viernes, abril 15, 2011

“El amor y el temor son los principios de la regulación divina de la conducta” (Primera parte)


relatividad-circular


Entrevista con el santero Remberto

R.M.L.G.: ¿Ha pensado usted alguna vez en la religión como tal, es decir, con independencia de una u otra forma concreta de existencia o manifestación?

Remberto: Uhm…, me estás llevando a tu terreno, el terreno de la Filosofía.

R.M.L.G.: No le estoy pidiendo que se ponga a teorizar. Apenas quisiera conocer su percepción general sobre el asunto.

Remberto: Eso es otra cosa: mi percepción del asunto.

R.M.L.G.: Su punto de vista. ¿Cómo Usted valora eso que llaman “fenómeno religioso”?

Remberto: Yo considero que una persona que tiene un arraigo religioso, o una fe, ya sea en este tipo de religión o en cualquier otra, encuentra en ella un punto de afianzamiento, un apoyo para enfrentar el mundo, la posibilidad de resolver una parte de los problemas que la aquejan. Digamos, por ejemplo, que en mi casa haya un enfermo y resulta evidente que no progresa. Ante todo, debo dirigirme al médico, que es la persona indicada para resolver el problema. Pero, en lo más profundo de mi ser, yo siento que eso no basta. Si yo no tuviera eso que se llama fe, ese sentimiento y esa convicción que no sé cómo explicar (es una palabra de dos letricas, nada más, pero ¡encierra tanto!); si en mis momentos de tranquilidad yo no tuviera la fe que me hace pedirle a mi ángel de la guarda la cura de esa persona -porque me unen a ella lazos de cariño, de afecto, de amor, de simpatía, no sé- pienso que yo estaría mucho más desvalido, mucho más a merced de lo imprevisto, de la casualidad; sería más temeroso, menos sereno; la angustia me devoraría. La fe me sirve como un sostén, como un bastón en mi mano, que me impide caer y darme de bruces contra el piso. Para las situaciones difíciles de la vida, mi apoyo es mi religión y la fe que yo tengo.

R.M.L.G.: ¿Usted imagina o puede imaginar la humanidad sin religión?

Remberto: Yo no me la imagino. Pienso que todo el mundo, aunque diga que no tiene religión, tiene que tener fe en algo. No sólo se tiene fe en valores místicos, como ocurre con nosotros los religiosos. También se tiene fe en determinados sistemas de creencias, en principios, conceptos, lógicas, razonamientos, métodos que suelen trascender la capacidad de razonamiento de la mayoría de los mortales. Por ejemplo, yo tengo fe en la teoría de la relatividad; y como yo, miles. Pero ni yo ni la mayoría de esos miles entendería una sola línea escrita por Einstein. A un materialista dialéctico yo no le pueda hablar de Dios ni de Obatalá, pero quizá ese materialista tenga fe en lo que escribió Lenin, o en lo que escribió Marx, muchas veces sin haber abierto siquiera un libro marxista leninista; y entonces ésos son los apoyos que él tiene para conducir su vida. Y de la misma forma que en la religión hay misterios, el materialismo tiene los suyos. Que uno de estos sistemas de creencias sea cierto y el otro falso, o que cada cual tenga parte y parte de verdad y falsedad, eso es otra cosa. Lo malo es no tener ninguna fe. El hombre necesita de un bastón para andar por la vida, y un bastón bastante efectivo es la religión. Porque hay dos cosas que el hombre valora mucho: una son las personas que ama (madre, padre, hijos) y otra, esa condición inefable de algo superior, algo supremo, que no conocen quizá, pero que consideran lo ideal, lo más puro, lo más nítido, lo más claro, y por eso lo más correcto, lo más beneficioso.

R.M.L.G.: ¿Qué considera Usted que le ha aportado la religión a la humanidad?

Remberto: Quizá seguridad. Seguridad en algunos casos; en otros casos, el temor de ofender a Algo que les infunde temor, les infunde el sentimiento de que, si no actúan de forma virtuosa, se les puede pasar la cuenta más adelante. No sé quién pueda ser: Dios, Jehová, el Gran Arquitecto del Universo, o vaya Usted a saber…

R.M.L.G.: ¿Usted considera que el temor tiene un papel importante…?

Remberto: Yo creo que sí; y lo creo porque considero que se puede llegar a Dios por dos vías: la primera, por motivo de fe, cuando tú estás convencido previamente de su existencia, pues has tenido la vivencia de haberlo invocado y de que Él te haya respondido; y la segunda, por el temor de hacer algo incorrecto, que no esté dentro de los cánones aceptables, que esté mal encauzado, por lo cual luego tengas que pagar: que la Vida, el Destino, Dios, Jehová, Alá o el Gran Arquitecto te pasen la cuenta por tu maldad.

(Continuará.)

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