último disco, Dúos del alma. Será esta noche en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177) y tal vez cuente con algunos de los músicos que lo acompañaron en este trabajo definido como un “gran abrazo latinoamericano”. No Luis Enrique Mejía Godoy o Luis Eduardo Aute, por obvias razones geográficas, pero sí, si es que los horarios cierran, Luis Salinas, Jairo, Víctor Heredia o Marcelo Boccanera, la pata argentina de este abrazo que Goizueta tardó tres años en cerrar. “Se demoró porque la idea para este disco no era hacer una pista, mandarla por Internet y poner una voz arriba. Todos los temas fueron hechos de verdad, mirándonos a los ojos, y fue algo que dejé claro a la Universal: no me interesaba un disco de duetos por conveniencia. De ahí este nombre relacionado con la amistad y el compromiso”, explica.
Dúos del alma consta de 18 canciones –todas compuestas por Goizueta– enmarcadas por un eje estético que él traduce como “música popular elaborada”, y adobada por figuras con las que el cantautor fue trabando relación tras más de 30 años de hacer musical. “Se fue dando todo de una manera muy espontánea, porque la gente que participa lo hace por voluntad propia. Incluso, casi todos ellos han elegido los temas que cantan: Aute, por ejemplo, optó por la poesía que le musicalicé a Mario Benedetti (“Un día”), y con Jairo sucedió el dueto cuando me invitó a cantar “Buen día” con él durante una presentación en Costa Rica. Al otro día nos metimos a grabarla en el estudio, y la cantó como si la hubiese cantado toda la vida. Creo que es un disco bien particular, porque escapa al concepto comercial típico de los sellos que tiene que ver con asociar distintos artistas y sumarlos para determinar cosas medio monstruosas”, arriesga.
–¿Casos?
–No sé... cuando veo a Enrique Iglesias con Sting me quiero morir (risas). Yo creo que aquí todos compartimos una visión acerca de las cosas: la esperanza, las utopías, las ganas... en fin.
–Entre las historias previas a cada canción que narra en la lámina interna del disco, resulta sugestiva la forma en que Luis Salinas lo “presionó” para participar en el trabajo.
–Típico de Luis: cuando él llama nunca dice ¡hola! (Risas.) Yo estaba en Costa Rica, cuando me llamó y me dijo: “¿Y por qué yo no estoy en este disco, si están todos mis amigos y vos también sos amigo?”. Yo, claro, le pregunté quién era y ahí me reveló su identidad. “¿Sos Luis Salinas? Bueno, vas a estar”.
–Sorprende que no esté Silvio Rodríguez, teniendo en cuenta que, entre otras cosas, fue él quien le presentó a Aute...
–Sí. Con Silvio hemos hecho muchas cosas juntos como El pueblo vencerá, la película para El Salvador. Pero en este caso no se dio el encuentro porque coincidió con una época en la que Silvio estaba un tanto alejado de la producción musical. No me pareció prudente molestarlo.
Goizueta tuvo que irse del país en 1977, a los 21 años. “O me iba o me iban”, sintetiza. La causa no es difícil de adivinar: más allá de haber estudiado armonía con Sebastián Piana, o sido parte del grupo de rock-beat “de segunda línea” llamado Aspirina, militaba en el Peronismo de Base y era presa segura del terrorismo de Estado. Una vez instalado en Costa Rica –destino elegido al azar–, se metió en el Conservatorio, dictó clases de armonía e instrumentación en la Universidad Nacional de ese país, armó el grupo Experimental, fue parte de Abril en Managua, editó más de 20 discos y fue trabando amistad con muchos de los músicos que participan en Dúos del alma. “Somos una especie de luchadores dentro de un contexto cultural en el que prima una especie de penetración discográfica poco deseada. En Costa Rica, por ejemplo, sufrimos muy de cerca las imposiciones permanentes de Televisa y todo ese concepto de éxito que viene armado para que las compañías discográficas sí o sí impongan en los medios a Shakira o Iglesias. Aunque me duela decirlo, vi que esto también pasa en Cuba... es difícil que pongan un tema de Silvio en una radio de La Habana”.
–Qué paradoja, el cantor de la revolución...
–Paradójico, sí. Me ha tocado viajar a Cuba y preguntarme ¿dónde está Pablo?, ¿dónde está Silvio, ¿qué pasó? Incluso hay una camada de músicos nuevos extraordinarios que tampoco tienen espacio. Yo creo que hay un concepto mal manejado de lo que significa masificar un medio de comunicación. Igual, nosotros vamos escapando a eso y seguimos vivos, seguimos haciendo cosas por la memoria y la libertad en América latina.
Radicado hace 34 años en Costa Rica, donde se exilió en 1977, Goizueta vino a mostrar su último disco, en el que se reúne con Luis Enrique Mejía Godoy, Luis Eduardo Aute, Luis Salinas, Jairo, Víctor Heredia y Marcelo Boccanera, entre otros.
Por Cristian Vitale
Vuelo complicado. Adrián Goizueta partió tranquilo de Costa Rica pero, cuando llegó a Buenos Aires, se encontró con que su guitarra no estaba con él. Una “estación de trabajo” –así la define– con un sistema midi que dispara sintetizadores de cuerdas y flautas, y que resulta inevitable para exponer sus músicas. “Fue terrible el dolor de cabeza, porque me hubiese sido imposible hacer lo que vine a hacer”, dice él. Al final, y luego de varias discusiones con la gente de TACA –la compañía aérea que lo trajo– el instrumento apareció y el inspirado cantautor argentino, radicado hace 34 años en el país caribeño, podrá hacer lo que vino a hacer: mostrar su último disco, Dúos del alma. Será esta noche en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177) y tal vez cuente con algunos de los músicos que lo acompañaron en este trabajo definido como un “gran abrazo latinoamericano”. No Luis Enrique Mejía Godoy o Luis Eduardo Aute, por obvias razones geográficas, pero sí, si es que los horarios cierran, Luis Salinas, Jairo, Víctor Heredia o Marcelo Boccanera, la pata argentina de este abrazo que Goizueta tardó tres años en cerrar. “Se demoró porque la idea para este disco no era hacer una pista, mandarla por Internet y poner una voz arriba. Todos los temas fueron hechos de verdad, mirándonos a los ojos, y fue algo que dejé claro a la Universal: no me interesaba un disco de duetos por conveniencia. De ahí este nombre relacionado con la amistad y el compromiso”, explica.
Dúos del alma consta de 18 canciones –todas compuestas por Goizueta– enmarcadas por un eje estético que él traduce como “música popular elaborada”, y adobada por figuras con las que el cantautor fue trabando relación tras más de 30 años de hacer musical. “Se fue dando todo de una manera muy espontánea, porque la gente que participa lo hace por voluntad propia. Incluso, casi todos ellos han elegido los temas que cantan: Aute, por ejemplo, optó por la poesía que le musicalicé a Mario Benedetti (“Un día”), y con Jairo sucedió el dueto cuando me invitó a cantar “Buen día” con él durante una presentación en Costa Rica. Al otro día nos metimos a grabarla en el estudio, y la cantó como si la hubiese cantado toda la vida. Creo que es un disco bien particular, porque escapa al concepto comercial típico de los sellos que tiene que ver con asociar distintos artistas y sumarlos para determinar cosas medio monstruosas”, arriesga.
–¿Casos?
–No sé... cuando veo a Enrique Iglesias con Sting me quiero morir (risas). Yo creo que aquí todos compartimos una visión acerca de las cosas: la esperanza, las utopías, las ganas... en fin.
–Entre las historias previas a cada canción que narra en la lámina interna del disco, resulta sugestiva la forma en que Luis Salinas lo “presionó” para participar en el trabajo.
–Típico de Luis: cuando él llama nunca dice ¡hola! (Risas.) Yo estaba en Costa Rica, cuando me llamó y me dijo: “¿Y por qué yo no estoy en este disco, si están todos mis amigos y vos también sos amigo?”. Yo, claro, le pregunté quién era y ahí me reveló su identidad. “¿Sos Luis Salinas? Bueno, vas a estar”.
–Sorprende que no esté Silvio Rodríguez, teniendo en cuenta que, entre otras cosas, fue él quien le presentó a Aute...
–Sí. Con Silvio hemos hecho muchas cosas juntos como El pueblo vencerá, la película para El Salvador. Pero en este caso no se dio el encuentro porque coincidió con una época en la que Silvio estaba un tanto alejado de la producción musical. No me pareció prudente molestarlo.
Goizueta tuvo que irse del país en 1977, a los 21 años. “O me iba o me iban”, sintetiza. La causa no es difícil de adivinar: más allá de haber estudiado armonía con Sebastián Piana, o sido parte del grupo de rock-beat “de segunda línea” llamado Aspirina, militaba en el Peronismo de Base y era presa segura del terrorismo de Estado. Una vez instalado en Costa Rica –destino elegido al azar–, se metió en el Conservatorio, dictó clases de armonía e instrumentación en la Universidad Nacional de ese país, armó el grupo Experimental, fue parte de Abril en Managua, editó más de 20 discos y fue trabando amistad con muchos de los músicos que participan en Dúos del alma. “Somos una especie de luchadores dentro de un contexto cultural en el que prima una especie de penetración discográfica poco deseada. En Costa Rica, por ejemplo, sufrimos muy de cerca las imposiciones permanentes de Televisa y todo ese concepto de éxito que viene armado para que las compañías discográficas sí o sí impongan en los medios a Shakira o Iglesias. Aunque me duela decirlo, vi que esto también pasa en Cuba... es difícil que pongan un tema de Silvio en una radio de La Habana”.
–Qué paradoja, el cantor de la revolución...
–Paradójico, sí. Me ha tocado viajar a Cuba y preguntarme ¿dónde está Pablo?, ¿dónde está Silvio, ¿qué pasó? Incluso hay una camada de músicos nuevos extraordinarios que tampoco tienen espacio. Yo creo que hay un concepto mal manejado de lo que significa masificar un medio de comunicación. Igual, nosotros vamos escapando a eso y seguimos vivos, seguimos haciendo cosas por la memoria y la libertad en América latina.
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