Amaury. Muy buenas noches estamos en Con 2 que se quieran. Ahora aquí en 5ª Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.
Hoy nos acompaña, me da muchísima alegría que ella esté aquí porque siempre la he admirado, siempre la he venerado, de hecho me parece una mujer, además, hermosísima y eso siempre incita a buenas preguntas. Está con nosotros, la gran pianista, la gran cantante y la extraordinaria directora de coros, directora del Coro Nacional de Cuba, y de Entre voces -eso lo hablaremos en el camino- mi amiga, tengo que decirlo así, la profesora, la maestra, Digna Guerra.
Digna. Mi amor.
Amaury. ¡Mi vida, qué linda has venido!
Digna. ¡Qué honor, qué honor!
Amaury Has venido tan bonita. Estás tan bonita vestida, yo espero que la televisión pueda ser capaz de retratar la belleza de Digna, su elegancia, además, que ha venido divinamente.
Yo quiero empezar, porque tú eres una persona de respuestas agudas, de una inteligencia importante, señera; preguntándote: ¿qué es un coro?, o sea, ¿es un grupo armonioso, una compañía armoniosa, de voces angelicales o un grupo de solistas frustrados?
Digna. Pues chico, es lo primero, es lo primero. Yo creo que es un grupo de ángeles que la vida los ha reunido en una ocasión de su etapa para cantar juntos, porque en realidad, lo que se busca cuando uno canta en conjunto es tratar de elevar el espíritu, tratar de angelicar un poco el resultado de lo que sale del alma. Porque yo digo que la música, la voz, el canto no viene de la boca, viene del alma. Y para eso hay que hacer un trabajo también muy específico con ese grupo de personas. Inclusive pienso que la segunda parte de la pregunta…, o sea, es posible que haya un grupo de personas que se reúna porque se sienten frustrados por ene razón en la vida, o quizás, no sé…
Amaury. …O no se atrevieron… me da miedo ser solista y entonces me meto en un coro y ahí me escondo.
Digna. Exactamente. Pero aún así, yo creo que la labor del director es tan importante…, de llevar al rango angelical a cualquiera de los dos grupos.
Amaury. Hay muchísima gente, muchísimos cantantes solistas, pienso ahora mismo en Miriam Ramos, por ejemplo, una cantante extraodinaria, que tuvo una formación en el Coro.
Digna. Estuvo en el Coro Nacional. Fue miembro del Coro Nacional.
Amaury. Ella lo ha dicho, miembro del Coro Nacional. Pero por ejemplo, está el caso tuyo, que tú tienes una voz tremenda, entonces mi pregunta es: ¿Por qué tú no fuiste solista?
Digna. Pues fíjate, yo creo que fue coyuntural. Yo empecé en la música en el piano, ¿verdad?, y de pronto se abrió la Escuela Coral de La Habana, en el Conservatorio Municipal de La Habana. Me presenté, me hicieron la prueba, entré al Conservatorio y me puse a estudiar Dirección Coral. Siempre, toda la vida me ha gustado cantar, pero sin embargo, me fue halando y me fue ganando la situación de la dirección coral, y me quedé ahí. Entonces, qué hecho muchas veces, en algunos solos en el coro, los mismos cantantes me decían: Cántelo usted, maestra. Cántelo usted y me metía y cantaba, así, ran, ran. Pero me gusta mucho cantar, me gusta mucho cantar.
Amaury. Y además, lo haces muy bien. No es solo que te guste mucho cantar. Hay mucha gente que le gusta cantar, a mí me encanta cantar, pero no lo hago bien.
Digna. ¡Ay!, pero yo te admiro muchísimo, tengo que hacer ese paréntesis ahí, porque de verdad que donde pones el ojo pones la bala, y eso es importantísimo.
Amaury. Bueno, gracias. A ver, Digna, ¿dónde tú naciste?
Digna. Yo nací en La Habana, aquí en La Habana, en Centro Habana, un barrio bien humilde, cerquita del Ameijeiras, donde estaba antes la Beneficencia. Soy hija de padres también muy humildes, un albañil y una ama de casa. Y de verdad que lucharon muchísimo los dos para encaminarnos. Nosotros éramos tres hermanos, ya mi hermano mayor falleció. Y luchó mucho mi mamá que era la que estaba también al pie del cañón conmigo. Me metía aquí, allá, porque vieron las condiciones que tenía también desde bien pequeñita, desde los cuatro años.
Amaury. ¿Cómo tú te das cuenta que la música te llama más la atención que los juguetes, que los juegos?
Digna. Increíble, increíble. Estaba en el Kinder, en una escuela pública que está…
Amaury. ¿En el Kinder, que tenía tres años?
Digna. Si, sí, sí. En el Kinder había un piano y entonces la maestra decía: “Pero Digna, vaya a jugar con los niños a la hora del recreo”, y yo no quería jugar, yo lo que quería era tocar el piano del Kinder mientras los niños estaban en su juego. La maestra se dio cuenta de que yo tocaba la melodía de los cantos que nos enseñaban en el Kinder, y que le ponía la armonía debajo. Entonces, bueno, se sorprendió y mandó a buscar a mi mamá. Señora, ¿usted no se ha dado cuenta que la niña toca el piano?, pero no es con el dedo, no es que hace la melodía con el dedo como se hace usualmente, sino que toca, pero pone debajo lo que va.
Amaury. Tú tocabas aquellas canciones, las marchas de las letras, todas aquellas canciones.
Digna. Todas las cancioncitas del Kinder. Entonces, bueno, me trajeron los Reyes Magos un pianito de juguete. Te puedes imaginar que mi papá nunca me podía haber comprado un piano. Pero te voy a hacer la historia del piano. Llegué a tener un piano de verdad. Resulta que en aquella época había un programa en la televisión que se llamaba Tertulia, que lo animaba, lo dirigía Diego Tendedera, pero Diego Tendedera estaba postulado para Concejal, entonces, en toda esa etapa, mi mamá me pone en una escuela vocacional de música, que había al doblar de la casa. Y estando un día en la esquina de la escuelita, en un cafetería, yo estaba conversando con otras muchachitas que estaban allí en la escuela. Y les decía: pero imagínate, yo no voy a poder seguir estudiando porque yo no tengo piano para estudiar. Y había un señor allí sentado que me dice de pronto: mira, hay un señor aquí, y me hace toda la historia, que se llama Diego Tendedera, etc., etc. y ¿por qué tú no le escribes?, porque es una persona muy humana, ha ayudado a mucha gente, qué sé yo, y me da una hoja de papel y yo le escribo: Señor Tendedera, yo soy una niña así, asao, le mando mi cartica. No tengo piano, no tengo como estudiar y el piano es mi ilusión, no sé qué, y bueno, pasa aquello, le di la carta al señor. Pasan los días y los días. Yo vivía en un solar, ese programa empezaba a las diez de la noche. Y da la casualidad que la vecina, de pronto se oye un escándalo y viene y toca en la puerta y dice: ¡Raquel! -Raquel se llamaba mi mamá- ¡Raquel, despiértate que tú hija se ganó un piano!
Amaury. ¿Por la televisión?
Digna. En la televisión.
Amaury. ¡El señor Tendedera te regaló un piano en televisión!
Digna. Sí, y entonces, bueno, finalmente fueron y compraron un piano. Entonces el acontecimiento fue la llegada del piano al solar, todo un acontecimiento histórico.
Amaury. ¿Y a qué hora tú estudiabas entonces el piano? Porque los vecinos, en un solar… Mi papá vivió en el solar de Aguiar, o sea, que yo conozco bien la vida de los solares.
Digna. Yo estudiaba enseguida que llegaba de la escuela. Me quitaba toda la ropa y era, piano, piano, piano, piano, piano, pero así, era el día entero, el día entero. Entonces a mi papá yo le decía; ay, papá, oí una canción que se llama, Ahí viene el chivo, de Lecuona. Ahí iba mi papá a una casa de música que estaba en San Rafael, al lado del Ten Cent de Galiano, no recuerdo cómo se llamaba la casa de música donde vendían partituras, vendían instrumentos, etc. Y allá iba, me compraba mi partitura, me la traía, porque además, leía muchísimo también. No sé cuál fue mi misterio, pero yo leía, me comía las partituras a primera vista, de una manera muy rápida.
Amaury. ¿Cuál es el misterio de la lectura a primera vista? Para explicarles a los televidentes que los músicos que tienen la habilidad de leer la música, leer las notas musicales, como cualquier persona, buen lector, puede leer el periódico.
Digna. El periódico, sí, es práctica, supuestamente tú debes saber solfear.
Amaury. Sí.
Digna. Pero todo está en la práctica que tú realices diariamente. A mí, no solamente que yo fui alumna de Aida Texeiro, una fabulosa maestra de solfeo.
Amaury. ¡Una maestra legendaria!.
Digna. Maestra legendaria. Y el sistema que había en el Conservatorio de La Habana que era de cuatro años de solfeo. Y en cuatro años toda mi generación aprendió a solfear y son tremendos solfistas esa generación, ¿entiendes?, sencillamente, esa fue una etapa muy buena, y toda mi generación aprendió a solfear muy bien.
Amaury. Sí, pero es como una memoria fotográfica, porque, por ejemplo…
Digna. También.
Amaury. …yo aprendí a solfear; tú me das un papel y yo tengo que mirar la clave y empezar despacito. Y hay gente, sin embargo, los músicos que graban habitualmente conmigo, Rolando Luna, Rodney Barreto, a toda esa gente que le ponen el papel delante…
Digna. …¡Y lo tocan!.
Amaury. ¡Y ya están tocando!.
Digna. Es una práctica, es una práctica visual. Yo toqué cuatro años en la Orquesta Sinfónica de La Habana, o sea, la práctica de atril te da una vista muy rápida, te da una vista tremenda, y esto me sirvió muchísimo. Ya yo solfeaba muchísimo cuando llegué a la Sinfónica y, sin embargo, esos cuatro años allí, delante de ese atril, mirando, mirando, resolviendo, me sirvió y me impulsó muchísimo más. Me dio mucha más práctica y más vista. Por eso se llama, lectura a primera vista.
Amaury. A primera vista. O sea, que tú ves el papel y ya, zas, te lo comiste y lo resolviste, ¿no?
Tú sabes que cuando tú me hablabas… Yo siempre te he considerado una mujer muy alegre, es la Digna que yo conozco, si hay otra oculta, no me tocó. A mí me tocó siempre una mujer positiva y alegre. ¿Tú crees que hay una relación entre la felicidad, la alegría y la precariedad?
Digna. Yo creo que hay una relación. Yo creo que sí tienen relación porque nosotros éramos gente muy pobre y no solamente nosotros, toda la gente que vivía allí en el solar. Y sin embargo, era gente que vivía con alegría. Quizás nuestros padres con el peso de la vida, eran los que tenían más preocupaciones y demás, pero así y todo, no son las preocupaciones de hoy, ni de ayer, inclusive. Son las preocupaciones de antes de antier. Que la gente vivía muy conforme con lo que tenía, o sea, no estaba esa visión del consumismo, del no sé que…
Amaury. Ambición por acumular cosas, ¿no?
Digna. Por acumular cosas, que además, no se las van a llevar, te vas desnudo, como vienes al mundo. Realmente yo creo que ni el dinero es la felicidad, ni los lujos son la felicidad, nada de eso. Yo particularmente pienso así, quizás, porque vengo de ese mundo, de esa extracción.
Amaury. A mí me decía un día, no sé qué artefacto electrónico me había comprado, y me dice Eusebio Leal, que estaba en la casa: uno va acumulando cosas y objetos, y lentamente los objetos lo van abandonando a uno.
Digna. Así es.
Amaury. A ver, Digna, tú no me has dicho ningún momento todavía, aunque yo puedo adivinarlo, pero yo quiero que tú me lo digas, ¿has sido feliz?
Digna. Yo creo que sí, yo creo que sí. Yo le doy gracias a la vida, de verdad, porque todavía estoy aquí. Cada etapa tiene sus encantos, sus sueños, sus sueños realizados, algunos no realizados, pero siempre hay una puerta, siempre ha habido una puerta, una puerta que se abrió y a pesar de los encontronazos, que siempre son enseñanzas; a pesar de los momentos difíciles, porque he tenido muchos momentos difíciles, a pesar de eso, he tratado, como yo le digo a la gente, que el mes de mayo viva en mi corazón, ¿no?, o sea, trato de que nadie me empañe poniéndome octubre, noviembre, o febrero en mi alma. Yo creo que mayo, el mes de las flores, va a estar conmigo acompañándome siempre.
Amaury. ¡Qué lindo, qué preciso eso que me has dicho!
Bueno, tú sabes que el otro día me encuentro a una compañera, no voy a situar el hecho, pero estábamos en un cumpleaños, y se me acerca una persona de nuestras empresas artísticas y me dice: Amaury, muy gentilmente, porque ella fue muy bondadosa. Me dice: yo quisiera que usted invitara -ya tú estabas invitada al programa- pero me dice; yo quisiera que usted invitara a la maestra. Entonces yo le digo: ya está invitada, pero ¿por qué especialmente? Y me dice lo siguiente: ella va a cumplir -era el momento en que estaba cumpliendo el Coro Nacional 50 años- y ella ha estado al frente del Coro por 35 años. Entonces yo digo: Bueno, ¿y esos son los motivos por los que yo debía invitar a la maestra?, es decir, por los aniversarios cerrados.
¿Qué tú piensas de ese asunto que hemos abrazado eso de una manera paranoica? Los aniversarios cerrados. Porque a mí me da, yo festejaría con la misma alegría tus 65 que tus 66, que tus 67, aunque no sean aniversarios cerrados. ¿Qué tú piensas de los aniversarios cerrados?
Digna. Yo creo que es un problema económico, ¿tú sabes?, que los aniversarios cerrados están ligados a la situación económica general.
Amaury. Sí, ¿verdad?, por la cosa del quinquenio, ¿no?
Digna. Yo creo que sí, yo creo que sí, porque tanto valor tienen los 65, como los 63 o los 67.
Amaury. ¿Cuándo es que tú llegas a Alemania?
Digna. ¿Cuándo llego? llego en el año 72.
Amaury. ¿A qué ciudad de Alemania?
Digna. A Berlín, yo estuve en Berlín. Estudié en Berlín. Fue una experiencia muy importante. Yo llegué allí y me convalidaron casi todas las asignaturas. Pero dentro de la dirección, dentro del currículum de asignaturas, está el piano complementario, entonces cuando me toca hacer la prueba de piano complementario, me dicen: pero usted no puede hacer piano complementario.
Amaury. Piano complementario, para explicarle a los televidentes, qué cosa es exactamente.
Digna. Es un complemento, aquí también se da piano complementario. El piano complementario, es que el que estudia flauta, tiene que estudiar piano complementario, el de violín tiene que hacerlo también.
Amaury. Sí, porque se da el caso, por ejemplo, de Gonzalo Ruvalcaba que estudió percusión, y el piano complementario se convirtió en EL PIANO.
Digna. Bueno, pues a mí me pasó eso en Alemania.
Amaury. ¡Ah!, ya, ahí está.
Digna. O sea, el tribunal aquel me decía: no, pero es que usted toca demasiado, usted no puede hacer piano complementario porque es una cosa añadida. No, usted tiene que hacer piano básico. Y entonces digo: ah, perfecto, si yo vine aquí a estudiar, e hice dos diplomas estatales, me gradué de las dos especialidades en nivel superior allí en el Conservatorio de Berlín, de Dirección Coral y de Piano. De los dos. Estudié como una fiera, mañana tarde y noche, tenía permiso de la policía hasta las diez de la noche para estudiar en mi casa, para no molestar a los vecinos, pero desde que me levantaba era teclas.
Amaury. Pero fíjate que es la segunda renuncia. Primero, renunciaste a ser solista.
Digna. Sí.
Amaury. Y después renunciaste a ser pianista concertista.
Digna. Exactamente, exactamente, y me quedé con el Coro, el Coro me ha dado, me ha aportado mucho del conocimiento humano. Trabajar con un conglomerado de personas te enseña mucho y aprendes, aprendes a ver un poquito más allá.
Amaury. Sí, porque hay que ser psicólogo también para trabajar con grupos de personas.
Digna. Tienes que tener psicología de masas para poder guiar a toda una serie de gente y tratar de unificarles el pensamiento, que eso no es fácil, no es fácil.
Amaury. Ahora, tú regresas de Alemania y a dónde tú vuelves cuando llegas aquí. Cuando llegas, ya me gradué, tengo dos diplomas maravillosos: ¿Qué hago con esto, para dónde voy?
Digna. Bueno, en esa etapa inicial me pusieron de asesora en las Escuelas de Arte, para revisar los programas docentes e inmediatamente se empieza a gestar el Instituto Superior de Arte, y se hace un Consejo Científico Metodológico y me llaman para que yo integre el Consejo Científico Metodológico, que era el que iba a preparar los planes y programas de estudio para fundar el Instituto.
Y el Instituto se funda en 1976, o sea, que todo el año 75 yo estuve trabajando en planes y programas para la creación del Instituto, la fundación del Instituto Superior de Arte.
Amaury. Y en qué momento, porque tu esposo, del que hablaremos después, Benjamín, el doctor Benjamín, tan querido y una persona tan buena. Cuando estábamos haciendo la investigación para tu programa, yo no quería venir a improvisar, a tirar piedras, me dice: pregúntale, que ella fue percusionista en la Orquesta Sinfónica. ¿En qué época fue eso?
Digna. Bueno, cuando era estudiante del Conservatorio de La Habana.
Amaury. Yo dije: ¿cómo percusionista?, pero ¿qué tocabas, tímpani?
Digna. Sí, de todo, menos el tímpani, todo lo demás.
Amaury. No te imagino tan delgadita.
Digna. Pues sí.
Amaury. Tocando el gong.
Amaury. ¿Alguna vez lo pudiste hacer?
Digna. Sí, sí, pasé por todos los instrumentos de percusión en la Orquesta.
Amaury. ¿Tú sabes que uno de los sueños de mi vida, como esto es una conversación, sirve también para confesarse uno, fue algún día terminar una obra sinfónica grande y hacer así: shssss. (Amaury hace gesto como de cerrar los platillos de orquesta sinónica)
Digna. Tocar los platillos.
Amaury. Tocar los platillos esos inmensos, y hacer, shsss. Saber que yo termino algo.
Digna. Pero lo peor de los platillos, no es darles, sino cuando los tienes que apagar que te los tienes que pegar al cuerpo.
Amaury. Ya ese es un sueño muy poco cumplible. Ahora, yo quiero que tú me hables de tus amores. Porque tú tienes que haber sido una mujer muy enamorada porque eres muy bonita y debes haber tenido muchos enamorados, muchos pretendientes. ¿Tuviste muchos pretendientes?
Digna. Sí.
Amaury. No te da ninguna pena decir sí.
Digna. No, para nada, para nada. Soy una mujer, y sí, gente, muy…, que se enamoraron de mi, sí, que me han amado a lo largo de mi existencia, hasta que apareció mi esposo.
Amaury. Hablemos entonces de él, ¿cuándo aparece Benjamín?
Digna. Benjamín aparece en Nicaragua, en una gira que hizo el Coro Nacional, que estuvimos por allá cantando en plena guerra. Además, eso fue muy importante. En plena guerra fuimos a Nicaragua. Inclusive hay una anécdota simpática y dramática a la vez. Estábamos cantando en un teatro y de pronto se apaga la luz y dijeron: ¡al suelo! Todo el coro en el piso y seguimos cantando desde el piso, a oscuras.
Amaury. ¡No lo puedo creer!
Digna. ¡A oscuras! Bueno, eso fue en Managua, pero uno de los lugares que fuimos a visitar en aquella ocasión fue Matagalpa, que era donde estaba la misión médica y fue muy emocionante, muy emocionante, porque la misión médica era inmensa también. Había cientos de médicos cubanos allí. Y después del concierto nos reunimos allí con la misión, con muchos de los médicos que se nos acercaron con el jefe de la misión médica, y nos invitaron a la casa de los médicos. Y fue ahí entonces que conozco a Benjamín en el trayecto, en el ómnibus; la miradita, el guiño, etc.
Amaury. ¿Tú estabas sola, en ese momento?, no estabas con nadie.
Digna. Estaba sola y me llamó mucho la atención su timbre, el color de la voz y qué sé yo. Y bueno, ya pasó eso, nos vimos, ran, ran, regresé. Y yo recuerdo que cada vez que llegaba del trabajo mi mamá me entregaba todos los días cuatro y cinco cartas.
Amaury. ¡Qué bárbaro!
Digna. Sí, sí, yo no sé cómo hacía.
Amaury. ¡Qué romance!
Digna. Precioso. Y me decía, no hagas nada, espérame, déjame competir.
Amaury. ¿Verdad? ¡Que bárbaro!, no me imagino al doctor Benjamín en eso.
Digna. Ah, sí, imagínatelo, y lo pongo aquí en pública subasta. Y bueno, así empezamos ya, ran, ran y ya vino y al año ya nos casamos.
Amaury. ¿Y él, de alguna manera trabaja contigo, de alguna forma te ayuda?
Digna. Sí, sí, sí, bueno, pues 30 de los 35 años del Coro Nacional, él ha estado ahí pie a pie conmigo. En sus labores como médico y también ayudándome y representándome, y prácticamente siendo el apoyo que he tenido en todos estos años.
Amaury. ¿Tú crees que es útil?, porque a veces funciona y a veces no. ¿Que es útil que la pareja de uno trabaje con uno?
Digna. Depende.
Amaury. Depende, ¿verdad?
Digna. Yo creo que no siempre, pero yo creo que sí, en mi caso sí, puede servirte mucho ese apoyo tan necesario en tus labores de trabajo.
Amaury. Porque hay veces que yo veo que chocan los intereses matrimoniales con los intereses laborales.
Digna. Sí, sí.
Amaury. De alguna manera, a veces es demasiado la juntadera.
Digna. Demasiado junta, junta.
Amaury. A ver. Cuando yo te conocí, puedo decir que la primera vez que yo te vi, puede haber sido en el año 74, creo que fue en los estudios del ICAIC. Nos presentó Frank Fernández, y yo siempre he visto que hay una amistad muy bonita entre Frank, Guido López Gavilán, el maestro, y, bueno, y nuestra querida Teresita…
Digna. …Teresita Junco…
Amaury. …Nunca olvidada, una sonrisa que iluminaba donde quiera que llegaba Teresita. La gran profesora, a la que muchísimos pianistas, le deben…
Digna. …Muchísimo…
Amaury. …Muchísimo, muchísimo más de lo que se lo reconocen.
Digna. Así es.
Amaury. Le deben su carrera. ¿Cómo es la amistad de ustedes cuando se conocen? Porque ese grupo a mí siempre me ha agradado. Es un cuarteto fantástico.
Digna. ¡Qué lindo!, ¿eh?. Bueno, éramos y seguimos siendo cuatro hermanos. Nos conocimos en el Conservatorio, precisamente, de pequeños. La mamá de Teresita estaba allí sentada en el banco con mi mamá, esperando que saliéramos de las clases y todo eso, ¿no?.
Amaury. ¡Qué bárbaro!
Digna. Después se incorporó Frank, que vino desde Mayarí a estudiar y demás. Y así empezó la amistad. Tú sabes, la gente se va agrupando por afinidades y a los cuatro nos matricularon en la escuela coral. O sea, Frank, estudió dirección coral. Guido, dirección coral. Teresita, y bueno, yo también.
Los cuatro cantábamos juntos y éramos cuatro bohemios que salíamos del Conservatorio a las 11 de la noche y nos íbamos al muro del Malecón a sentarnos en el Malecón a cantar, ¡ay! fue una época divina, divina. Nosotros, por ejemplo, salíamos cantando algo, algún arreglo nuevo del Conservatorio, nos íbamos a la parada de la guagua, que estaba ahí mismo pegada, estábamos cantando a cuatro voces, no habíamos terminado de cantar y venía la guagua, nos subíamos cantando, porque como no se había acabado la canción, y ahí, de pie, en la guagua, seguíamos cantando y de pronto empezamos a notar que en la guagua hacían silencio, silencio.
Amaury. Sí, había subido un cuarteto, música, música en el autobús.
Digna. Allí mismo. Terminábamos de cantar y toda la guagua aplaudía. No, pero qué lindo, qué lindo.
Amaury. ¡Qué bonita época!
Digna. Y nos metíamos en todos los night clubs. Estábamos siempre donde estaba Portillo. Otros días íbamos al Pico Blanco, a escuchar cantar a no sé quién, así. Estábamos en esa bobería, pero fue muy lindo, muy lindo. Fue una etapa preciosa, y así, bueno…
Amaury. Eso que tú le llamas bobería, ha dado…, dio cuatro puntales de nuestra música.
¿Por qué los coros, Digna, no se pasan por la radio?, incluso, cuando por ejemplo, en tu caso, y en el del Coro Entre Voces, que también diriges cantan música popular. ¿Por qué tú crees que no, que la gente dice: eso es Coro, eso no funciona en la radio?
Digna. Mira, yo no puedo decir que hay desconocimiento, porque a estas alturas no podemos hablar de desconocimiento de los comunicadores, de los que tienen un medio tan potente en sus manos como es la radio, como es la televisión.
Yo creo, yo pienso que son intereses, o gustos personales, porque lamentablemente, a veces, eso se mueve de esa manera, que nadie me puede decir a estas alturas, en el Siglo XXI, que los coros son estáticos, que si es música de iglesias, porque esos criterios que existían antes, ya eso no existe. O sea, los coros se mueven, los coros cantan música popular. Yo misma, yo canto un montón de cosas populares, Pastorita tiene guararey, de Formell, Dale como es, de Adalberto Álvarez, lo que sea ¿entiendes?
Amaury. Y con arreglos muy potables al oído, como se dice, ¿no?.
Digna. Exactamente, y muy novedosos. O sea, yo creo que hay que equilibrar entre lo que se pone, el reguetón, el no sé qué y también los coros tienen que tener un espacio.
Amaury. Sí, aire para todo el mundo, ¿no?
Digna. Exactamente, porque todo el mundo… hay oídos para todo el mundo. La diversidad nuestra y todos los gustos que tiene la gente. A todo el mundo no le gusta el reguetón, a todo el mundo no le gusta la música antigua, a todo el mundo no le gusta esto o aquello. Bueno, vamos a hacer un abanico donde todo el mundo pueda escoger libremente qué quiere escuchar, pero yo creo que los medios tienen el deber de ofrecer ese abanico de posibilidades.
Amaury. Bueno, esperemos que esto sirva, por lo menos, en el caso de los coros, para que las cosas funcionen de otra manera.
Tú sabes que estamos usando con mucha frecuencia la frase: nuestro movimiento deportivo goza de buena salud, ¿nuestra música sinfónica goza de buena salud?, es como si nadie estuviera enfermo. Todo goza de buena salud, es una frase que se ha hecho tan corriente que se convierte en cursi, ¿no?.
Digna. Claro.
Amaury. ¿Tú crees que el movimiento coral cubano está en un momento de plenitud?
Digna. Yo creo que sí, porque se ha hecho mucho. El Instituto de la Música específicamente, ha creado grupos para el desarrollo de estas líneas de trabajo, hay un programa que se llama Para el Desarrollo de la Música Coral. Y de verdad que eso ha dado resultados. Muchos resultados, porque se ha creado un equipo de trabajo, de directores de coro, que visitan trimestralmente a todos los coros del país donde se le orienta cómo hacer, se les llevan materiales, se les llevan partituras, discografía. Además de todos los encuentros que existen, bueno, los Festivales, el de Santiago…
Amaury. …Los Festivales de Coro.
Digna. El de La Habana, o sea, que hay posibilidades como de encontrarse, de confrontarse, y creo que eso, de verdad, ha dado muchísimos resultados. Y cada vez que tú visitas un coro, tú dices: ¡Bueno!, pero este no es el coro de hace tres, cuatro, ni cinco años atrás. De verdad que la calidad se nota inmediatamente, ha aumentado considerablemente.
Amaury. Y la masividad también.
Digna. Y la masividad.
Amaury. Porque hay muchísimos coros.
Digna. Y la masividad también. De verdad que…
Amaury. Se le ha perdido el miedo a formar parte de un coro.
Digna. Sí, sí.
Amaury. Porque la gente…
Digna. …La gente del coro no es el reducto de anda.
Amaury. Claro.
Digna. Es una especialidad, es una especialidad de primer nivel, antes, por ejemplo, la gente decía: bueno, los estudiantes que fracasan en la trompeta o en el piano se meten en el coro. Eso fue al principio, pero ahora no. Ahora la gente va directamente a estudiar coro, porque es lo que les interesa, es una carrera importante; como el piano, como el violín, como todo lo que está en el campo de la música.
Amaury. Ya, ahora hablemos de tu fascinación por los perros. Porque tienes muchos perros
Digna. Ay, somos perreros en mi casa. Yo tengo 7 perros recogidos en la calle. Bueno, tengo uno extranjero.
Amaury. ¿Tienes uno extranjero?
Digna. Tengo seis cubanos y un…
Amaury. …Ese es un diploperro. (risas)
Digna. Tengo, como yo le digo, el mexicano, que se llama Nano, es un perro adorable que me encontré en México. Yo estuve trabajando allí en Bellas Artes y una mañana veo un perrito así, todo raquítico, con un frío de espanto, yo, bueno, lo llamaba, entonces él estaba medio huidizo, qué sé yo. Le huía a todo lo que le pasaba por el lado. Bueno, pasó y al día siguiente yo, a ver chiquitico, y el perrito me fue cogiendo confianza y se me fue acercando. Y yo dije, ay, este perro, pobrecito. Bueno, al final lo recogí, me lo llevé a un veterinario, le puse las vacunas, lo bañaron, lo pelaron, y en el primer chance que tuve de venir de vacaciones, lo monté en una jaulita y lo traje. Y Aquí está.
Amaury. Y ahí está con sus hermanos cubanos.
Digna. Con sus seis hermanos cubanos. Cada uno tiene su historia. Pero te digo, que somos una gran familia, nosotros somos tres y los siete perros.
Amaury. Yo tengo muchísimos temas más para ti, pero hay un tema que yo creo que es importante, y perdóname que lo trate, pero yo creo que es un tema importante. Tu hija, tu única hija es una muchacha con capacidades especiales, prefiero llamarle de esa manera. Con una historia muy particular. Yo quisiera que tú, en la medida de tus posibilidades la cuentes. Sobre todo porque como ocurrió también en un programa pasado, con Aurora Basnuevo, hay tantas madres necesitadas de escuchar los consejos. Tú has sido una gran madre y ella es una gran hija, yo lo sé, y quisiera que tú hablaras en lo que tu discreción te lo permita, pero sabiendo que estás enviando un mensaje también a tantas madres a lo largo del país y en muchas partes del mundo. Porque este es un programa que se ve en directo en muchas partes del mundo y hay madres que están pasando o que han pasado por situaciones como la tuya.
Digna. Mira, mi hija, bueno, que es mi bendición, siempre fue una niña viva, una niña de un temperamento súper vivo de corre, salta, no sé qué, afinadísima. Yo tengo una grabación de cuando tenía año y pico, dos años y cantaba las canciones que yo le enseñaba, pero con una afinación perfecta, perfecta, musicalísima, era así, un revolico en la casa. Y bueno, la matriculo ya cuando tiene sus 7 años, en Caturla, hizo sus pruebas para estudiar violín y empezó a estudiar violín. Inmediatamente esa niña empezó a tocar, a tocar el violín con una afinación exacta. Pero un día llega de la escuela y viene, porque vacunaron a todos los niños en la escuela. Pero que empiezan a pasar los días, qué sé yo; pasaron dos o tres meses, pero vemos que ella empezó a dejar de correr. Empezó como a relentizarse, a hacerse lenta toda su situación motora. En el habla, le costaba trabajo articular. Entonces ya nos empezamos a alarmar, e inmediatamente salimos a ver qué pasaba. Pero no sabía nadie qué cosa era. Y empecé a caminar La Habana, a andar La Habana, de todas las maneras y de todos los colores, porque yo tenía que saber qué pasaba con mi hija. Y tenía como una desmielinización, se llama.
Amaury. Sí, claro, falta de mielina, ¿no?.
Digna. Sí, entonces bueno, resulta que la vacuna que le pusieron en la escuela, su organismo, hizo un rechazo inmunológico y le produce una ataxia cerebolosa en pleno crecimiento y desarrollo del cerebelo y se le atrofiaron algunas partes del cerebelo. Entonces, lo que le ha quedado es una secuela de ese episodio con un trastorno del equilibrio. Pero yo enseguida tomé cartas, fui a la escuela, la llevaba todos los días, hablé con los maestros, con los directores, con todo el mundo y así terminó, y terminó con tremendas notas su preuniversitario, de verdad, y fue un acto público que hicieron allí. Bueno, y eso, bueno yo.
Amaury. Y es una niña hermosa, además.
Digna. Es bellísima.
Amaury. Es bellísima.
Digna. Es mi vida.
Amaury. ¡Qué bonito, qué bonito! Bueno, ya me empiezo a emocionar. Porque el problema es…, eso es lo malo de no ser un entrevistador profesional, yo me emociono, es la parte mala que tiene esto.
No voy a hablar porque no me va a dar tiempo para ponerlo, de tu terror a las cucarachas. Pero sí quiero hablar de tus gustos porque cuando Benjamín me manda esto, esto yo no lo investigué, esto me lo mandó Benjamín. Yo digo, son gustos muy similares a los míos, me dice; le encanta Frank Sinatra, le encanta Érase una vez en América, la película.
Digna. De toda la vida.
Amaury. Y Los Padrinos. Entonces yo digo: espérate, pero somos almas gemelas. Háblame de eso. ¿Qué te provoca ver una película de gángsters? Siendo tú, además, una mujer tan dulce. ¿Te gustan las películas de gángsters?
Digna. Si me gustan, no sé, no sé. Yo me…, hay un misterio ahí que no lo he podido descifrar. Igual que me gusta mucho el tema del nazismo.
Amaury. ¿Sí?
Digna. ¡Ahhh!
Amaury. Estamos en lo mismo, saber qué pasa, cómo fue. Las películas de esa época…
Digna. Exactamente ¿cómo fue?, y yo no sé, hay algo, yo encuentro algo ahí que…
Amaury. Tenemos que intercambiar películas y libros, tenemos que intercambiar. Yo quisiera terminar con el incidente tan hermoso de Michael Legrand, cuando tú…
Digna. ¡Ay, qué lindo!
Amaury. Porque él dijo unas palabras sobre ti, que yo soy incapaz de repetir, las dijo él, uno de los grandes, grandes. ¿Cómo fue?
Digna. Mira, bueno, en el Festival de Cine, uno de los Festivales, de las ediciones del Festival de Cine Latinoamericano, se iba a hacer el Concierto Oratorio sobre los textos de los derechos del hombre, ¿no?. Y la música toda era de Michael Legrand, era para un gran coro, solistas y dos pianos. Uno de los pianos era él y otro pianista fabuloso que trajo también. Pero la obra es un dulce, un dulce, así, de un disfrute total. Y bueno, a mí me dieron la tarea, reuní 150 voces para el coro.
Amaury. Zenaida hacía la dirección.
Digna. Zenaida la dirección…
Amaury. …La dirección orquestal.
Digna. Y estuve trabajando como una hormiga, mañana, tarde y noche, porque era en francés, además. Y de verdad que fue extraordinario. Cuando él llegó y escuchó, de verdad, lo que había hecho con el coro, se quedó así, pero pasmado y dijo. Esta mujer es un gigante, frente el coro, ¿no?.
Y lamenté mucho que no pude disfrutar casi, después lo que pasó, el incidente que pasa después de eso, empaña toda la belleza y la magnificencia de la obra.
Cuando ya termina todo, que se estrenó en el Carlos Marx, yo pregunto si había algo, algún brindis, porque bueno, me extrañaba que no hubiera algo, ¿no?, después de un éxito de esa envergadura.
Amaury. Normalmente, hay.
Digna. Normalmente hay, y me dicen: no, no, no hay nada, no hay nada. Dije: ah, bueno, me voy para mi casa. Y eran como las dos de la mañana y tocan a la puerta de mi casa, abre mi esposo la puerta, es un militar que le dice: ¿Aquí vive Digna Guerra?, sí, sí, no sé cuánto, me levantó y fui a la puerta. Mire, yo vengo de parte del Comandante.
Amaury. ¿Del Comandante en Jefe?
Digna. Del Comandante en Jefe, de parte de Fidel, porque le extrañó que usted no estuviera en el brindis que hay ahora en el Consejo de Estado. Ah, me quedé así. Entonces aquello fue tremendo porque dicen que llegó allí y dijo: ¿Y dónde está Digna Guerra? Lo primero que preguntó fue: ¿Dónde está Digna Guerra? ¿La discriminaron? No se me va a olvidar nunca esa frase.
Bueno, me vestí. Fui para allá, y lamentablemente los que tenían que haberme informado, que si sabían lo que iba a haber no me informaron, pero bueno, yo, no sé, ya yo cumplí mi parte, no se trataba de estar allí ni nada, pero que también me merecía estar, pero bueno, hubo quienes entendieron que no y no fui.
Y sin embargo, me mandó a buscar Fidel, que le agradezco mucho ese gesto.
Amaury. Yo creo que es una manera hermosísima de terminar un programa, un programa que empezó en un solar en Centro Habana, que pasó por Berlín, que pasó por Bellas Artes, en México, y que terminó con las palabras que conforman un nombre, que para ti, y para mí es sagrado terminar un programa es una manera también de decir, ¡qué bueno, Fidel!
Digna. ¡Gracias, Fidel!
Amaury. Y gracias a ti. Te quiero mucho, mucho, mi amor. Muchas gracias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario