lunes, diciembre 03, 2007

AQUELLA TIERRA PROMETIDA



Aquella tierra prometida
23/11/07

Por Carlos del Frade



(APe).- América era la tierra prometida. Europa desangrada por las guerras impulsadas por distintos grupos económicos, expulsaba miles de familias hacia más allá del Atlántico.

Desde el norte al sur, el nuevo continente abría sus brazos a las mujeres y hombres de buena voluntad que querían trabajar para vivir.

A la mayoría no le fue bien. Más allá del mito de "hacer la América", fueron pocos los que verdaderamente crecieron en bienes materiales y espirituales.

Fue un proceso de violenta digestión social, como lo bautizaron diferentes historiadores y sociólogos.

Pero, más allá de estos avatares propios de la dinámica económica y política de la región, se instaló una idea fuerza que atravesó las generaciones de hijos, nietos y bisnietos de aquellos primeros inmigrantes: el trabajo podía hacer felices a los que venían después.

Y esa fue una poderosa esperanza que atravesó décadas y décadas de los siglos diecinueve y veinte.

Pero a partir de la segunda mitad de los años setenta y hasta el presente, la concentración de riquezas en pocas manos necesitó eliminar el trabajo para seguir alimentando su voracidad de ganancias.

La desocupación se convirtió en una tenaza de dos brazos. Por un lado garantizaba la continuidad de los márgenes de tasas de utilidades y, por otro, era utilizada como fenomenal herramienta de control social. La desocupación convierte al sin trabajo en un desaparecido social. Alguien que deja de hacer lo que hacía durante años, deja de ser. Alguien que no encuentra sentido a lo que estudia porque no lo pondrá en práctica activa cuando salga de la escuela, deja de encontrarle sentido a lo que hace. Los que le encuentran el sentido colectivo a la vida, a la historia, terminan siendo rehenes de la desesperanza y el rencor. Ecuaciones del sistema.

Por eso cuando aparecen números que reflejan la dimensión de la falta de empleo en Sudamérica, surgen con nitidez la identidad de las principales víctimas, las pibas y los pibes de la otrora tierra de promesas y futuros.

La Organización Internacional del Trabajo acaba de informar que al menos 64 millones de jóvenes de América Latina y el Caribe están desempleados, no estudian o trabajan en condiciones precarias. La investigación se titula "Juventud y trabajo decente en América Latina y el Caribe" y agrega que continúa "la discriminación por cuestiones políticas, de raza, edad, sexo y de origen étnico".

Señala, además, que "los grupos más vulnerables son los indígenas, los ancianos y las mujeres, en especial las madres solteras".

Agrega el informe que "la mayoría de los jóvenes de la región que opta por el autoempleo fracasa a los pocos meses en sus intentos de subsistir en el mercado laboral, ante la competencia desequilibrada a la que se enfrentan con empresas consolidadas".

Y, en relación a las mujeres, la OIT indicó que "participan menos en el mercado laboral, ya que 16 por ciento de ellas se dedican al trabajo doméstico remunerado y 30 por ciento se ocupa en atender sus hogares. Por lo general, son madres adolescentes con poca escolaridad, pobres y solteras sin experiencia, por lo cual son empleadas en condiciones muy precarias".

Una vez más, los números expresan las vísceras del sistema y la urgencia de cambiar las estructuras para que la vida vuelva a tener otra oportunidad sobre estas tierras estragadas y, a pesar de eso, porfiadas en resistencias.


Fuente de datos: Agencia de Noticias Argenpress 10-09-07

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