miércoles, agosto 04, 2010

“Haydée era traviesa, divertida, bailadora, y muy decidida”

Lolita Pérez • Villa Clara

Fotos: Archivo Casa de las Américas


La niña Haydée

Tanto Haydée como Abel eran muy humanos, se destacaron por su grado de familiaridad con los vecinos, ayudaban a cualquier persona que se encontrara en situaciones difíciles. Recuerdo que Joaquina, su madre, peleaba porque ella tomaba la primera lata que encontraba en la alacena y se la llevaba a quien estuviera pidiendo limosna. Sobresalían en la familia por su principio de humanidad y comprensión sobre los seres humanos.

Abel era muy alegre, jaranero, firme y más serio que Haydée. Eran hermanos muy bien llevados aunque con sus amistades y sus actividades independientes, cada uno en su mundo. Fue así hasta que comenzó la lucha contra la dictadura de Batista y ambos enfocaron el mismo mundo político.

En el Central

Haydée era traviesa, divertida, bailadora, y muy decidida. Nos íbamos de un pueblo a otro a los bailes; y así mantuvo su alegría hasta que llegó el Moncada. Siempre inventaba qué hacer, se relacionaba mucho con las personas del Central, allí dio un curso de primeros auxilios.




De pié Haydée y su hermano Abel

Clandestinos

Abel vino a trabajar a La Habana y puso un apartamento, después vino Haydée y sus padres no se opusieron. Si no se hubiera efectuado el golpe de Estado de Batista, ella hubiese tenido una vida normal, hubiese estudiado —porque eso era interés de Abel—, pero no dio tiempo, todo sucedió muy rápido. Antes del año de estar en La Habana se centró en la lucha, no había más proyectos que ese.

Un día me comentó que Abel estaba encantado, pues había encontrado al fin a la persona que iba a derrocar a Batista: Fidel. Lo conoció en el cementerio, en un aniversario de la muerte de Chibás.

Todas sus pertenencias fueron a parar a mi casa cuando allanaron el apartamento. Yo iba a visitarla a Guanajay donde se encontraba recluida.

El amor

Recuerdo que su boda se hizo en el edificio Bacardí; fue muy sencilla porque ya estaba en la clandestinidad. Después de esto cayó en una clandestinidad total, sabíamos de ella por otras personas o sencillamente se aparecía en casa.

La felicidad

Le gustaban mucho las sorpresas, en ocasiones cuando llegábamos nos encontrábamos la mesa servida, porque había ido hasta la plaza a buscar comida, la preparaba y nos sorprendía.

Cuando salieron las primeras fotos en Bohemia de las mujeres en la Sierra, tocó a mi puerta en la madrugada. Yo estaba asustada y me dijo que abriera, que era ella. Hacía meses que no sabía de Haydée, entraba y desaparecía de diversas formas.

El Moncada marcó mucho su carácter, pero improvisaba momentos alegres. Decía que la felicidad no era solo los momentos que uno se pudiera proporcionar. Lo más sencillo, el grupo, era quizá lo que más disfrutaba. Sin embargo, ya no era tan espontánea como antes, reflejaba su malestar haciéndose más inquieta, más activa.

Le encantaba cocinar, a las 11 de la noche decía: “vamos a hacer algo” y se ponía a cocinar. Hacía muy rico el dulce de calabacita china. Era noctámbula, leía mucho, conversaba.

Tenía mucho gusto para colocar adornos. Apreciaba los objetos por su valor cultural, por su antigüedad, por su estilo. Amaba las artes plásticas: llegó a comprender mucho el mundo de la pintura sin haberlo estudiado.

Casa de las Américas

Ese fue su proyecto más querido. Lo concibió y preparó tan bien que Casa todavía funciona perfectamente. Cuando el perfeccionamiento empresarial, no hizo falta retirar a nadie porque nunca nadie sobró.

Tenía una amistad muy grande con Mariano e increíblemente se entendía muy bien con los artistas, a pesar de que nunca había estudiado pintura. Leía los artículos, la crítica especializada y polemizaba con ellos como una experta en la materia.

En Casa les pasaba la mano a los muebles y enseguida venía el personal a limpiarlo, pero no era por mal. Era asmática crónica. Allí trabajaba un viejito que ella quería muchísimo. Él le decía “mi nieta” y cuando estaba muy viejito era quien repartía café, alguna bebida, refrescos.

Su oficina era sencilla, con una mesita muy bonita. Lo que usaba para entrevistar era el salón de reuniones. Cuando se enteró que una empleada se iba a casar, le preparó la despedida y le regaló la ropa de la boda. Era una persona de muchos detalles, y era sobre todas las cosas una persona muy querida por todos.

*Lolita Pérez fue amiga de la infancia de Haydée. Trabajó junto con ella y Armando Hart en el Ministerio de Educación y luego en Casa de las Américas. Este testimonio forma parte de la investigación para un libro inédito sobre la vida y obra de la heroína del Moncada Haydée Santamaría.

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